Muerto de poder (Publicado el 01/12/2021 | ⭐)
Y la vida de Minos
Muerto
de poderCapítulo 1: Felizmente muerto
—¡Mátame aquí si eres tan valiente!— el general del clan Kontotsi se gira a mirarme.— ¿A qué no te atreves a matarme delante de un dios?
—¿Crees que me importa que el dios de la guerra vea cómo mato a mi enemigo?— en realidad tiene razón, Ares seguramente se está alegrando de lo que está pasando aquí ahora. Al fin y al cabo es el señor de la guerra.— Te mataré aquí mismo mientras Ares observa como manchas el campo de rojo.
Así que así es como voy a terminar, tirado en medio de un campo mientras el resto del archipiélago piensa que todos nosotros somos unos ineptos, incapaces de ni siquiera poder dirigir una revolución. Al menos moriré con honor.
—Si estás intentando burlarte de mí antes de mi muer…— el dolor me corta antes de terminar la frase. Intento levantarme para, al menos, morir de pie, pero mis rodillas fallan y con ellas el resto de mis piernas.
—Esto parece digno de una buena comedia: “El gran general amýgdalo se cae antes de morir”— mientras decía esa frase él acercaba lentamente su espada hacia mí.
Me siento impotente, sin fuerzas para hacer nada, solo quería que esto acabara lo antes posible.
Y así fue, antes de que pudiera decir algo más caí derrotado al suelo, al menos en mis últimos momentos de vida pude observar las anémonas que brotaban del suelo en busca de la luz del sol.
—¿Sabes qué?— podía escuchar una leve voz, pero era incapaz de entender lo que decía.— Serás un traidor e un general incompetente, pero lo que no te falta es valor.—
¿Estaba hablando conmigo o consigo mismo? Fuera como fuese no importaba, estaba demasiado débil como para responder. Podía sentir como se me cerraban los ojos poco a poco hasta que las anémonas se sustituyeron por oscuridad, una silenciosa y eterna oscuridad.
Capítulo 2: El principio de una masacre
Esta calle siempre ha sido concurrida por cientos de personas al día pero cada día puedo notar algo distinto en ellas. Son cada vez más distintas entre ellas, no todas son personas de nuestras islas; vienen de todas partes del archipiélago y eso, aunque es algo positivo para nosotros, me aterra. Las personas que vienen a conocer nuestra cultura son las mismas que se dedican a esparcir mentiras sobre nosotros, me repugna el solo hecho de pensar en aquellas blasfemias. Sin embargo, cuando entran a nuestros templos o en nuestras ciudades, se quedan maravillados por la belleza de estos. Parece que soy el único que se da cuenta; nos odian, nos quieren muertos, no pueden aceptar que una colonia de una de las familias menos conocidas del parlamento sea más bella que otras más conocidas.
—¿Estás bien?— miro a mi esposa, se está preocupando demasiado por mí, como siempre.
—Estoy bien, solo pienso en cuánta gente hay hoy aquí.—
—Tienes razón, últimamente viene mucha gente de todas las Islas de las Nueces a visitarnos. Nunca había visto nada parecido.—
Puede ser que no lo hayas visto porque nunca sales de Aristopia. Sinceramente me irrita que hable sin saber, no puedes opinar sobre algo si es la primera vez que lo ves.
—Vámonos a casa— ella no me hace caso, está embobada mirando el ambiente en el mercado.— ¡Nos vamos a casa ya!—
—Pero no he terminado…—
—¿Te he preguntado tu opinión?— estaba tan irritado que no me importaba herirla con tal de que me hiciera caso.— ¡Nos vamos a casa aunque no hayas terminado de comprarlo todo! Ya lo comprarás en otro momento.—
—Tienes razón— por muchas discusiones que tuviéramos yo siempre las ganaba, porque sabía que pasaría si no lo hacía.— El mercado no va ha desaparecer.—
Cuando llegamos a nuestro hogar ya había reflexionado lo suficiente sobre esta idea. Estaba lista, solo tenía que presentarla a Karolos, el jefe del Clan Kontou en Dídyma Amýgdala. ¿Qué podría salir mal? Soy el líder del ejército de Dídyma Amýgdala, yo tengo mucho más poder que él y sé lo que es mejor para nosotros, nadie más. No merecemos esto, no tendríamos que depender de nadie. Nunca.
