Antulasta

Se trata de una planta medicinal de tercera categoría bastante común, dada su versatilidad a la hora de la curación. La antulasta tiene propiedades tanto analgésicas como antiinflamatorias, y puede prepararse y emplearse de diversas formas, ya sea envolviendo una herida con sus hojas a modo de venda, triturándola para añadirla a un jarabe o machacándola para extraer su aceite y hacer con él un relajante muscular.
Suele crecer en zonas pantanosas y oscuras, y se caracteriza por el color violáceo de sus hojas, salpicado por motas verdes. Se encuentran en grandes cantidades, por lo que su precio es asequible y su comercialización muy habitual. Además, también hay quienes recogen sus semillas y las plantan en sus propios huertos, emulando las condiciones naturales necesarias para que la semilla germine.
Fue descubierta por un alquimista del Imperio, Juzhu Erbiáng, después de perderse en una zona boscosa y caer por un terraplén, provocándose un esguince en el tobillo. Después de comprobar que aquella planta tenía propiedades curativas, decidió extraer algunas muestras y analizarlas en su laboratorio. Comenzó a crear distintas medicinas muy efectivas con la antulasta, y más tarde se desveló cuál era el secreto. La antulasta comenzó a buscarse y a comercializarse, y el negocio de este alquimista cayó en quiebra.
De entre las innumerables recetas que incluyen esta planta, destacan: vendajes de antulasta, prensando las hojas y bañándolas en el aceite que se extrae de ella misma de nuevo; jarabe de antulasta, mezclado con otros dos ingredientes, se emplea para apaciguar dolores internos, así como mareos y fatigas, y malestar en general; unto de antulasta, con el aceite que se extrae de las hojas de la planta se hace un mejunje con el que se engrasa una zona inflamada o dolorida para paliar la molestia; jugo de antulasta, empleado para evitar infecciones y limpiar heridas;