Sesión 100: Una invitación a cenar
Los Buscadores decidieron llevar lo que creían que era la estrella al Círculo del Eclipse, con la esperanza de que Derwyth supiera qué hacer con ella. Sin embargo, Derwyth les dijo que no sabía qué hacer, pero sugirió que su amigo Shalfey, el mago que aparecía en los recuerdos que los Buscadores obtuvieron al enfrentarse a la Red de Memoria, podría tener la respuesta. Con esta nueva pista, el grupo decidió partir hacia Emberstrand y desde allí dirigirse a la Torre del Cielo.
Durante el viaje, el grupo fue vigilado constantemente por los cuervos del Antiguo. Para asegurarse de que Argos no los estaba siguiendo, Thorin usó uno de sus conjuros para ver qué estaba haciendo Argos en ese momento. Lo encontraron completamente recuperado, corriendo por el bosque a toda velocidad sin mostrar señales de cansancio, gracias a su condición de no muerto. Al darse cuenta de que Argos probablemente los estaba persiguiendo, decidieron viajar lo más rápido posible hacia Emberstrand, donde estarían más seguros tras las murallas de la ciudad. Syleneth sugirió que Argos solo podría ser destruido si lo ahogaban, ya que esa fue la forma en que murió cuando estaba vivo. Malkian consideró que era una buena idea, pero no estaba seguro de cómo llevarla a cabo, ya que Argos los seguiría constantemente y no en todos los lugares había suficiente agua.
Una noche, mientras Syleneth estaba de guardia, vio a una niña corriendo por el bosque entre la niebla. Asustada, despertó al grupo, y al acercarse al área donde vio a la niña, encontraron una muñeca de trapo que Keothi recogió, dándose cuenta de que era idéntica a Syleneth. Agobiada, Syleneth le quitó la muñeca de las manos para verla, sin saber que al tocarla activaría una trampa que provocó una enorme explosión de fuego. Aunque el grupo solo sufrió heridas leves, el carro quedó bastante dañado y los caballos murieron en la explosión, dejando al grupo sin animales para tirar del carro. El grupo dedujo que se trataba de una trampa de William Dilaurentis ya que ya uso artilugios de ese tipo anteriormente. Durante toda la noche la niña no paro de llamar a Syleneth desde el bosque.
Tharcon logró animar los cadáveres de los caballos con sus esporas para que pudieran seguir tirando del carro, pero Syleneth insistió en darles un entierro digno cuando llegaran a Emberstrand. Cerca de la ciudad, el grupo se detuvo junto a un molino para enterrar a los caballos zombis, mientras que Keothi y Malkian fueron a buscar caballos nuevos.
Krik fue a hablar con las molineras, una mujer mayor y sus dos hijas jóvenes. Una de ellas le contó que hacían pasteles para los pobres y que no podían dejarlos entrar por miedo a los vampiros, pero les ofrecieron dormir en el molino si lo preferían. También les ofrecieron cenar algunos de sus pastelillos si lo necesitaban. Thorin, confiado en sus habilidades sociales, intentó usar su poder divino para lanzar expulsar a los no muertos contra las molineras, asustandolas y provocando que cerraran la puerta y se negaron a hablar con el grupo.
Mientras tanto, Syleneth y Tharcon estaban cavando las tumbas para los caballos cerca del molino cuando Syleneth vio unas raíces que salieron del bosque como serpientes y comenzaron a enredarse en el carro, arrastrándolo hacia el bosque junto con los caballos. El grupo, alarmado, llamó a Malkian y Keothi, y decidieron adentrarse en el bosque para recuperar el carro.
Siguieron el rastro hasta una enorme planta carnívora que estaba devorando los cadáveres de los caballos. Aunque la situación era extraña y aterradora, lograron desenredar el carro y sacarlo del bosque con gran esfuerzo. Después, Malkian y Keothi volvieron a su misión de conseguir caballos, mientras Krik convenció a las molineras de que no pretendían hacerles daño y obtuvo una cesta de pastelillos de carne que el grupo cenó mientras esperaba el regreso de Malkian y Keothi.