Capítulo 3: La locura y la muerte
—No— Karolos me miraba como si estuviera loco.— No voy a permitir que dos diminutas islas se separen del resto del archipiélago. ¿Cómo se te ocurrió tal locura?—
Sabía que esto iba a pasar, todos en estas malditas islas hacen solo lo que les conviene. Nunca piensan en los demás y si tienes una opinión distinta, te intentan silenciar. No puedo esperar a ver las miradas del resto de personas cuando se enteren de esta conversación.
—¿Acaso no te das cuenta de lo que estás haciendo Karolos?— estaba a punto de entrar en pánico, sentía que me iba a caer en cualquier momento.— ¡Nos estás prohibiendo que seamos lo que queremos!—
—¿Estás diciendo que la mayoría de la población de Dídyma Amýgdala está de acuerdo con tus ideas?—
—Nunca he dicho tales palabras— si que lo había hecho, ¿en qué estaba pensando? Karolos sabe bien que nadie estaría de acuerdo conmigo— ¡Estás poniendo palabras en mi boca que nunca dije! No tengo tiempo para hablar con un mentecato como tú.—
—Minoas ten cuidado, otras personas te matarían ahora mismo por lo que acabas de decir, pero yo no me puedo permitir asesinar al jefe de una islas tan prósperas.— podía ver una sonrisa en su cara, se estaba burlando, ¡esté inútil se estaba burlando de mí!— Esta será la primera y última advertencia que te doy, la próxima no tendré problemas en matarte y hacer parecer que te caíste por un barranco o algo parecido. Ahora vete.—
Así sin más, Karolos me acababa de amenazar de muerte, pero me había dado una gran idea sin que él lo supiera.
Si la población de mis islas estuviera de acuerdo conmigo él tendría que aceptar nuestra solicitud, pero el mismo lo había dicho, nadie en su sano juicio estaría de acuerdo. Necesito convencerlos a que voten a favor; podría matar a los que estuvieran en contra, pero eso mancharía mi reputación. Hay que ser más sutil, no se tienen que dar cuenta que están obligados a estar a favor, y creo que sé cómo hacerlo.
Capítulo 4: Templo de cobras
El templo de Polemos seguía igual de bello que siempre, con todos los adornos e imágenes de Ares y Atenea, no puedo creer que estos dioses no sean tan adorados en otros lugares.
—Minoas, veo que estás igual de impresionado que de costumbre.— el sumo sacerdote del templo de Polemos, siempre tan amable como de costumbre.— ¿Aunque no has venido aquí solo para admirar el templo verdad?—
—Me conoces demasiado, he hablado con los representantes de cada pueblo, ciudad y templo de Dídyma Amýgdala para reunirnos aquí y aparte, me gustaría que usted también asistiera.—
—¡Menudo honor Minoas! Por supuesto que asistiré. Deja que te acompañe a una sala apartada del resto.—
—No hace falta, me conozco este templo de memoria.—
Pasaron los minutos hasta que se convirtieron en horas, no entiendo como pueden ser tan impuntuales, al menos sé que va a venir tarde o temprano, saben lo que pasará si no lo hacen.
He perdido la cuenta del tiempo que llevo aquí sentado, al menos ya estamos los cinco reunidos.
