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Dia 6 de Agosto del 837 S.E. - Garumon

Written by Halsam

General Summary

Garumon y los demás pasaron una tensa noche dentro de la casa desvencijada que usaban como refugio para esconderse de sus perseguidores, que era también el antiguo hogar del grupo en la que habían terminado por casualidad huyendo de las criaturas y la extraña apóstata orca. Phyrra había estado constantemente comprobando a través de las tapiadas ventanas las calles de alrededor mientras Lundor inquieto no paraba de andar de un lado a otro murmurando y maldiciendo por verse atrapado en medio de todo eso. Renaldo descansaba tranquilo en un lateral de la habitación sin decir nada, como era costumbre en él, mientras un desesperado y lúgubre Nerun se acurrucaba sentado en una esquina con la mirada fija en no se sabía dónde y totalmente tenso, ansioso por acabar con aquellos que habían asesinado a su hermano. Shura y el guardia superviviente habían estado intercambiando miradas entre ellos y vigilando a los demás de los cuales por razones obvias no se fiaban.   Despuntó el alba y con ello comenzó a caer una fuerte lluvia, justo cuando todos oyeron un estruendoso ruido, como de tablones rompiéndose, desde la parte de atrás de la casa, que era donde se ocultaba detrás de una vieja estantería la puerta trasera. Sin pensárselo, se pusieron todos en guardia mirando hacia la oscura entrada que daba a esa habitación. Con miedo y tensión, Nerun incluso ansioso de usar la primitiva lanza que había recuperado de una de aquellas criaturas, oyeron como una voz, que venía desde el cuarto que todos vigilaban, trataba de calmarlos para que nadie hiciera nada apresurado.   Una figura apareció, manos en alto mostrandose pacifico y aún más asegurandolo con sus palabras. Era un hombre humano bastante alto, de cabello corto pero copioso y un bigote que le daba a su cara cierta serenidad, vestía una armadura de cuero decorada en rojo y coronada con un broche en el pecho cuyo emblema Garumon no reconoció, pero parece ser que Shura si porque ella y el guardia bajaron el arma, aunque aun seguían desconfiando. Esto convenció a Garumon de tranquilizar al enano antes de que este saltara al cuello del extraño a acabar con su vida.   El extraño hombre se presentó como miembro de la Inquisición Mágica y les informó de que iba en busca de la apóstata, aunque no dio explicaciones de porque, salvo que formaba parte de un grupo peligroso y que había estado tras ellos desde hacía semanas. También les comento que las criaturas que usaba la apóstata se llamaban ensoñaciones, pero no dio más detalles sobre ellas o de donde habían salido. Se ofreció a ayudarles y estando en la situación que estaban no discutieron durante mucho tiempo si aceptaban su ayuda o no, además de que el Inquisidor logró convencer a Shura de que si el grupo hacia esto serían exonerados de todos los cargos y les dejarían en paz, a lo que ella insistio en que debían irse de la ciudad inmediatamente, lo cual aceptaron.   El plan tomó forma rápidamente. El inquisidor queria usar a Garumon como cebo, que según parecía era el objetivo de la apóstata, aunque desconocía los motivos por el que le buscaba, sospechaba que era porque hacia unos dias habia tenido un encontronazo con otro miembro del grupo de la apóstata y lo había dejado malherido. Al médico no le hacía gracia ser usado de cebo, pero todos vieron que tenían pocas opciones allí. Huir de la ciudad o seguir escondidos les ponía en peligro de ser encontrados tarde o temprano por esa apostata y además contar con un inquisidor instruido en la magia de su lado era una ventaja que debían aprovechar.   Así salieron a la calle, bajo la lluvia y la densa niebla que se había posado sobre las calles de forma antinatural y que junto al frío que hacía les ponía la piel de gallina a todos. Siguieron la ruta que les había recomendado el inquisidor, el cual esperaría oculto siguiéndoles a distancia prudencial, a que la apóstata picara el anzuelo para hacer acto de presencia y acabar con el asunto.   