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El emplazamiento de la ciudad

La ciudad sin la ciudad

Vamos a estudiar a Toledo sin Toledo, es decir, separando mentalmente cuanto constituye la obra del hombre, hasta dejar desnudo el peñón, en el cual vamos a contemplar la obra natural y por último, veremos en los rasgos de su fisonomía topográfica se encuentran los condicionantes de su entramado urbano.   El que por primera vez contemple Toledo, desde un punto lejano o a vista de pájaro, se quedará intensamente emocionado ante el sorprendente espectáculo que presenta el cerro erizado de pintorescas construcciones, presididas por el Alcázar y agrupadas alrededor de la soberana Catedral; pero en esto conjunto de casas, monasterios, conventos, iglesias y minaretes, etc., no están sus construcciones colocadas como en una población cualquiera, sino entremezcladas aparentemente en confusa red, tendida sobre la ondulada cumbre del montículo y recortada bruscamente ante un escarpe circular, sobre cuya arista se alzan los lienzos del recinto amurallado.   El pacífico Tajo, en su curso por la llanura de la Sagra, marcha con un serpenteo indeciso, propio de su régimen de vejez; deja unas orillas para invadir otras, pero al llegar ante el notorio promontorio toledano, abandona la tranquila marcha por terrenos aluviales, y penetra decidido por la estrecha hoz entre los materiales cristalinos, con recorrido tumultuoso, hasta que vuelve de nuevo a discurrir por la planicie, después de haber dado guardia de honor a la colosal fortaleza. El Tajo, riega las felices vegas de Toledo donde se ubican las villas y los palacios de recreo de reyes moros y castellanos; bate las máquinas y molinos y los batanes.   La belleza sugestiva de la Ciudad de los Reyes reside en primer término en el majestuoso pedestal o basamento natural sobre el que se alza, y en segundo lugar nos recrea el detalle de la filigrana de la superstructura, integrada por ese manto de piedra y barro, labrado por las manos de los artífices de todas las generaciones humanas. Toledo sobre su basamento, contemplado a gran distancia y atendiendo a sus rasgos geométricos, ofrece la proporción en sus dimensiones, la esbeltez de líneas y la armonía necesaria de sus elementos, para que ante nuestros sentidos lo califiquemos como una obra de arte, ya sea divina, mágica o humana.   La Naturaleza ofrece en Toledo una sensación distinta a la habitual; no se trata de accidentes de dimensiones descomunales, de formas de erosión raras, sino de un accidente de trazado y proporciones tales que diríase ha sido concebido por el más inspirado artista. La hoz del Tajo, siendo profunda, tiene vertientes simétricas, uniformes y de perfil sencillo; la planta del foso es casi poligonal, y dentro de ese aspecto rígido, tiene enaces por curvas suaves y regulares. Las rápidas laderas muestran las entrañas rocosas en forma tan caprichosa que figuran una estructura de gruesos sillares paralelopipédicos. Dos profundos barrancos dan acceso al foso por su orilla derecha y entre ambos se eleva la Peña del Rey Moro a modo de colosal remate decorativo.  

Una fortaleza natural

El emplazamiento de Toledo ha venido ofreciendo excelentes condiciones como fortaleza natural, con tres frentes protegidos por el magnífico foso del río Tajo y el cuarto formado por un rápido talud.   Tanto en una fortificación de campaña como en una permanente, el elemento fundamental de trazado es la cresta militar, situada delante de la topográfica, allí donde la pendiente suave de la cumbre cesa, comenzando el fuerte declive; desde la cresta militar deben quedar batidos todos los puntos del talud, lo cual no ocurre generalmente desde la cresta topográfica. Pero en la posición de Toledo, la cresta militar está admirablemente marcada, y coincide de modo aproximado, con la línea de nivel, cuya altitud sobre el mar es de 500 metros.   Dada la extensión de esta fortaleza, se entiende que las tribus primigenias, poco numerosas, no pudieran cubrir su línea natural defensiva y morasen en cerros más pequeños y fácilmente fortificables con los del Bú.   Pero el Toledo romano y visigodo sí responde al perfil de ciudad cuyo amplio perímetro hay que defender. La muralla de Wamba, alzada en buena parte sobre la romana, se basa en la cresta militar de 500 m.

Caras de la ciudad

  La notable curva de los 500 m. con respecto al nivel del mar -y de 50 m. respecto al nivel del río, establece una divisoria en-tre la zona interior de pendiente rápida - con algunos tramos hasta el 70 por 100, y la superior de rampas más suaves (10-30 por 100) por lo que podemos vislumbras las siguientes tres caras visibles de la ciudad cuando se llega a ella.   La cara Suroeste, desde el SO, desde el otro lado del puente de San Martín, permite contemplar la mejor vista de la ciudad.    
Desde el Norte, si nos trasladamos a las colinas o limas del Cementerio, contemplamos solamente la parte más reducida, apenas la tercera parte de Toledo.
  Desde el Sureste, si miramos desde el puente de Alcántara, solamente vemos un frente casi triangular, según una vista que es casi una proyección, que desconcierta e impresiona al visitante.

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