El Desmorono del Este Military Conflict in Rel | World Anvil
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El Desmorono del Este

La Tragedia de Vintas

Ya pocos hablan de las horrendas calamidades del pasado. De las masacres, de los asesinatos, de las crueles muertes de paragones y héroes que moldearon nuestro mundo. Pero siempre estarán allí. Manchando nuestra historia con sus trágicas historias. Algunas de estas no merecen siquiera ser contadas. Otras, sí. Pues recordar quizá es doloroso, pero es el único camino al aprendizaje.   La Caída de Vintas es una de ellas.   El antiguo Imperio Humano, paragón de la valía de la raza, dominaba casi todo el mundo conocido. Markett Nirr, Russ y parte de Lorn, además de todo el territorio de lo que hoy llamamos Vintas, Ademre y Xhorjas. Formaban un único país, unido, poderoso. La Nación Humana por Excelencia. Su origen se remonta al origen mismo de la raza, pues antes de ser Homo Sapiens, eran nada más que primates. Fue la fuente de la Juventud, que en ese momento aún yacía en medio del Núcleo Prismático, la causante del despertar del hombre.   Por sus números, se volvieron rápidamente una amenaza frente a los otros dos grandes imperios, los Dwemer y los Eldar. Guiados por el Rey Olvidado, libraron guerra durante casi un siglo. Es lo que llamamos el Triple-Conflicto, o la Gran Guerra de las Razas Primerizas. Eventualmente, el Rey Olvidado fue derrocado, y se llegó a una paz. Se firmó un tratado entre los Imperios, dividiendo el mundo y acordando fronteras. Los Enanos se retirarían a sus tres ciudades, de las cuales solo Trivyt estaría en territorio humano.   La dinastía Pendragon, quien asumió después de aquel tirano, se vio forzada a aceptar los términos de los Dwemer, y permitir que la ciudad de Trivyt tome una parte de su territorio, con la condicion de que los enanos se mantengan a raya, limitando la comunicación a lo más esencial. Eran enemigos hace no tanto, al fin y al cabo. Así fue como, el Imperio Humano comenzó a expandirse por el Este.   Siglos tardó en consolidarse, para durar poco más de cien años. Cuando finalmente la Dinastía Pendragon fundó Témpora, el Corazón de Vintas, todo el Este les pertenecía. Markett, sin embargo, poco a poco fue independizándose, comenzando con Vers, siguiendo con Lorn y Russ, y para cuando cayó el Imperio humano, Vers. Era extraño ver el país de origen de los humanos, alrededor del núcleo prismático, volverse más y más ajeno.   Es por esta razón que la Dinastía Pendragon y el Imperio de Vintas se volvió de más en más racista y elitista. Las revueltas de muchas comunidades no-humanas por las pésimas condiciones a las que se los sometía le daban al país un enemigo que derrotar, manteniendo a la enorme población bajo control.   Muchos elfos de Tal'Dorei veían a la distancia. Poco a poco, vieron como sus teorías sobre la voluntad caótica de los humanos se hacían más y más verídicas: "el hombre nació para destruir, pues ningún dios lo creó". En 601, cuando se provocó la última caza contra los No-Humanos, las otras razas terminaron de migrar a otras tierras más prometedoras. Los enanos de Trivyt, y los Aasimar de Monte Olympus eran los únicos pueblos que restaban, y eran inalcanzables.   Entonces, lo que todos pensaban ocurrió. Ademre, provincia del Imperio, declaró su independencia, y, con magia nunca antes vista (cortesía de los Arcanistas de Imre), destruyeron las primeras avanzadas de la Dinastía Pendragon. Ademre se abalanzó entonces sobre el resto de Vintas, comenzando la guerra que muchos llamarían el Desmorono del Este. Los humanos, a falta de otra cosa que destruir, comenzaron a matarse entre ellos.   