Sin embargo, mientras esperaban, vieron una luz azul difusa acercándose por el camino, que resultó ser un ejército de espectros con la heráldica de Nauplia y Emberstrand. Krik preguntó a las molineras sobre esto, y ellas le explicaron que cuando Dorian intentó conquistar Nauplia, las ciudades enviaron a sus soldados a tomar el castillo, pero todos murieron en el asalto. Ahora, sus almas están atrapadas y son obligadas a recorrer la ciudad todas las noches, pidiendo ayuda a sus familias.
Cuando Malkian y Keothi llegaron a la ciudad, notaron que no había guardias en las murallas y que la enorme puerta estaba abierta. Al entrar, se percataron de no había nadie en las calles, un contraste total con la última vez que estuvieron en Emberstrand, que estaba llena de vida. En un tablón de anuncios vieron numerosos carteles de niños desaparecidos. Finalmente, llegaron a una posta para comprar los caballos, donde el dueño, visiblemente asustado, les vendió dos caballos pero insistió en que no se acercaran al edificio. Después de recoger los caballos, decidieron salir de la ciudad.
Sin embargo, antes de salir, los caballos se detuvieron bruscamente y comenzaron a escuchar pasos que se acercaban, aunque la niebla les impedía ver quién se aproximaba. Cuando Keothi se bajó para tirar del caballo, notó que los ojos de los animales brillaban con un color amarillo. De la niebla emergió un hombre apuesto, de unos 30 años, con cabello negro y largo, facciones marcadas, ojos oscuros y piel pálida. Vestía una capa roja, un chaleco morado y pantalones negros, y llevaba partes de una armadura de metal brillante. Lo acompañaban dos mujeres hermosas, una con el cabello negro y largo y un vestido morado, y la otra pelirroja, con el cabello recogido en un moño y un vestido blanco. Los tres vestían de manera elegante.
El hombre se presentó como Dorian Thorne, un nombre que Malkian recordó de los libros de historia. Dorian intentó estrecharles la mano, pero ambos hicieron una reverencia en su lugar. Dorian sonrió y les dijo que no necesitaban ser tan formales, que no tenía intención de hacerles daño, solo quería invitarlos a cenar para hablar. Malkian y Keothi aceptaron la invitación, y cuando Dorian les preguntó si querían algo en particular para cenar, Malkian respondió que lo mismo que él, a lo que Dorian se rió y le aseguró que no tenían el mismo paladar. Dorian se despidió, diciendo que enviaría un cuervo para guiarlos al lugar de la cita.
Malkian y Keothi regresaron con el grupo para informarles de lo ocurrido en Emberstrand, pero encontraron a los demás absortos en lo ricos que estaban los pastelillos de las molineras. Se dieron cuenta de que algo no estaba bien con los pastelillos, y lograron que todos subieran al carro para seguir al cuervo enviado por Dorian.
Al llegar al lugar, otra mujer, esta vez rubia y con un vestido rojo, los recibió y les dijo que ella cuidaría de los caballos. El grupo entró y vio que en la taberna solo había una mesa larga, presidida por Dorian, quien los hizo sentarse a los lados en grupos de cuatro. Una joven camarera lloraba mientras servía la comida. A todos, excepto a Keothi y Malkian, les sirvieron pastelillos de carne de las molineras, mientras que a Keothi le sirvieron un cochinillo. A Malkian no le sirvieron nada. Cuando Malkian preguntó si Dorian no iba a tomar nada, Dorian mató a la camarera y llenó una copa con su sangre.
Durante el viaje, el grupo fue vigilado constantemente por los cuervos del Antiguo. Para asegurarse de que Argos no los estaba siguiendo, Thorin usó uno de sus conjuros para ver qué estaba haciendo Argos en ese momento. Lo encontraron completamente recuperado, corriendo por el bosque a toda velocidad sin mostrar señales de cansancio, gracias a su condición de no muerto. Al darse cuenta de que Argos probablemente los estaba persiguiendo, decidieron viajar lo más rápido posible hacia Emberstrand, donde estarían más seguros tras las murallas de la ciudad. Syleneth sugirió que Argos solo podría ser destruido si lo ahogaban, ya que esa fue la forma en que murió cuando estaba vivo. Malkian consideró que era una buena idea, pero no estaba seguro de cómo llevarla a cabo, ya que Argos los seguiría constantemente y no en todos los lugares había suficiente agua.