—Señores, antes de empezar me gustaría que cada uno se presentara para que todos sepan quién es quién.—
—Empezaré yo, mi nombre es Pavlos Conteas y vengo en representación de Outopia.—
—Bien, seguiré yo, mi nombre es Petros, soy el sumo sacerdote de Kóri tis Gis.—
—Soy el representante de Pequeña Alieía y las personas me suelen llamar Sak.—
—Por último estoy yo, el sumo sacerdote del templo en el que nos encontramos. Hace tanto tiempo que nadie dice mi nombre que me he olvidado de él. Minoas, te doy la palabra.—
—Gracias, a mí me conocen todos así que no voy a presentarme.— por supuesto que me conoces, soy el gran Minoas, líder del ejército de Dídyma Amýgdala, aunque me hubiera gustado decir esas palabras, me contuve.— Les he reunido aquí para comentarles el siguiente problema. Saben que desde hace unos meses hemos sido capaces de producir para nosotros mismos. No nos hace falta nadie más para mantenernos. Por eso considero que deberíamos ser considerados una nación fuera de las Islas de las Nueces, sin embargo al hablar con Karolos, jefe del clan Kontou, me ha prohibido hacer esto. Por eso me gustaría realizar una votación entre nuestros pueblos, pero nadie en su sano juicio estaría a favor.—
—¿Y ahí es dónde entramos nosotros?—
—Exactamente Sak. Quiero que cada uno de vosotros se asegure de convencer a las personas de que la independencia es una buena idea, pero hay que hacerlo de una forma sutil, nada de amenazas de muerte o asesinatos. Solo permitiré que los sacerdotes digan que Deméter, Ares y Atenea están de acuerdo con esta idea y que los representantes de los distintos pueblos den discursos de cómo nuestra economía es increíblemente buena.— se estaba repitiendo la misma situación que con Karolos, no podía aguantar más los nervios.— ¿Qué opinan?
—Estoy de acuerdo con Minoas,— Pavlos fue el primero en hablar y, gracias a Ares que fue a mi favor.— Tenemos los medios para abastecernos por nuestra cuenta.
—Nosotros, los sacerdotes, no tenemos mucha experiencia en la política, pero tanto Petros como yo estamos seguros que si Minoas cree que debemos ser independientes, nosotros haremos lo que él quiera.— Petros asintió para que supiéramos que estaba de acuerdo.—
—Minoas, ¡te has vuelto loco! Pequeña Alieía necesita al resto de islas para sobrevivir. Si nos independizamos mi pueblo entero desaparecerá.—
—Sak, el hecho de independizarnos no va a afectar al comercio. ¿Crees que no lo he pensado antes?—
—Sí que va a afectar, el resto de islas va a negarse a comprar mis productos. No creo que lo hayas reflexionado lo suficiente.— tenía razón, el resto de las islas se negarán a comerciar con nosotros.—
—¡Sak, deja de pensar en cualquier cosa que podría salir mal! No va a pasar nada si lo hacemos de la forma correcta.—
—¿Y acaso sabes cual es la manera correcta de hacerlo? Yo me voy, no voy a participar en esto.—
Sak se levantó dispuesto a irse, sin embargo el sumo sacerdote le prohibió el paso.
—Sak, no creo que sea tan sencillo, ¿verdad Minoas?—
—Exacto. Sak, si te vas nos vas a tener que prometer algo.—
—¿El qué exactamente?—
—Si decides no colaborar, tendrás que prometer que no nos vas a delatar, o habrán consecuencias.—
—Por favor, qué vas a hacer, ¿matarme?—
—Es una opción.— la expresión de Sak pasó al terror más puro.— ¿Prometes no decir nada?—
—¡Sí! Lo prometo.—
—Bien, ahora puedes irte.— Sak no dudó en salir de la sala en cuanto se le dio la opción.
—Gracias a todos, ahora me dirigiré a Aristopia para hablar con Karolos para que la votación se lleve a cabo. Una vez que esté todo organizado, se anunciará por todas las dos islas.—
Estaba delante de la casa de Karolos, solo tenía que hacer que uno de sus múltiples esclavos le hiciera llamar para comentarle que organizara la votación, pero de repente me asaltaron las dudas, ¿qué pasaría si la rechaza? ¿Cómo va a reaccionar? Antes de que pudiera responder a esas preguntas, Karolos se encontraba detrás mía.