Así fue como la Dinastía Pendragon, desde su capital, comenzó a contratar mercenarios. Enormes batallones se enlistaron, aprovechando del dinero que Uther, el Rey en ese momento, además de la jugosa proposición de la mano de su hija, la bella Diana Pendragon, en matrimonio a quien le gane la guerra.   De aquella princesa, y su triste destino, se cuentan leyendas, incluso mitos. Dicen que su belleza era cegadora, incluso con solo catorce años. Guerras comenzarían y acabarían por ella, y todo el Imperio la amaba. Se dice que Balahal, señor de guerra de Ademre, incluso detendría sus avances si tan solo se le otorgaba a la Princesa Diana como compensación en sagrado matrimonio.   Al verse contra las cuerdas, Uther la prometió, claro, mismo si él sabía que era su más valioso tesoro. Pues nunca tuvo intenciones de entregar su mano. Era más un incentivo que otra cosa, para salvarse de la situación en la que se encontraba. Muchos mercenarios de todo el mundo llegaron a Vintas, pero solo los regimientos compuestos exclusivamente de humanos podrían ser parte de la armada real. Así fue como se formó lo que muchos llaman el Símbolo Victorioso, aquella conglomeración de soldados, caza-recompensas y asesinos, que se unieron no por Vintas, sino por su princesa.   Es entonces que podemos presentar a los legendarios héroes, ahora olvidados, de la Mesa Redonda. Este grupo de mercenarios era un terror de las praderas de Ademre, que decidió luchar para el bando contrario, ya que su líder, el gran Arturo, había sido prometido un gran futuro a los lados de la Princesa por un misterioso profeta. Siguiendo más el dinero que la premonición, puso al servicio de Uther sus huestes.   Claro, uno debe saber quizá un poco más del grupo conocido como la Mesa Redonda. Se formaron de los suburbios de todo el Este, recolectando talentos de cada esquina de Rel para crear al mayor instrumento de guerra: un batallón guiado por Cinco Caballeros y su famoso consejero, el Mago más poderoso de toda la Academia de Imre, Merlín.   Se dice que fue Merlín quien salvó a Arturo de un terrible destino como esclavo en las costas del Mar Negro, para luego enseñarle cómo usar una espada. Se dice que incluso fue quien sacó la Espada de Zariel de su roca, perdida en el Monte Olympus, esperando a que un verdadero héroe la levante. Excalibur, el Filo del Rey, o Elysium Encarnado, fue lo que verdaderamente llevó a Arturo a la grandeza.   Todo ello para decir como, cuando la asociación de mercenarios de la Mesa Redonda se alistó en la armada del Rey Uther, el balance de la guerra comenzó a cambiar. Balahal, quien comandaba las huestes de los enemigos, comenzó a encontrarse con un estratega enemigo tan astuto como él. Así, de batalla en batalla, de conflicto en conflicto, todo recayó en un último asalto por parte de Ademre, en el cual Balahal mismo participó, intentando tomar la pobremente defendida ciudad de Kelp, el centro comercial del Imperio de Vintas.   Témpora no debía ser asaltada si era posible. Si Kelp caía, Ademre tomaría el control, y Uther se vería forzado a abandonar su trono. Arturo, junto con sus poderosos compañeros, tanto como Merlín, se propusieron defender la ciudad, y no solo eso, sino que destruir las huestes del rival en un simple movimiento estratégico. Atacarían de los flancos, rápidos como el rayo, para luego esconderse en los bosques, antes que la armada de Balahal reaccione.   La estrategia duró unas rondas, hasta que los soldados de Ademre lograron responder con eficacia. Fue entonces que Arturo cambió de plan. Se retiró junto con sus huestes a los muros de Kelp, tomando un camino muy particular por los campos. Frustrados, los enemigos les dieron caza, sin pensarlo dos veces. Fue entonces cuando la pradera misma cedió, y una enorme fosa engulló a los soldados de Ademre. Arturo preparó trampas días antes de la llegada de Balahal.   