Sesión 106: Hacía la forja Kagu
Sigismund guió a los Buscadores hacia un pequeño fuerte utilizado por Los Cazadores de Sangre, un lugar designado para los iniciados que habían sido infectados con la maldición de la licantropía. En este refugio, el grupo discutió sus próximos pasos. Thalindra se ofreció a utilizar los círculos de teleportación disponibles para viajar rápidamente a Crystalcross en busca de información adicional. Sin embargo, los Buscadores decidieron que, dado que estaban cerca, lo más conveniente sería acercarse a la Forja Kagu para entregar la estrella. Sigismund optó por quedarse en el fuerte, esperando el regreso del grupo para facilitar su uso de los círculos de teleportación.
Durante este tiempo, Krik compartió con Malkian su descubrimiento sobre cómo podrían romper el pacto entre Keothi y Oax, expresando su preocupación por esta situación. Ambos discutieron varios planes para tender una trampa a Oax, pero acordaron que la decisión sobre cómo proceder se tomaría en el futuro, aunque con la intención de actuar más pronto que tarde.
El grupo se dirigió hacia la fortaleza Kagu, pero en el camino se encontraron con una horda de Alborotadores. Afortunadamente, su miedo al fuego permitió que Arsen resolviera el combate de manera rápida y efectiva. Sin embargo, el grupo se preguntó cómo criaturas que habitaban en la Infraoscuridad ahora vagaban por los bosques de Nauplia.
Más adelante, encontraron el cuerpo de un gnomo de las profundidades, aparentemente aplastado por un gigante. Decidieron llevar el cadáver de regreso a sus compañeros en la Forja Kagu para ofrecerle un entierro digno.
Al llegar a la fortaleza, el grupo no encontró señales de vida en la entrada, lo que aumentó su preocupación sobre el destino de los gnomos. Al entrar en la forja, se encontraron con las defensas de este lugar: un robot construido por los gnomos para repeler a los asaltantes. El combate con el robot dejó algunas heridas, y el grupo decidió hacer una pausa para curarse. Sin embargo, Syleneth y Krik optaron por explorar por su cuenta.
Durante su exploración, Syleneth se encontró con los gnomos de la forja, quienes, al verla, se arrodillaron y proclamaron: "¡Es la elegida!"