—No te esperaba aquí Minoas, ¿qué es tan importante para que vengas a mi casa a buscarme?—
—Karolos, me gustaría que consideres la opción de realizar una votación entre los ciudadanos sobre la situación que te comenté.— ¿por qué dije eso? Podría haberle dicho la situación más detalladamente pero no, tuve que hacerlo como si fuera un acertijo.—
—¿Sabes que si hago la votación la mayoría votará en contra no?—
—Ahí te equivocas, yo sé lo que es mejor para nosotros.— esa frase fue seguida por un incómodo silencio hasta que Karolos dijo, al fin, su decisión.—
—Vale, será divertido ver tu cara de decepción cuando veas que yo tengo razón.— ha aceptado, ¡Karolos acaba de aceptar el hacer una votación.— La votación se hará en 2 semanas. Que sepas que lo espero con ganas.—
Me alejé lo antes posible mientras seguía sin creer lo que acababa de pasar. Aunque lo había aceptado seguía estresado, tanto que no pude evitar expulsar mi estrés en forma de comida medio digerida.
Capítulo 5: Loco por el poder
Han pasado tres días desde que se celebró la votación y, por lo que he observado, cada uno de los asistentes a mi reunión cumplió su palabra. Solo necesito esperar a que Karolos nos comunique el resultado.
—Minoas— la voz de Karolos me sacó de mis pensamientos.— ¿Podríamos hablar un momento? Me gustaría comentarte algo sobre la votación.—
Karolos ya sabía los resultados y me los iba a decir, él sabía que yo tenía razón y por eso quería decírmelo en privado.
—Minoas, tengo los resultados de la votación y, antes de nada, quiero que sepas que esto no va a afectar la manera en la que veo. Siempre serás el líder del ejército.— ¿por qué me estaba diciendo esto? ¿Perdí o gané?— Has perdido Minoas, yo tenía razón.—
—Pero…, eso no puede ser. Tiene que ser un error, algo ha pasado, ¡tengo razón!— Karolos levanta la mano para hacerme callar, igual que cuando le comenté la idea por primera vez.—
—¡Minoas! Todo el mundo quiere que Dídyma Amýgdala siga siendo parte de las Islas de las Nueces. ¿Por qué creías que sería diferente?—
—¡Porque había hecho un trato con todos los pueblos!— oh no, acaba de decirlo en alto. ¿Cómo reaccionará Karolos?—
—¿Perdón? ¡En serio estabas tan empeñado en esto que hiciste un trato con el resto de pueblo! ¿TE HAS VUELTO LOCO?— Karolos estaba enfurecido, él sabe que yo soy un obstinado, pero no que preferiría sabotear unas votaciones a aceptar mi derrota.— Minoas, esta vez has ido muy lejos. Esta será la primera y última vez que harás algo parecido son consecuencias. Ahora veté antes de que cambie de opinión.—
Karolos me había dejado ir aún sabiendo lo que había pasado. Su amenaza estaba en segundo plano en mi mente; incluso la votación le dio la razón a Karolos. Sí Karolos iba a aceptar el resultado, habría que recurrir a soluciones más drásticas. Karolos no sabía lo que decía, yo sí lo sé. Yo debería ser el que liderara las islas, no un inútil clan desconocido en todo el archipiélago. ¡Yo sé lo que es mejor para nosotros!
Para conseguir el bien común tendré que recurrir al único grupo de hombres en los que puedo confiar.
Todo mi ejército me dio la bienvenida, como siempre. Me tienen en alta estima, será fácil convencerles.
—Queridos compañeros— empecé a hablar sin siquiera antes saludarles.— Como sabrán, se celebró una votación sobre la independización de Dídyma Amýgdala y Karolos me ha confirmado mis peores temores, la propuesta fue rechazada.—
—Señor, ¿a qué se refiere con sus peores temores?— mis soldados, aunque son habilidosos en el campo de batalla, no son las personas más brillantes en el archipiélago.—
—Soldado, yo fui quien propuso la votación. Dídyma Amýgdala es capaz de mantenerse por sí sola, no necesita la ayuda de nadie. Sin embargo, parece que no todo el mundo opina igual que yo.— todos me miraban asombrados, no podían creer que yo, el gran Minoas, hubiera conseguido convencer al energúmeno de Karolos.— Antes de continuar quiero preguntaros, ¿estaréis conmigo sin importar lo que pase?
