Falantia 06: Testimonios
General Summary
Naesha
Desde que puse mis ojos en ese grupo de aventureros que encontramos merodeando en nuestro bosque, me llamó la atención en demasía aquel encapuchado que no era ni hombre ni dragón. Sus escamas rojas y su afán de ocultarlas con sutiles movimientos de su cuerpo me decían dos cosas. Por un lado su color me daba la sensación de pertenecer a una de las aldeas en las áridas costas del Norte de Tursh , lo cual corroboré luego. Por otro lado ya había visto esa timidez o necesidad de ocultarse en muchos aquí en darss'okarthel, pero en él noté cierto conflicto. Con iguales fuerzas combatían la necesidad de mostrarse diferente a sus coterráneos dracónidos pero igual de fuerte era la necesidad de pasar desapercibido para quienes pudieran identificar su linaje, el cual era mixto, algo no muy bien visto entre las tribus orgullosas del darss'edar, la tierra de dragones.
Lo invité al cuarto de guerra para ver su reacción. Al pasar se mostró curioso por los arcones y cofres que poseen tantos escritos en esa pequeña habitación donde en un costado se acomoda la mesa de situación que solemos usar los miembros del triunvirato. Particularmente sus ojos buscaban los diversos mapas que había recolectado en mi búsqueda de la leyenda de los guerreros Geth'Dartak. De hecho se lo expresé, que mi viaje al Continente fué principalmente siguiendo los rastros de esta leyenda y que mi ofició es el de historiadora principalmente, a pesar que estoy oficiando de líder revolucionaria. Sus ojos se abrieron como dos luceros, en contraste con el pardo de su piel, al mencionar a Lyra Davenwood, la famosa cartógrafa humana que casualmente partió hacia Tursh en búsqueda de la misma leyenda y 8 años después sus rastros se perdieron en estas tierras. Pregunté si se conocían y mencionó que la había visto en su villa, la cual confirmó ser Drak'Veren, el lugar que la humana llamó hogar por gran parte de ese periodo. Aunque su ritmo sanguíneo y su calor corporal aumentaron, lo cual me dice que hay más que un encuentro fortuito.
Augusto
En silencio vivo mi agotamiento. El sufrimiento de mi pueblo se hace más evidente a mayor distancia estoy de la ciudad que llamé hogar. Las imágenes se vuelven confusas cuando busco recuerdos en mi mente y sentimientos en mi corazón. Miro al grupo al cual estoy acompañando y veo extraños pero a la vez familiares rostros. Ellos actúan como si se conocieran desde hace tiempo y yo los veo como recién llegados pero a su vez parte de mi familia. Es porque está él, Gastón suele encontrar las situaciones con altivez y un toque de humor, pero cuando nuestros ojos se encuentran puedo ver que atrás hay un corazón que me irradia una candidez y me hace sentir seguro. No es común sentirme así, es como si pudiera confiar en él para dejarme ir, dejar de ser un líder, soltar las riendas un rato. Tal vez por eso los sigo, porque al saber que ellos afrontan los riesgos, se que es para procurarse una cena más de risas y . . . familia.
Lebán lo mira preocupado y lo analiza frecuentemente, hace un momento salieron a hablar. No quise acompañarlos porque quiero que tenga su espacio, después de todo recién nos conocemos. O es que ya hemos convivido 6 meses de recuerdos y felicidad? Aún mi mente se confunde, y mi corazón da señales encontradas. Al volver, Gaston pide que hablemos y mi cola no para de moverse, debo sostenerla. Los nervios a veces me ganan y sobrepasan mi cuerpo, cuando son temas que me llegan a las entrañas. Caminamos afuera de la carpa central de ese asentamiento y nos dirigimos a unos troncos que hacían de asiento en los costados de la calle de lodo. Me miró a los ojos y un breve temblor me dio la señal que lo que estaba a punto de decirme era realmente profundo, sentí que tenía vergüenza pero a su vez alivio de decírmelo, mientras bailaba y recitaba aquello que tanto pesaba en su interior, fue . . . emoción
Me habló de que su orígen no es humano, no al menos en el sentido natural de las cosas, él fué construido. En un lugar llamado Futura Munda y que ahora habitaba ese envase que yo había abrazado durante todo este tiempo. Pero ese envase, ese cuerpo que él habitaba, estaba decayendo. Y con ello me inundó una confusión aún mayor. No solo había encontrado a alguien a quien llamar hogar, sino que ahora de nuevo iba a perderlo, una … vez … más. El corazón estrujado y desgarrado me hizo agachar mi cabeza y cerrar mis ojos. Es que es un extraño y debo ignorarlo o es que debo abrirme y dejar que me hiera, una … vez … más. Entonces abrí los ojos y una valentía salió de ese estruje que ya más no podía, si quería eso debía agarrarlo con las dos garras y no dejarlo ir, y así me expresé. Le dije que si esa es su verdad, y si su decisión es ir en búsqueda de reparar su cuerpo, que yo estaba de acuerdo. Inflé el pecho y erizé mi pelambre, pero mi expresión de valentía solo duró hasta que cruzamos miradas. Le expresé que estos meses que nos hizo creer la criatura que pasamos no quiero desandarlos. Le dije que estoy dispuesto a quererlo aunque eso desgarre mi corazón, que es así como yo quiero. Le dije que dejaría todo y lo seguiría porque en él está mi . . . amor