Una noche, mientras Syleneth estaba de guardia, vio a una niña corriendo por el bosque entre la niebla. Asustada, despertó al grupo, y al acercarse al área donde vio a la niña, encontraron una muñeca de trapo que Keothi recogió, dándose cuenta de que era idéntica a Syleneth. Agobiada, Syleneth le quitó la muñeca de las manos para verla, sin saber que al tocarla activaría una trampa que provocó una enorme explosión de fuego. Aunque el grupo solo sufrió heridas leves, el carro quedó bastante dañado y los caballos murieron en la explosión, dejando al grupo sin animales para tirar del carro. El grupo dedujo que se trataba de una trampa de William Dilaurentis ya que ya uso artilugios de ese tipo anteriormente. Durante toda la noche la niña no paro de llamar a Syleneth desde el bosque.
Tharcon logró animar los cadáveres de los caballos con sus esporas para que pudieran seguir tirando del carro, pero Syleneth insistió en darles un entierro digno cuando llegaran a Emberstrand. Cerca de la ciudad, el grupo se detuvo junto a un molino para enterrar a los caballos zombis, mientras que Keothi y Malkian fueron a buscar caballos nuevos.
Krik fue a hablar con las molineras, una mujer mayor y sus dos hijas jóvenes. Una de ellas le contó que hacían pasteles para los pobres y que no podían dejarlos entrar por miedo a los vampiros, pero les ofrecieron dormir en el molino si lo preferían. También les ofrecieron cenar algunos de sus pastelillos si lo necesitaban. Thorin, confiado en sus habilidades sociales, intentó usar su poder divino para lanzar expulsar a los no muertos contra las molineras, asustandolas y provocando que cerraran la puerta y se negaron a hablar con el grupo.
Mientras tanto, Syleneth y Tharcon estaban cavando las tumbas para los caballos cerca del molino cuando Syleneth vio unas raíces que salieron del bosque como serpientes y comenzaron a enredarse en el carro, arrastrándolo hacia el bosque junto con los caballos. El grupo, alarmado, llamó a Malkian y Keothi, y decidieron adentrarse en el bosque para recuperar el carro.
Siguieron el rastro hasta una enorme planta carnívora que estaba devorando los cadáveres de los caballos. Aunque la situación era extraña y aterradora, lograron desenredar el carro y sacarlo del bosque con gran esfuerzo. Después, Malkian y Keothi volvieron a su misión de conseguir caballos, mientras Krik convenció a las molineras de que no pretendían hacerles daño y obtuvo una cesta de pastelillos de carne que el grupo cenó mientras esperaba el regreso de Malkian y Keothi.
Sin embargo, mientras esperaban, vieron una luz azul difusa acercándose por el camino, que resultó ser un ejército de espectros con la heráldica de Nauplia y Emberstrand. Krik preguntó a las molineras sobre esto, y ellas le explicaron que cuando Dorian intentó conquistar Nauplia, las ciudades enviaron a sus soldados a tomar el castillo, pero todos murieron en el asalto. Ahora, sus almas están atrapadas y son obligadas a recorrer la ciudad todas las noches, pidiendo ayuda a sus familias.
Cuando Malkian y Keothi llegaron a la ciudad, notaron que no había guardias en las murallas y que la enorme puerta estaba abierta. Al entrar, se percataron de no había nadie en las calles, un contraste total con la última vez que estuvieron en Emberstrand, que estaba llena de vida. En un tablón de anuncios vieron numerosos carteles de niños desaparecidos. Finalmente, llegaron a una posta para comprar los caballos, donde el dueño, visiblemente asustado, les vendió dos caballos pero insistió en que no se acercaran al edificio. Después de recoger los caballos, decidieron salir de la ciudad.
Sin embargo, antes de salir, los caballos se detuvieron bruscamente y comenzaron a escuchar pasos que se acercaban, aunque la niebla les impedía ver quién se aproximaba. Cuando Keothi se bajó para tirar del caballo, notó que los ojos de los animales brillaban con un color amarillo. De la niebla emergió un hombre apuesto, de unos 30 años, con cabello negro y largo, facciones marcadas, ojos oscuros y piel pálida. Vestía una capa roja, un chaleco morado y pantalones negros, y llevaba partes de una armadura de metal brillante. Lo acompañaban dos mujeres hermosas, una con el cabello negro y largo y un vestido morado, y la otra pelirroja, con el cabello recogido en un moño y un vestido blanco. Los tres vestían de manera elegante.