—¡Sí!— dijeron todos a la vez.
—Vale, tengo un plan. Primero invitaré a Karolos a mi casa mientras tres de vosotros os escondéis hasta que os llame; después mataremos a Karolos y cuando el archipiélago esté en caos, me elegirán a mí como líder temporal hasta que llegue otro representante del clan Kontou; por último reclutamos a cada hombre de Dídyma Amýgdala en el ejército y declararemos la guerra por nuestra independencia. ¿Alguna pregunta?
Silencio absoluto, nadie se atrevía a decir nada, estaban demasiado impresionados por un plan tan brillante como el mío.
—Entonces, ¿estáis conmigo?—
—¡Siempre!— gritaron todos al unísono. El plan estaba hecho, solo hacía falta llevarlo a cabo y para eso hacía falta librarse del escollo de Karolos.—
Capítulo 6: Llamas de esperanza
Uno de mis esclavos le había comentado a Karolos mi invitación hoy al atardecer, solo hacía falta que Karolos asistiera. Estaba nervioso, iba a asesinar a un hombre en mi casa, había decenas de situaciones posibles, pero solo en una yo ganaba. Antes de lo que esperaba Karolos apareció en la puerta de mi casa.
—¡Bienvenido Karolos!— invité a Karolos a pasar para que se sentara mientras hablábamos.— Toma asiento en lo que voy a comprobar algo, espero que no sea muy impaciente.—
Algunos de mis soldados me esperaban en la sala justo detrás de Karolos, iba a darles la señal. Tenían que atar a Karolos para luego matarle.
—Disculpa la espera Karolos, todo está en orden.— Karolos no parecía preocupado, se fiaba de mí a pesar de lo sucedido estos días.— ¡Ahora!—
Antes de que pudiera reaccionar, Karolos fue atado sin dejarle la posibilidad de escapar. Yo tenía un saco que até al cuello de Karolos hasta que su respiración paró y, al fin, murió.
—¿Qué hacemos ahora general?—
—Ahora esperaremos a la noche y nos desharemos del cuerpo, luego me elegirán cómo líder temporal de Dídyma Amýgdala y la guerra empezará, la guerra por nuestra libertad.—
Todo fue según lo planeado, nos deshicimos del cuerpo de Karolos y, luego de varios días, lo dieron por desaparecido y yo fui elegido como líder Dídyma Amýgdala en lo que algún representante del clan Kontou aparecía.
Cómo líder tengo que llenar de esperanza a mi pueblo, por eso he preparado un discurso para, a parte de ganar popularidad, anunciar que todos los hombres que no sean importantes para el gobierno serán reclutados en el ejército. Esto dará comienzo a la fase 2, la preparación. Solo tengo que ir a la plaza de Aristopia y recitar mi discurso.
—¡Querida población de Aristopia! Soy Minoas, general del ejército de Dídyma Amýgdala y líder temporal de estas islas. Estamos pasando por tiempos de pérdida, pero no podemos ser débiles en estos momentos. Desde hoy todo barco de fuera de Dídyma Amýgdala que se acerque será destruido, por este motivo he decidido que cada hombre en estas islas sea reclutado en el ejército, serán avisados una vez que sean necesarios, pero esperemos que eso no sea necesario. Ahora debo retirarme. Adiós.—
No hubo ninguna reacción por parte de mi pueblo, solo me miraron y ya. Podría haber salido mejor, podrían haber gritado de emoción por mí, pero no lo hicieron. No es que importara, serían obligados a obedecerme, les gustase o no. Ahora había que esperar a que un barco se acercara para empezarlo todo.
Solo hubo que esperar un par de días, los soldados localizados en el puerto sur de Aristopia avistaron un barco, probablemente venía con motivos comerciales. No dudaron en avisarme para que asistiera al espectáculo.
