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Randle Bibit

Randle Bibit

Mental characteristics

Historia personal

Nació en algún punto del protectorado, poco importante pues entró a formar parte de la bandada a una corta edad. Bajo la dirección de Karl Buttler, el antiguo cuervo de los Picos dorados, Bibit creció peleando con los otros pinzones y aprendiendo las cuestionables artes del oficio. Pero llegado el momento, los vientos soplaron a favor de un Cuervo más joven y con otras ideas. Este cambio fue crucial para Bibit, pues John Buttler, el nuevo Cuervo (si, el hijo del anterior) tenía grandes planes para él. Salió de la bandada por la puerta de atrás y se interno en los mundos ajenos a su clan.

El típico juez de provincia que dispara antes de hablar para desfogarse de una larga noche como cronista del cluster a la que llegó porque hacer de spitaliano era un trabajo demasiado sacrificado para alguien con su pelo

View Character Profile
Alineamiento
Caótico neutral
Edad
23
Fecha de nacimiento
12/03
Children
Gender
Masculino
Ojos
Marrones
Pelo
Castaño
Tono de piel
Morena
Estatura
1,79
Peso
70kg

Un libro por su portada

El camino parecía seguro. No habían tenido ningún problema llegando hasta la desembocadura de aquel afluente, pero nunca se sabe. En este mundo las llanuras y colinas pueden llegar a ser más peligrosas que una montaña escarpada. Se descolgaron con rapidez y continuaron su viaje, no había tiempo que perder, pues el jefe esperaba el cargamento. No había empezado a caer la tarde cuando vieron huellas sospechosas: alguien los buscaba. “Joder, alguien ha debido ponerles en alerta” dijo el que parecía más mayor. “Pero ¿quién más sabe que veníamos por aquí? Esta ruta de abastecimiento solo la conocen algunos peces gordos. Ni los jueces se atreverían a interrumpirla sin meditación” replicó otro que venía más alejado. Aquel amasijo de huellas dejaba claro que algún juez iba con ellos (o un humano con pezuñas, lo cual sería aun peor…) por lo que decidieron dar un rodeo para alcanzar el punto de entrega, lo cual incluía lo que ninguno quería admitir: cruzar el río. “Espero que lo paguen bien, porque este cargamento está dando más problemas que otra cosa”. “¿Y que querías? Meter Quemazón en el protectorado no es tan fácil, y menos uno de este calibre”. “Solo digo que no me gusta la pinta que tiene esto. Íbamos a ir de A hasta B y ya está, y ahora estamos cruzando el puto río para que no nos pille un puto juez. Si llevase calzones me alegraría por el lavado rápido, pero no es el caso”. Todos ellos ensimismados en su charla cuando de repente vieron cumplido su peor temor. Una vez avanzaron un metro más a través del río se hizo patente que les estaban esperando. La confirmación llego cuando vieron iluminarse más fuegos desde el lado de donde venían. Les habían pinzado en el puto rio. “No parecéis las mulas más listas ¿eh? Mira que cruzar el río sin mirar si hay alguien al otro lado…. Por otra parte, mejor que mejor para la justicia del protectorado que aquellos que emponzoñan a sus gentes se muestren tan estúpidos”. El juez los miraba desde lo alto del caballo mientras sus ayudantes le informaban que la otra orilla ya estaba asegurada. “Ahora entregadme vuestras armas y enseres sin armar un escándalo, no estáis en posición de negociar”. El viejo John no tuvo más remedio que admitir que aquel cabronazo se la había pegado pero bien. No podían huir excepto a través del agua helada y en aquella posición eran un blanco fácil. Refunfuñando le fueron entregando a él y a los que le acompañaban (¿de donde había salido toda esa gente?) el cargamento y las pocas armas que llevaban. El juez procedió a atarles y les amarró del caballo mientras cargaba los fardos de la mercancía. “Menuda mierda tenéis encima. Jugar así con la salud de la gente y atentar de manera tan despreciable contra las leyes que nos sostienen”. El juez se dirigió hacia el que parecía el más mayor de la turba que le acompañaba. “He de agradecerle la ayuda que me ha prestado. Sin su colaboración y conocimientos del río no habría podido atrapar a estos malnacidos. Justiciano tiene una deuda con tu gente”. Unas cuantas palabras más de cortesía y se dispusieron hacia la comandancia más cercana. Desgraciadamente, nunca llegarían a dicha comandancia. A las pocas horas de marcha, el juez dirigió a su caballo por un desfiladero (lo que implicaba también que la comitiva de presos corriese la misma suerte). Cuando llegaron al final del camino y vieron que se encontraban en una angosta cueva se temieron lo peor. Había muchos jueces que no consideraban suficientes las condenas establecidas para los traficantes y decidían imponer su propia ley. “Nos hemos topado con un fanático” pasó por la cabeza del viejo John. Sus sospechas parecían confirmarse cuando el capullo se echó a reír. “Debería mataros, aquí y ahora, pero sería un despilfarro de tiempo, por lo que esperaré que el tiempo lo haga por vosotros”. Les dejó en aquella gruta atados y se marchó. Ya podían darse prisa para desatarse o las criaturas del lugar darían buena cuenta de ellos. Cuando pasaron unos minutos vieron como el camino de salida se sepultaba por un derrumbe. “Esto les entretendrá por unas horas. Vamos Philip, a ver a tu dueño” le dijo el juez al caballo mientras deslizaba piedras y peñascos para tapar la gruta. Media hora más tarde, juez y caballo se detuvieron en un lugar apartado, escondido podríamos decir. Con un poco de esfuerzo, el juez sacó un fardo enorme de un recoveco. EL fardo se movía. El fardo hacía ruido. El fardo se había meado encima. “Joder macho, ni una pizca de autocontrol tenéis eh. Aunque no me extraña, si tenéis que perseguir a esos amateurs no necesitáis a nadie mucho más preparado”. El fardo le miraba con ira. “Tío, meter quemazón en la ciudad es bastante jodido últimamente, aunque es mucho más fácil si tienes a un juez de tu parte ¿verdad? Y más aun si es el juez quien lo mete. Bueno, digamos que vas a ser tu quien lo meta. No literalmente, claro” Cuando dijo esto, los ojos del fardo empezaron a temblar y un destello de dolor apareció en ellos. Ya había cumplido y había sido todo lo útil que podía ser; dejarlo vivo era un cabo suelto que no se podía permitir. “Bueno Philip, tenemos 4 fardos de mierda de la buena; habrá que llevarlos al cuartel. ¿Cómo dices? Si, creo que estos 3 fardos confiscados serán un gran golpe contra el negocio. No todas las semanas pillas un cargamento de 2 fardos ¿eh?” Unos días más tarde al llegar a la ciudad: "Arveck Johnson, juez de la comandancia este. Declaro haber detenido a unos maleantes cerca del río Hiyulga y haberles confiscado 1 fardo de quemazón. Aquí está mi informe”. Habría buena fiesta esta noche.