SESIÓN 97: Krik y Thorin tienen un tesoro
Tras el banquete, el grupo decidió pasar la noche en Nivelheim. Durante la madrugada, Thorin y Krik se despertaron con una abrumadora necesidad de crear un tesoro digno de adoración fanática. Krik aprovechó para robar todos los cubiertos de la taberna y añadirlos al tesoro junto con todo su dinero, los pomos y los diamantes que llevaba encima Thorin. Mientras esto ocurría, Keothi salió a conseguir almas para fortalecerse. Guiado por Oax, llegó a una casa utilizada como piso franco por una organización criminal y acabó con dos hombres que se encargaban de hacer desaparecer cadáveres que no querían que la guardía de la ciudad los encuentre. Keothi absorbió sus almas, aumentando su poder. Thorin y Krik, por su parte, construyeron un doble fondo en el carro para ocultar su tesoro.
Por la mañana, Krik y Thorin intentaron convencer al grupo de unirse a su culto del tesoro, pero Tharcon logró devolver los cubiertos a la taberna. Malkian se despidió nuevamente de su madre y su hogar, y el grupo decidió que era momento de devolver a Ñac-Ñac con su familia.
En el camino, Thorin mostró a Keothi una imagen de su madre en un espejo usando uno de sus hechizos, revelando que estaba a salvo pero muy lejos. Decidieron seguir hasta Lucetum para decidir qué hacer con el Orbe Dracónico que poseían.
Syleneth devolvió a Ñac-Ñac a su hogar y recuperó a los caballos, logrando también que Krik dejara de molestar a la gente de Strond con su culto.
El grupo siguió su camino hacia Cristalcross porque Krik quería los papeles de su nuevo castillo y recoger las llaves. Pero, al llegar a la frontera entre Nauplia y Veitrarlond, se encontraron con un fenómeno paranormal. A pesar de que el día era soleado, un denso muro de niebla cubría toda la frontera hasta donde alcanzaba la vista. Esta niebla no permitía ver nada a través de ella, creando un ambiente lleno de inquietud.
Arsen pidió a Mirai que volara a través de la niebla, pero nunca regresó. Keothi, preocupado, hizo lo mismo con Engranajes, obteniendo el mismo resultado. La niebla parecía consumir todo lo que entraba en ella. Thorin intentó usar su ojo arcano para ver a través, pero cuando el ojo atravesó la niebla, la conexión se perdió abruptamente.
Arsen sugirió atarse una cuerda y que el grupo tirara de él cuando cruzara. Krik, decidido a no dejarlo solo, se ofreció a acompañarlo. Con valentía, ambos se adentraron en la niebla, pero pronto la cuerda dejó de estar tensa. El grupo tiró de ella solo para descubrir que se había desatado, pero no estaba cortada, como si algo o alguien hubiera desatado el nudo de manera deliberada.
Intentaron contactar con Arsen y Krik utilizando la piedra de mensaje, pero no obtuvieron respuesta alguna. La niebla parecía tener una voluntad propia, aislándolos de cualquier comunicación exterior. Finalmente el resto del grupo decidió cruzar la niebla.
Arsen y Krik, al atravesar la niebla, se encontraron bien, aunque no podían ver a más de un metro de distancia. Todo estaba cubierto por una espesa y opresiva neblina. Krik sentía la inquietante sensación de que alguien los observaba, pero por más que llamaba, no ocurría nada.
Arsen intentó usar la piedra de comunicación para avisar al grupo de que estaban bien y de que habían encontrado a Mirai y a Engranajes. Sin embargo, cuando intentaron salir de la niebla, siempre regresaban al mismo punto, como si estuvieran atrapados en un laberinto sin salida.
El grupo logró reunirse dentro de la niebla, sintiendo un alivio momentáneo al encontrarse nuevamente. Sin embargo, la presencia opresiva de la niebla no desapareció. Decidieron seguir adelante.