—¿Qué hacemos Minoas?— esa era su mejor pregunta, preguntar una duda sin sentido.—
—¿Crees que he cambiado de opinión estos últimos días? Que un barco armado desembarque ya.—
—A sus órdenes general.—
Fue un espectáculo maravilloso, ver como el indefenso barco se llenaba de llamas hasta que, al final, se hundió en las profundidades del mar. Con esto empezó todo, empezó la guerra.
Capítulo 7: Guerra o muerte
Hoy es un día muy extraño, uno de nuestros barcos comerciales ha sido destruido en su camino hacia Dídyma Amýgdala, el caos se ha esparcido por todo el parlamento. No sabemos qué ha pasado, a parte de la desaparición de Karolos pero hoy se decidirá el destino del archipiélago. Solo tengo que entrar y aguantar durante varias horas discusiones entre clanes.
—¿Dimos Antonou? ¿Del clan Kontotsi?— de alguna manera el censor conseguía ignorar el murmullo para comprobar que solo entraban miembros del parlamento.—
—Sí.— asintiendo, me señala al sitio vacío que hay entre los miembros del clan Kontotsi como si me hubiera olvidado de dónde me tengo que sentar.
—Ahora que estamos todos presentes, me gustaría comentarles la situación. Nos han llegado terribles nuevas desde Dídyma Amýgdala. Aparentemente un régimen radical ha impuesto sus ideales militaristas y fuertemente independentistas hasta el punto de ordenar el hundimiento de un barco mercader Nueznauta. El homicidio indiscriminado e injustificado de 7 ciudadanos y 23 esclavos completamente desarmados; llamamos oficialmente por tanto desde la presidencia de esta muy honorable Cámara a la unidad parlamentaria por una vez entre mil contra esta amenaza.—
—¡Esto es horrible!— el clan Kontou estaba en pánico, no sabían qué hacer.— ¡Tenemos que elegir a alguien de nuestro clan para que ponga fin a esta locura!—
—Eso no servirá de nada.— el clan Mundotis, en cambio, estaba más tranquilo.— En cuanto llegué allí lo matarán, tenemos que cortar el problema de raíz, matar al actual líder.
—Por favor, sois demasiado débiles.— en cambio mi clan, el clan Kontotsi, quería una solución más drástica.— Tenemos que borrar el archipiélago del mapa, necesitamos una guerra, no un asesinato.—
El resto de clanes no querían opinar, solo querían que se realizara una votación y que todo acabara.
Luego de discusiones y murmullos, se celebró la votación y, a sorpresa del clan Mundotis, la propuesta de mi clan ganó. Nos vamos a la guerra, una guerra en contra de un loco.
Capítulo 8: Asesinado por la humillación
Han pasado varios días desde la destrucción del barco y aún no sabemos cómo ha reaccionado el parlamento de las Islas de las Nueces. Cada día que pasa es un infierno para mí, pero hay que estar preparados. Se ha llamado a todos los hombres para que entrenen y se preparen para una posible guerra.
—General— una molesta voz me sacó de mis pensamientos.— Se han avistado varios barcos Nueznautas en la zona occidental de la Almendra Mayor.—
—¿Y qué? Destruirlos cómo al anterior.—
—Ya lo hemos intentado, pero el barco está armado.— eso cambiaba la situación, el parlamento quería guerra e iba a empezar por destruir a nuestro ejército.—
—¿Qué es lo que quiere ver?—
—Los barcos, quiero ver cómo nuestra flota los destruye.—
Llegamos a la fortaleza y ahí pude verlos, unos enormes barcos se acercaban hacia nosotros y nadie estaba haciendo nada para evitarlo.
—¿Por qué está todo el mundo mirándolos? ¡Que salga la flota y los destruya!—
—General, no tenemos flota.— ¿Cómo no íbamos a tener flota? Había varios barcos listos.— Cuándo le dije que ya lo habíamos intentado, me refería a que sacamos a nuestra flota y fue totalmente aniquilada.—
—¡Y porqué no me lo dijiste antes estúpido!— debía mantener la calma, un general nervioso no servía de nada.— Vale, nos retiraremos e iremos a los Campos Ensangrentados, allí será más fácil luchar.—
—Sin embargo está cerca de la capital, si somos derrotados será el fin de Dídyma Amýgdala.—
—No vamos a perder, somos mejores que ellos, es imposible.—
Así hicimos, reunimos a todo el ejército y, mientras nos alejábamos, podíamos ver como la fortaleza ardía en llamas.