El hombre se presentó como Dorian Thorne, un nombre que Malkian recordó de los libros de historia. Dorian intentó estrecharles la mano, pero ambos hicieron una reverencia en su lugar. Dorian sonrió y les dijo que no necesitaban ser tan formales, que no tenía intención de hacerles daño, solo quería invitarlos a cenar para hablar. Malkian y Keothi aceptaron la invitación, y cuando Dorian les preguntó si querían algo en particular para cenar, Malkian respondió que lo mismo que él, a lo que Dorian se rió y le aseguró que no tenían el mismo paladar. Dorian se despidió, diciendo que enviaría un cuervo para guiarlos al lugar de la cita.
Malkian y Keothi regresaron con el grupo para informarles de lo ocurrido en Emberstrand, pero encontraron a los demás absortos en lo ricos que estaban los pastelillos de las molineras. Se dieron cuenta de que algo no estaba bien con los pastelillos, y lograron que todos subieran al carro para seguir al cuervo enviado por Dorian.
Al llegar al lugar, otra mujer, esta vez rubia y con un vestido rojo, los recibió y les dijo que ella cuidaría de los caballos. El grupo entró y vio que en la taberna solo había una mesa larga, presidida por Dorian, quien los hizo sentarse a los lados en grupos de cuatro. Una joven camarera lloraba mientras servía la comida. A todos, excepto a Keothi y Malkian, les sirvieron pastelillos de carne de las molineras, mientras que a Keothi le sirvieron un cochinillo. A Malkian no le sirvieron nada. Cuando Malkian preguntó si Dorian no iba a tomar nada, Dorian mató a la camarera y llenó una copa con su sangre.
Mientras aseguraban el lugar, Keothi encontró a una mujer muerta con las costillas abiertas en la cocina. Mientras discutían qué hacer, alguien llamó a la puerta. Era Sigismund, el cazador de sangre que los acompañó en el ataque de Daeron a Cristal Cross.
Sigismund les contó que cuando Dorian llegó, su orden intentó salvar a la mayor cantidad de gente posible, pero Dorian los fue cazando uno por uno hasta llegar a su fortaleza, donde acabó con ellos. Algunos se rindieron y se unieron a Dorian, pero a los demás no les ofreció la paz como hizo con la Orden de los Milagros ni con los Buscadores. Por algún motivo, Dorian está empeñado en exterminar a todos los cazadores de sangre en la región. Sigismund cree que en los archivos de su orden podría encontrar respuestas, pero la fortaleza está infestada de no muertos, y necesitaría la ayuda de los Buscadores para investigarla.
Además, Sigismund les reveló que Dorian es prácticamente invulnerable, ya que sus heridas se regeneran en cuestión de segundos, una habilidad que no es común en otros vampiros. Esto sugiere que Dorian posee algún tipo de poder o artefacto que le otorga esta regeneración acelerada. La Orden de los Milagros intentó usar su magia contra él, pero Dorian mató a varios de los redactahechizos de la orden que se encontraban en Nauplia y ofreció la paz a los sobrevivientes, siempre y cuando no interfirieran en sus asuntos.
Sigismund también advirtió al grupo sobre los pastelillos de carne que habían estado comiendo. Descubrió que los niños desaparecidos de los carteles en la ciudad habían sido usados por las molineras como carne para esos pastelillos, lo que provocó que Syleneth vomitara al darse cuenta, aunque no podía dejar de pensar en lo deliciosos que estaban.
Sigismund aconsejó a los Buscadores que se protegieran contra la magia de rastreo, que es la única forma que ha encontrado para evitar que los cuervos de Dorian lo localicen. El grupo aceptó ayudar a Sigismund a descubrir cómo derrotar a Dorian, pero primero decidieron ir a la Torre del Cielo, con la esperanza de que los magos allí supieran cómo ocultar su rastro para que Dorian no los siguiera.
Antes de despedirse, Sigismund les dio la ubicación de una torre que servía como lugar seguro para su orden, en caso de que necesitaran esconderse. Les sugirió que viajaran por separado, ya que si un cuervo descubría que uno de ellos era un cazador de sangre, alertaría inmediatamente a Dorian, quien iría tras ellos. Si lograban encontrar una forma de evitar a los cuervos, podrían volver a viajar juntos.