Finalmente, los Buscadores llegaron al campamento de los hombres contratados por la Orden de los Milagros, cuyo propósito era vigilar que la ventisca que cubría Veitrarlond no avanzara. Sin embargo, lo que encontraron fue desolador: el campamento estaba completamente arrasado y decenas de cabezas estaban clavadas en picas, una visión macabra que incrementó la tensión y el miedo entre el grupo.
Krik decidió usar su hechizo de Hablar con los muertos con una de las cabezas, en un intento desesperado por descubrir qué había sucedido. La cabeza revivida les contó lo sucedido. Una noche, un hombre de cabello negro y largo, peinado hacia atrás, con facciones marcadas que lo hacían muy atractivo, apareció en el campamento. Vestía ropas elegantes y partes de una armadura, y con un tono autoritario les ordenó abandonar el lugar y regresar a sus casas, afirmando que su tarea ya no era necesaria.
Los hombres del campamento se rieron de él y le dijeron que se marchara. La expresión del hombre cambió de amabilidad a enojo en un instante. De repente, todo se llenó de una espesa niebla, seguida por un ataque de dientes y pelo que surgían de la niebla. La última cosa que el hombre recordaba era el dolor y el sabor de su sangre.
Tharcon habló con uno de los árboles cercanos al campamento. Le preguntó si el hombre del que hablaba la cabeza seguía por allí. El árbol le dijo que solo quedaba un hombre en el campamento, uno que no dejaba de escribir un libro en la tienda que tenían justo delante. Esta tienda era la única en toda la zona que permanecía iluminada. El hombre no paraba de escribir ni para comer ni para dormir.
Mientras el grupo se preparaba para investigar, Krik escuchó un ruido inquietante proveniente de la maleza del bosque naupliano, pero la niebla densa le impidió ver qué lo había provocado. La tensión entre el grupo aumento, y los Buscadores se dirigieron cautelosamente hacia la tienda indicada por el árbol.
Al llegar, se dieron cuenta de que se trataba de la tienda de mando del campamento, la más grande y claramente la más importante. Todos los candelabros dentro de la tienda estaban encendidos, llenando el espacio con una luz inquietante que contrastaba con la oscuridad exterior. En el centro de la tienda había una gran mesa redonda, desprovista de sillas, creando una sensación de vacío y abandono.
Sobre la mesa descansaba un libro de cuero negro, sin ningún dibujo en la portada, solo un título: La Venganza. Krik, observando la encuadernación y la caligrafía del título, lo reconoció de inmediato. Era un libro escrito por William Dilaurentis, D.W., aunque no comprendían qué hacía el libro ahí.
Erdan y Syleneth se ofrecieron para hacer guardia, como era habitual. Sin embargo, esta vez, su visión en la oscuridad no resultó tan útil. La niebla, con su espesor casi tangible, lo cubría todo.
Por la mañana, la niebla persistía, cubriendo todo a su alrededor con una capa espesa y opresiva. Decididos a continuar, el grupo se puso en marcha hacia Emberstrand, la ciudad más cercana. Para Syleneth, guiar el carro por el camino fue una tarea dificil, ya que la visibilidad era prácticamente nula.
Finalmente, se toparon con una enorme telaraña que se extendía de un lado a otro del camino, sostenida entre dos árboles robustos. Enredados en la telaraña, se podían distinguir los cuerpos de tres hombres vestidos con ropas que portaban los magos de Cristalcross. Tharcon se acercó para investigar lo sucedido.
Justo cuando Tharcon se aproximó a los hombres, la telaraña comenzó a moverse de manera inquietante. Sus hilos, llenos de vida propia, se abalanzaron sobre el grupo con una rapidez sorprendente.
La telaraña resultó ser una red de memoria, una extraña criatura que, cuando está quieta, tiene la apariencia de una enorme telaraña y se alimenta de los recuerdos y la fuerza vital de otras criaturas. Ninguno de los Buscadores se había encontrado antes con una criatura de este tipo antes lo que los pillo desprevenidos.
