Los dragones rosados
Estas criaturas milenarias se cree que formaron parte durante muchos lustros del Panteón de los Dioses. Su afinidad para con la naturaleza y el equilibrio de las cosas esta tan integrado en su ser que por ellos fluyen dos elementos opuestos: fuego y hielo.
Aunque son un cruce entre dragón blanco y rojo, su actitud dista de ambas especies al ser mucho más dóciles e inteligentes. Los escritos antiguos narran la existencia de múltiples jinetes de dragón rosado que los describen como leales criaturas, no menos válidas o capaces que el mejor de los corceles. El vínculo entre jinete y dragón no solo se expone como algo simple, sino también necesario: a las elevadas velocidades a las que vuela o se desplaza el animal, el jinete a duras penas puede emitir ordenes con su voz lo suficientemente nítidas como para que se entiendan. Por ello, los antiguos jinetes intentaban forjar una estrecha relación con sus monturas, quedando ambos tan compenetrados que un simple gesto bastaba para decirlo todo.
Aunque los dragones son por lo general criaturas misteriosas y sus jinetes rara vez compartían información de los mismos para no obviar sus vulnerabilidades, el último jinete de dragón rosado, Leumund Piker, escribió en sus memorias largo y tendido sobre estos animales, pues se cree que él cabalgó en el último ejemplar de esta raza. A continuación, este manuscrito recoge algunas de sus notas, para interés y gozo de los lectores.
Aunque son un cruce entre dragón blanco y rojo, su actitud dista de ambas especies al ser mucho más dóciles e inteligentes. Los escritos antiguos narran la existencia de múltiples jinetes de dragón rosado que los describen como leales criaturas, no menos válidas o capaces que el mejor de los corceles. El vínculo entre jinete y dragón no solo se expone como algo simple, sino también necesario: a las elevadas velocidades a las que vuela o se desplaza el animal, el jinete a duras penas puede emitir ordenes con su voz lo suficientemente nítidas como para que se entiendan. Por ello, los antiguos jinetes intentaban forjar una estrecha relación con sus monturas, quedando ambos tan compenetrados que un simple gesto bastaba para decirlo todo.
Aunque los dragones son por lo general criaturas misteriosas y sus jinetes rara vez compartían información de los mismos para no obviar sus vulnerabilidades, el último jinete de dragón rosado, Leumund Piker, escribió en sus memorias largo y tendido sobre estos animales, pues se cree que él cabalgó en el último ejemplar de esta raza. A continuación, este manuscrito recoge algunas de sus notas, para interés y gozo de los lectores.
Huevo
Los dragones rosados nacen, como todos los dragones cromáticos, de huevos. Estos deben ser incubados a una temperatura cálida pero no excesiva. Una vez el huevo eclosiona, los dragones rosados percibirán como su madre a la primera criatura que vean, con independencia de la raza. Aunque son plenamente conscientes de la imposibilidad de que, por ejemplo, un humano pueda haberlos gestado, su comportamiento animal los empuja a confiar en esta primera criatura.
Los dragones rosados nacen, como todos los dragones cromáticos, de huevos. Estos deben ser incubados a una temperatura cálida pero no excesiva. Una vez el huevo eclosiona, los dragones rosados percibirán como su madre a la primera criatura que vean, con independencia de la raza. Aunque son plenamente conscientes de la imposibilidad de que, por ejemplo, un humano pueda haberlos gestado, su comportamiento animal los empuja a confiar en esta primera criatura.
El vínculo
Leumund indica varias veces en sus crónicas la importancia de sostener una estrecha relación con estas criaturas si se pretende que estas luchen codo con codo por los mismos intereses que su jinete. Aunque más dóciles que el resto de dragones cromáticos, los dragones rosados no eliminan por completo de sus genes el espíritu independiente de estas criaturas. Es por ello que, si se quiere dar órdenes a estos dragones, deben ser ellos también los que quieran ayudar.
Para formar un vínculo fuerte, Leumund propone un simple sistema de recompensas. Dado el carácter avaro de los dragones y su propensión a acumular riquezas, el jinete sugiere recompensar la obediencia de las criaturas con un objeto de valor.
Sin embargo, el jinete también advierte que esto puede resultar costoso con el tiempo si no se hace correctamente: premiar la conducta con monedas de oro, por ejemplo, puede derivar en una pobreza extrema. En su lugar, Leumund propone otra solución: usar la moneda de menor valor posible como premio y reservar las divisas más valiosas para grandes éxitos. Compartir el botín y tesoros no es una solución inteligente, dice, pues el dragón tenderá a acapararlo por completo y se enfadará si alguien reclama su parte.
Siendo una raza inteligente, no se recomienda intentar convencer al dragón de que cierto objeto sin valor es en realidad muy preciado. Una piedra es una mera piedra y el reptil verá que esta no es valiosa tan pronto vea que las mercancías se pagan con otros objetos. Timar al dragón puede acarrear dramáticas consecuencias que comprenden desde su partida hasta reacciones violentas.
Leumund indica varias veces en sus crónicas la importancia de sostener una estrecha relación con estas criaturas si se pretende que estas luchen codo con codo por los mismos intereses que su jinete. Aunque más dóciles que el resto de dragones cromáticos, los dragones rosados no eliminan por completo de sus genes el espíritu independiente de estas criaturas. Es por ello que, si se quiere dar órdenes a estos dragones, deben ser ellos también los que quieran ayudar.
Para formar un vínculo fuerte, Leumund propone un simple sistema de recompensas. Dado el carácter avaro de los dragones y su propensión a acumular riquezas, el jinete sugiere recompensar la obediencia de las criaturas con un objeto de valor.