Al llegar el grupo a una pequeña plaza con un viejo pozo en el centro y rodeado de casas viejas típicas del pobre barrio de Shar Ond por el que se movían, no tardaron en ser emboscados por las criaturas, las cuales al principio solo oyeron saltar al embarrado suelo desde los tejados de las casas. Pronto las vieron salir de entre la niebla y sin pensárselo dos veces arremetieron contra ellas, con cierto éxito. Los tajos y lanzazos de todos eran bastante letales para las criaturas y las demás titubeaban y se retiraban ligeramente fuera de su alcance, pero cada vez saltaban y les rodeaban más criaturas. Fortesque tomó el liderazgo y los guió hasta una de las casas cercanas, donde Renaldo hizo muestra de su fuerza arrancando de cuajo de un empujón la cerrada puerta de la casa.   Al entrar Garumon se dio cuenta de que la casa estaba abandonada y apenas era un cuarto con algunos trozos de madera, sillas desvencijadas y una mesa pequeña, sin nada más útil a la vista. Algo cansados todos formaron en la entrada, manteniendo a raya a las criaturas que con chillidos y odio en sus extraños ojos trataban de entrar en la casa. Fortesque le dijo a Renaldo que atascara la entrada con la derribada puerta, arrancada de cuajo y aun entera. Este la cogió y con sus enormes manos la apoyó contra la entrada justo cuando un numeroso grupo de criaturas trataba de entrar. Que se apelotonaban contra la puerta ayudando a Renaldo a mantener la entrada cerrada a base de sostenerla con sus manos y su fuerza. Pero las lanzas de las criaturas atravesaban la débil madera y corría riesgo el gigante pelirrojo de ser alcanzado, además de que la improvisada barrera no aguantaría mucho. Justo entonces oyeron ruidos en el tejado, lleno de goteras, de patas correteando, arañando y tratando de abrirse hueco por las zonas más débiles.   Garumon, Nerun y Lundor consiguieron matar a alguna de esas criaturas a través de los agujeros que estaban abriendo rasgando la madera del techo, clavando las espadas sin miramientos, hasta que estas se retiraron. Mientras Renaldo, ayudado por Shura y el guardia que lanzaban estocadas entre los huecos de la entrada cuando alguna criatura intentaba entrar, aún aguantaban en la entrada de la casa, cada vez con más dificultad. Idearon entonces otro plan, dejar entrar una a una a las criaturas e ir abatiendolas mientras Renaldo volvía a bloquear y aguantar con la desvencijada puerta. No era mala idea, pero por desgracia la ejecución dejo mucho que desear, Renaldo no cerró la entrada de nuevo lo suficientemente rápido y varias de esas criaturas entraron, poniendo en riesgo a Phyrra que tuvo que ser salvada por Garumon, mientras Lundor no sabia que hacer y Nerun se abalanzaba acabando con dos de ellas. Cuando Renaldo logró poner la puerta de nuevo, con la ayuda de Shura y el guardia que le cubrían de los lanzazos, bloqueando la entrada tuvo que pegarse a ella para hacer más fuerza y recibió una herida en el estomago de un lanzazo que atravesó la puerta.   La situación se ponía cada vez peor, Renaldo herido se debilitaba, los demás sufrian del agotamiento de combatir, solo Nerun parecía dispuesto a seguir hasta el final y ansiaba dejar entrar a más de esas criaturas. Encima parecía que la apóstata no había picado en el anzuelo. Desesperados todos miraron a Fortesque, que parecía haberse vuelto el líder del grupo. Este decidió hacer una última estrategia desesperada. Renaldo empujaría con todos sus fuerzas para salir hacia fuera arrastrando a las criaturas con él. En el momento de confusión los demás aprovecharían para cargar sobre ellas.   