Las marchas forzadas no era la actividad favorita de cualquier soldado, pero era la única opción en estos casos. A mitad de camino los ánimos empezaron a caer, si es que había para empezar.
—Deberíamos parar y descansar.— Eso es lo que todo el mundo quería, pero yo no, hacía falta llegar a nuestro destino antes de descansar.—
—No, si paramos será nuestro fin.—
—Pero Minoas…—
—¡He dicho que no vamos a parar!— nadie se atrevió a cuestionar mi decisión, ya sea por miedo o porque estaban de acuerdo.—
Ejército de Dídyma Amýgdala:
Llegamos cansados y sin ánimos, pero llegamos a los Campos Ensangrentado. Ahora teníamos que prepararnos para la batalla.
—Ahora descansad, pero recordad que nos persiguen y que en cualquier momento tendréis que salir a luchar…— antes de que pudiera terminar de hablar un grito se extendió por todo el campo; nuestros enemigos estaban aquí y nosotros no nos habíamos dado cuenta.—
—¡Minoas! ¿Qué hacemos?— no podía hablar, estaba sorprendido y, por primera vez, asustado por lo que pasaría. ¿Minoas?
—No lo sé, ¡no sé qué hacer! Esto me ha sorprendido— tenía que pensar, tenía que proteger a mi ejército.— ¡Qué todos los soldados intenten reunirse en el centro del campo!—
—¡Si hacemos eso seremos un blanco fácil para el enemigo!—
—¡Por última vez Nasos, no me contradigas nunca!—
—Esto es una locura, pero supongo que no tengo otra opción.— Nasos dio la orden, pero él decidió no seguirlo, en su lugar se dirigió directamente hacia el enemigo.— ¡No pienso quedarme aquí a ver cómo llevas tu ejército a la derrota!—
De esa manera todo mi ejército y yo nos dirigimos al centro del campo.
—¡Soldados! Nuestros enemigos nos han pillado por sorpresa, pero no todo está acabado. Tenemos que resistir.—
—¿Y cómo lo hacemos?— ya ninguno de mis soldados estaba de mi lado.— Te hemos seguido ciegamente durante todo tu plan, pero eso solo nos ha llevado a esta situación, a una guerra la cual vamos a perder.—
—¡Me habéis seguido porque creéis en mí! Si ya no lo hacéis os invito a seguir los pasos de Nasos e ir directamente al enemigo sin ningún tipo de plan y morir.—
—¡Con mucho gusto!— podía ver cómo todo mi ejército se dirigía al enemigo y me dejaba aquí, solo. Ahora tenía que esperar a que vinieran a por mí.—
Ejército del clan Kontou:
Esto sí que era extraño, el ejército de Dídyma Amýgdala se estaba dirigiendo hacia nosotros, pero no parecía que tuvieran ningún tipo de plan.
—¿Qué hacemos Dimos?— mi ejército estaba igual de desconcertado que yo.—
—Matadlos, no me importa lo que hagan, trátalos como los traidores que son. Yo me encargaré del general.—
Mientras dejaba atrás a mi ejército, podía vislumbrar al cabecilla de toda esta locura, Minoas, general del ejército de Dídyma Amýgdala. Sus soldados le habían abandonado, qué patético, lo único que merecía era una muerte rápida que le librara de esta humillación.
Minoas:
Mi ejército fue aniquilado casi al instante. Mientras observaba la masacre me di cuenta de que alguien se acercaba hacia mí, seguramente sería el general, el cual quiere ver de cerca mi muerte. Entonces, así es cómo voy a morir, en medio de un campo sagrado a manos de mi enemigo. Se fue acercando, cada vez más, hasta que lo último que escuche fue el sonido de un caballo, seguido por mi cuerpo cayendo al suelo.
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