Korinn
Los forasteros necesitaban pruebas de lo que les habíamos pedido. Una tropa de 50 debía defender al pueblo de maleantes y patrullas que ocasionalmente pisaban el bosque del campo de refugiados, y ellos querían que atacaremos la ciudad de Zátiva. JA! Un general debe saber las huestes que tiene, y elegir sus batallas! Los acarreé hasta el destacamento donde entrenabamos a los reclutas para que vean con qué materiales debemos trabajar. La mala alimentación, y escasez de materiales para construir armamento, nos ha dejado sin otra que hacer lo que se puede. Necesitábamos esos suministros para equiparnos y así afrontar un ataque táctico, porque un asedio no se podría llamar, a la ciudad de Zátiva. El reparador encapuchado supo mejorar las condiciones de algunas armas cuando estuvo en el lugar pero sin duda la tropa le prestaba atención a esos raros individuos. Una decena es lo que podía permitirme llevar. Los arqueros, cuatro de la infantería y esos 4 lagartijos que siempre se meten en problemas pero no se igualan en fiereza.
Al caer la noche partimos cortando camino por la pradera ya que el camino de piedra blanca sería más largo. La noche proveía suficiente iluminación para mi, pero poca para los arqueros que llevaban antorchas. Novatos, por suerte estábamos a un cuarto de legua y faltaría casi una hora para que se asome la caravana por el horizonte de lomadas y acantilados. Mi puño instintivamente se cierra cuando escucho a las cigarras callarse en un pastizal de hierbas altas. Todos se agacharon pero el lugar entero hasta donde pudimos ver se inundó de una luz roza cuando una de las estrellas brilló de repente y una onda expansiva que no había visto en este lado del mundo, cubrió toda la cúpula del cielo con un manto lumínico. La estrella adquirió una cola y un brillo como ninguna otra en esa noche oscura, pero mantuvo su lugar, mientras las penumbras regresaban y las cigarras volvían a su cantar.
Mandé a apagar las antorchas de aquellos alférez que estaban en su primera escapada. Nos posicionamos para esperar a la caravana. Los extraños parece que sabían lo que hacían, o al menos se conocían entre sí. Uno lanzó una flecha al aire y antes que pudiera decirle que no lo hiciera, sus ojos estaban blancos e impartía instrucciones al reparador. Desde las ropas de esa extraña armadura unos insectos con formas geométricas salieron en bandada entre una neblina de polvo iridiscente azul, que se disipó casi de inmediato. Solo había escuchado que se hacían cosas así en cuentos de niños sobre la mítica ciudad de Vorroth. Pero ya crecidita no podía creer lo que veía.
En efecto, con una explosión mágica, el tren delantero del primer vagón salió despedido cayendo sobre uno de los guardias y deteniendo toda la caravana. Las luces de los hechizos que despedían las manos de los guerreros, iluminaban el camino entre dos arboledas que nos sirvieron de escondite y emboscada. En un movimiento de pinza, ordeno a mis oficiales atacar y me dirijo a quien había esquivado la pesada rueda de carreta. Un ruido desgarrador de gruñidos se escucha del otro lado. El plumífero de alguna manera se duplicó y estaba distrayendo a uno de los guardias cuando uno de sus duplicados apoyó sus alas en los hombros del felino y este simplemente se pulverizó en una nube de cenizas y brasas. Mis golpes son certeros pero las cimitarras de los guardias de Falantia son muy efectivas. Fue preciso atacar sin piedad y no dejarlos hacer sus movimientos. El mono encapuchado se subió de un salto a la primera carreta y comenzó a mover sus manos hasta que un rayo terminó con uno de los guardias que quiso ayudar al aplastado por la rueda. En pocos segundos el polvo aún se estaba asentando, y pudimos lidiar con la docena de guardias que se vinieron custodiando el botín. Tuve que alzar la voz y visiblemente enfadada, frenar a los lagartijos que estaban sedientos de sangre y querían ya comerse a los extranjeros que nos habían ayudado. Solo el grito Karif Kepesk pudo apaciguar a las desenfrenadas criaturas.
Henos aquí, en una fogata al costado del camino de piedras blancas. He utilizado parte de los estropajos de nuestras víctimas para hacer limpiar nuestras armas mientras el mecánico repara las ruedas que podrán sernos útiles al volver mientras el sol se asoma y no quiere ocultar la estrella que cae eternamente.
Fecha del informe
14 Nov 2024
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