La red de memoria se movió rápidamente, atrapando a Keothi en sus hilos. La criatura intentó arrebatarle sus recuerdos, pero el grupo reaccionó con rapidez. A pesar del temor y la confusión inicial, lograron destruir a la criatura antes de que pudiera hacerle un daño a Keothi, o al menos eso creían. Keothi, aunque a salvo, no estaba seguro de si había perdido algún fragmento de su memoria.
Cuando la red de memoria murió, una onda expansiva de energía psíquica se liberó de su cuerpo, golpeando a todos los Buscadores. La energía invadió sus mentes, llenándolas de recuerdos que no les pertenecían. Cada miembro del grupo experimentó las mismas visiones y fragmentos de vida de otra persona, transportándolos momentáneamente a tiempos y lugares desconocidos.
En el primer recuerdo, se encontraban en una estancia iluminada tenuemente, rodeados de estanterías repletas de libros antiguos. Una esfera grande y brillante levitaba al otro lado de la habitación, irradiando una luz etérea. Frente a la esfera, había un hombre humano con barba larga de color marrón, teñida con mechones de canas. Sus brazos estaban cubiertos de tatuajes de constelaciones, añadiendo un aire místico a su presencia. El hombre habló con una voz lenta y firme, cargada de significado: "Recuérdalo bien", dijo, "Bonito es el día, pero más bonitas son las joyas de la tarde".
La escena cambia y te encuentras delante del mismo hombre pero ahora su barba es completamente blanca y se ve que ha envejecido varios años. Desconsolado, camina de un lado a otro en un observatorio iluminado por las estrellas. "El libro habla de una estrella que cae en Andoria, una roca negra, aparentemente sin valor, pero abrasada por el contacto con el cielo de nuestro mundo", explica. "Solo ella puede ayudarnos. Debemos encontrarla, y pronto, o el mal se apoderará del poder de la profecía".
Otro recuerdo invade tu mente. El mismo anciano te mira con una intensidad desesperada "Ve a buscar a la druida Derwyth, una compañera observadora de estrellas", te insta. "Apresurate a llegar a su hogar en el valle de Cermant". Te pone en las manos un fino libro de cuero que no es tuyo. "Dale este bestiario como pago. Cuando la estrella caiga, sólo ella podrá decirte donde aterrizó. Te imploro que no regreses sin la estrella".
Tu entorno se iluminó momentáneamente mientras una luz brillante atravesaba el cielo, cayendo en picado sobre las montañas frente a ellos. Un estruendo lejano acompañaba el impacto, lo que provocó que bandadas de pájaros se dispersaran en todas direcciones.
Al mirar hacia atrás, en dirección contraria a la estrella caída, vieron cómo una ola de niebla se levantaba y los golpeaba con fuerza, envolviéndolo todo en una bruma densa.
Los Buscadores regresaron al presente, sintiendo el peso de los recuerdos que habían compartido a través de la red de memoria. Examinaron los cuerpos atrapados en la telaraña para ver si alguno aún seguía con vida, pero, lamentablemente, todos habían muerto. Krik, intentando obtener alguna información útil, usó el hechizo Hablar con los muertos en uno de los cuerpos. Sin embargo, el hechizo no fue de mucha ayuda. Los recuerdos del cadáver habían desaparecido, probablemente devorados por la criatura antes de morir.
Decididos a descubrir el misterio de la estrella caída, los Buscadores se dirigieron hacia el valle donde vivía la druida Derwyth. Mientras se acercaban a la entrada del valle, se encontraron con dos águilas gigantes que les bloquearon el paso. Estas águilas, con la capacidad de hablar en común, les advirtieron que no podían pasar sin explicar sus intenciones. El grupo logró convencer a las águilas de que no tenían intención de dañar el valle.
Con la noche acercándose, el grupo decidió acampar entre los árboles del valle. Prepararon un pequeño campamento y se prepararon para pasar la noche. Erdan decidio hacer la primera guardia.