Al principio funcionó, ya que pillaron desprevenidas a las criaturas justo después de que dieran uno de sus empujones y lanzazos a la cada vez más destrozada puerta. Cayeron de espaldas a la plaza entre el terreno embarrado y trataron de incorporarse sin éxito, porque justo entonces todos salieron cargando y derribando con lanzazos, puñales y espadas a cuanta criatura encontraran a su paso, gritando, renovados en sus esfuerzos por la furia de verse acorralados y dispuestos a vender cara su piel. Durante unos segundos las criaturas retrocedieron y se asustaron, pero pronto se recuperaron y empezaron a hacer retroceder al grupo que cada vez estaba más agotado a base de ver cada vez más y más criaturas. Fue entonces cuando se oyó una voz grave que les exigió que se rindieran de una vez. Las criaturas entonces se detuvieron, expectantes, y el grupo pudo vislumbrar a la apóstata detrás de todas las bestias que les rodeaban, justo al lado del pozo de la plaza. Esta les exigió rendirse y alzó la mano dispuesta a invocar otro de sus rayos. El grupo se preparó para lo que a todas luces parecía que iba a ser su último combate.   Entonces un lazo luminoso alcanzó desde uno de los tejados a la apóstata y la rodeó por completo, reteniendola e impidiendo que pudiera moverse o alzar ninguno de sus brazos, cayó al suelo inmovilizada y mientras el lazo seguía apretandose y avanzaba para inmovilizar la cabeza y silenciarla y ante la confusión de las criaturas, el inquisidor salto desde el tejado en medio de las criaturas y espada en una mano y en la otra sosteniendo una piedra de la cual salia ese lazo mágico, comenzó a acabar con ellas. El grupo se miro y no se lo pensó dos veces, todos cargaron contra el enemigo, Shura en cabeza con su guardia, abatiendo a varias de ellas con sus espadas, seguidos de cerca de Garumon y Nerun, este riendo e insultando a las criaturas, mientras Phyrra y Lundor se apoyaban el uno al otro e iban abatiendo monstruos también. Renaldo daba golpes con la mano libre que tenía, mientras con la otra se taponaba la herida en el vientre que le seguía sangrando bastante.   Así fue como el grupo acabó con la mayoría de los enemigos y los restantes salieron huyendo. Finalmente solo quedaron ellos y el inquisidor que se acercó a comprobar que su atadura mágica funcionaba, viendo a la apóstata tratar de zafarse de ella sin éxito en el suelo embarrado. Fortesque no se lo pensó dos veces y con un golpe de espada la dejó inconsciente. El inquisidor le agradeció sus servicios, retiro las ataduras y saco unas cuerdas que el médico uso en la apóstata para dejarla bien presa. El extraño hombre de rojo les dio las gracias a todos y viendo a Renaldo con una rodilla en el suelo y herido, respirando con dificultad, sacó una piedra de su faltriquera y una luz verde manó de ella cuando este recito algo en voz baja. Al poco Renaldo se encontraba totalmente curado y no había rastro de la herida. El inquisidor hizo lo mismo con los demás ya que todos tenían magulladuras o algún corte. Luego agradeció a Garumon sus servicios, dándole al grupo una bolsa de oro como obsequio y una insignia de la inquisición, por si en algún momento estos le necesitaban para algo. Se aseguró de que Shura y el guardia cumplieran el trato de dejarles ir libres y se despidió de todos cargándose la inconsciente apostata al hombro y marchando calle abajo.   Shura y el guardia se despidieron, ignorando esta el nuevo intento de Fortesque de seducirla, sin éxito claro y se marcharon después de envainar sus espadas, sin decir nada más. Garumon y los demás se miraron, sorprendidos de seguir vivos, mientras alrededor la lluvia cesaba y se dispersaba la niebla, justo a tiempo para ver la plaza llena de cadáveres de criaturas y un viejo aparecer que comenzó a vociferar inquiriendoles que significaba tan dantesca escena junto a su humilde morada. Ellos se miraron, se encogieron de hombros, le dijeron que no sabían nada y que acababan de llegar y se marcharon sin decir nada más, ante la mirada atónita del viejo que no fue capaz de articular palabra alguna. No sabían muy bien a donde ir pero querían dejar todo esto y la ciudad atrás cuanto antes y pocos minutos después salían por la puerta norte, con lo puesto como únicas pertenencias y rumbo a no se sabe dónde, pero vivos y con dinero y eso era mucho.

Recompensas otorgadas

Insignia de la inquisición del misterioso hombre de rojo. Bolsa de Oro abundante.

Misiones completadas

Sobrevivir a la apóstata y sus ensoñaciones.
Fecha del informe
21 Sep 2022
Localización principal
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