Sin embargo, el jinete también advierte que esto puede resultar costoso con el tiempo si no se hace correctamente: premiar la conducta con monedas de oro, por ejemplo, puede derivar en una pobreza extrema. En su lugar, Leumund propone otra solución: usar la moneda de menor valor posible como premio y reservar las divisas más valiosas para grandes éxitos. Compartir el botín y tesoros no es una solución inteligente, dice, pues el dragón tenderá a acapararlo por completo y se enfadará si alguien reclama su parte.
Siendo una raza inteligente, no se recomienda intentar convencer al dragón de que cierto objeto sin valor es en realidad muy preciado. Una piedra es una mera piedra y el reptil verá que esta no es valiosa tan pronto vea que las mercancías se pagan con otros objetos. Timar al dragón puede acarrear dramáticas consecuencias que comprenden desde su partida hasta reacciones violentas.
Nido
Pese a que pueden volar sin problemas y, por lo general, sus cuerpos son todoterreno, los dragones suelen construir su guarida o nido en una posición fija y pasan ahí el resto de su vida, acumulando tesoros y posesiones. Solo rara vez se alejan de estos lugares para aparearse o hacer frente a una amenaza.
Siendo consciente del estrés que puede causar en un dragón una vida más nómada, Leumund propone construir, en el caso de los dragones jóvenes, un habitáculo que poder transportar con caballos en el cual el dragón pueda guarecerse como si se tratase de su guarida.
Esta opción, sin embargo, es totalmente temporal, pues con el crecimiento del dragón y la acumulación de riquezas esta guarida resulta totalmente insostenible. Es conveniente utilizar el tiempo durante el cual es dragón está creciendo para reeducarlo e intentar que este pase a una vida menos sedentaria. Solo de este modo el jinete puede asegurarse de que el dragón no se sentirá oprimido al quedar privado de un hogar fijo.
Pese a que pueden volar sin problemas y, por lo general, sus cuerpos son todoterreno, los dragones suelen construir su guarida o nido en una posición fija y pasan ahí el resto de su vida, acumulando tesoros y posesiones. Solo rara vez se alejan de estos lugares para aparearse o hacer frente a una amenaza.
Siendo consciente del estrés que puede causar en un dragón una vida más nómada, Leumund propone construir, en el caso de los dragones jóvenes, un habitáculo que poder transportar con caballos en el cual el dragón pueda guarecerse como si se tratase de su guarida.
Esta opción, sin embargo, es totalmente temporal, pues con el crecimiento del dragón y la acumulación de riquezas esta guarida resulta totalmente insostenible. Es conveniente utilizar el tiempo durante el cual es dragón está creciendo para reeducarlo e intentar que este pase a una vida menos sedentaria. Solo de este modo el jinete puede asegurarse de que el dragón no se sentirá oprimido al quedar privado de un hogar fijo.
Aprendizaje
Los dragones rosados son criaturas sumamente inteligentes. Su capacidad para comprender conceptos y aprender de los mismos los convierte en esplendidos discípulos. Pese a estar limitados por su fisionomía y ser incapaces de ser introducidos en los caminos de la magia, sí que puede resultar interesante para ciertos jinetes practicar maniobras, simular combates o simplemente volar juntos con asiduidad. Estas experiencias serán enriquecedoras para las dos partes y favorecerán que, en las situaciones más críticas, jinete y dragón conozcan perfectamente los límites de cada uno.
Conversar habitualmente con el dragón también se postula como una actividad recomendable. El conocimiento general del mundo puede hacer que el animal gane interés en ciertos temas o conciba la realidad en base a ciertos patrones. Muchas veces, el miedo deriva del desconocimiento, por lo que dejar que el dragón crezca no solo físicamente sino también mentalmente puede contribuir a hacer que este se convierta en un defensor de la vida y no en la criatura feérica que muchos creen.
Los dragones rosados son criaturas sumamente inteligentes. Su capacidad para comprender conceptos y aprender de los mismos los convierte en esplendidos discípulos. Pese a estar limitados por su fisionomía y ser incapaces de ser introducidos en los caminos de la magia, sí que puede resultar interesante para ciertos jinetes practicar maniobras, simular combates o simplemente volar juntos con asiduidad. Estas experiencias serán enriquecedoras para las dos partes y favorecerán que, en las situaciones más críticas, jinete y dragón conozcan perfectamente los límites de cada uno.
Conversar habitualmente con el dragón también se postula como una actividad recomendable. El conocimiento general del mundo puede hacer que el animal gane interés en ciertos temas o conciba la realidad en base a ciertos patrones. Muchas veces, el miedo deriva del desconocimiento, por lo que dejar que el dragón crezca no solo físicamente sino también mentalmente puede contribuir a hacer que este se convierta en un defensor de la vida y no en la criatura feérica que muchos creen.
Cuidado
Los dragones rosados tienden a acicalarse en sus ratos libres o para relajarse. Durante los altos en los viajes, de ser posible, se recomienda localizar una fuerte a agua natural tan pura como sea posible y dejar que el dragón se duche regularmente.
En caso de percibir un cambio en la coloración de sus escamas, es esencial revisar la dieta del dragón. Estos animales son carnívoros, y se les debe dar una media de 30kg de carne al día por lo menos en sus primeras décadas de vida. Esta cantidad aumentará con el propio peso del dragón.
Los dragones rosados tienden a acicalarse en sus ratos libres o para relajarse. Durante los altos en los viajes, de ser posible, se recomienda localizar una fuerte a agua natural tan pura como sea posible y dejar que el dragón se duche regularmente.
En caso de percibir un cambio en la coloración de sus escamas, es esencial revisar la dieta del dragón. Estos animales son carnívoros, y se les debe dar una media de 30kg de carne al día por lo menos en sus primeras décadas de vida. Esta cantidad aumentará con el propio peso del dragón.
Tipo
Manual, Professional Skills
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