Durante los cinco años siguientes a su ascenso a darh, Albach intentó reparar las relaciones con los carmaenses y unir su territorio al suyo. Aprobó leyes que prohibían la compra de nuevos esclavos, permitió a los carmaenses comprar la libertad de sus compatriotas e instauró un impuesto a la esclavitud para fomentar la contratación de trabajadores libres. Aunque hubo reticencia y gran resistencia a estas nuevas leyes, la atención del Emperador hacia la Frontera Salvaje y el poder de Albach (respaldado por los locales), hicieron que a los condes les resultara imposible resistirse a los acontecimientos.
En el año 937, décimo aniversario de la Guerra de las Cenizas Ardientes, Albach acabó con la esclavitud en la península de Sunah. Negoció una serie de tratados con los carmaenses marcando un plazo para la emancipación oficial del resto de esclavos. Cada propietario recibiría una compensación en tierras o dinero según la cantidad de esclavos que liberara. Si no obedecían, los esclavos les serían retirados y pagarían una multa sustanciosa. A cambio de esto, los carmaenses abrieron rutas comerciales en el bosque de Shag-Dagath y permitieron que los sunitas vivieran y se acercaran a las zonas donde tenían sus ruinas sagradas, aunque no podían, bajo ningún concepto, entrar en las ruinas. Como gesto final de buena voluntad, Albach liberó al hanu Fiagh, alegando que ya había sufrido suficiente por sus actos.
El emperador, al ver que había perdido completamente el control de la península, ideó un plan para conseguir de nuevo su suministro de artefactos antiguos. Contactó con los condes que estaban sufriendo bajo la soberanía de Albach y los convenció para que contrataran agentes para el saqueo de las ruinas. Al principio lo llevaron en secreto, pero con el tiempo se fueron descuidando y al final los descubrieron. Esta violación de los tratados incitó de nuevo a los carmaenses a cometer actos de violencia mientras Albach investigaba quien se había beneficiado de los saqueos.
Con la ayuda de los líderes carmaenses, Albach encontró pruebas que apuntaban al emperador como origen de los asaltos. Ese fue el comienzo del fin de la soberanía imperial sobre la península de Sunah. Durante los siete años siguientes, Albach y el emperador aplicaron tácticas políticas, económicas y militares para conseguir la ventaja sobre el otro. En el año 943, Albach declaró que la península de Sunah ya había soportado suficiente. El poder del emperador dejaría de ser reconocido: ahora, la península de Sunah región libre que se autogobernaría. Y así comenzó la Guerra de la Primera Fragmentación, que duró cinco años.
El resultado final de la guerra fue la libertad para Sunah y, aunque el darh Albach nunca vivió para ver el fin, las gentes de Sunah lo consideran el fundador del país.
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