La Mesa Redonda, dando media vuelta por los costados, se abalanzaron contra los enemigos de Uther, y la Espada Excalibur se enterró en el pecho del mismo Señor de Guerra enemigo. Con una columna de luz, el campo de batalla se detuvo. Ademre había perdido.   Las fiestas de celebración fueron inmediatamente puestas en orden. Témpora se volvió el centro de un enorme carnaval, en el cual Arturo y sus cinco compañeros de la Mesa Redonda, Merlín incluido, fueron recompensados con el título de nobles, algo que nunca pensaron obtener. Los bañaron en oro y agradecimientos como los héroes de Vintas. Arturo, sin embargo, tenía sus ojos en un solo premio.   Diana y el líder de la Mesa Redonda ya se habían encontrado previamente. En diferentes ocasiones, la princesa se había escabullido desde la ventana más alta de su torre para encontrar al "caballero" en los jardines. Se contaban historias bajo la luz de las estrellas. Se hacían promesas entre sudor y pasión. Fue antes de la última batalla que Arturo le propuso matrimonio, y Diana acepto.   Uther, sin embargo, tenía otros planes. Su preciada hija no se casaría con nadie, pues un fruto tan sangrado no podía pertenecer a ningún hombre. Como si de proteger el Grial se tratara, Uther le negó su recompensa a Arturo, quien había ganado aquella guerra solo por ella. Frustrado, el caballero insistió, pero lo expulsaron del castillo luego de darle diamantes y esmeraldas.   Aquello no terminó ahí para Arturo, que, furioso, escaló hasta la torre más alta, donde lloraba Diana, y se acostó con ella, en un momento de irracionalidad y mal juicio. Fueron los sirvientes que los descubrieron, al entreabrir la puerta, y cuando Diana estaba durmiendo, y Arturo preparaba todo para escapar junto con ella, cien guardias se le abalanzaron encima. Por más legendario que el guerrero era, no usaba ni un solo hechizo, por lo que, mismo si podía enfrentarse a un centenar de enemigos, no pudo con los encantamientos que lo subyugaron.   Toda la banda de la Mesa Redonda fue capturada y sometida a horrible tortura, bajo las órdenes del mismo Uther. El Rey, loco de furia, hizo que Arturo presenciara la ejecución de cada uno de sus compañeros. Gareth, en su enorme armadura, fue ahogado. Tristán, más rápido que cualquiera, fue descuartizado. Percival, su puntería inigualable... fue fusilado. Lancelot, el mejor en cualquier justa, fue decapitado. Y por último, Merlín, el mago más poderoso del Este, fue quemado en la hoguera.   Y Arturo lo vio todo.   Por más que su mente estaba destrozada, su cuerpo no se rendía. Le cortaron la lengua, antes de arruinarle las cuerdas vocales, para que nunca más diga una palabra. Le ataron las manos, le cortaron los dedos, arrancándole las uñas primero. Agujerearon sus venas con agujas y estacas. Lo cegaron con sulfuro. Pero perduró.   Fue entonces que, una terrible noche, cuando el carcelero estaba particularmente creativo, una voz susurró en los oídos de Arturo. Una voz terrorífica. Una voz espeluznante. Le propuso un trato. Recuperaría su espada, Excalibur, y lo libraría de aquella tortura, si tan solo abría su alma. Si tan solo dejaba que la criatura entre en él. Por un tiempo solamente. Menos de siete días.   Arturo aceptó.   Y fue así como, en menos de una semana, la criatura, tomando la conciencia del caballero caído, poseyéndolo... destruyó todo el Imperio humano. Comenzó en Kelp, que ya no es más que una ruina humeante. Luego marchó a Témpora. Los pocos que le vieron y sobrevivieron para contarlo afirmaban las enormes vendas que cubrían todo su cuerpo. Afirmaban como la espada Excalibur, antes brillante y dorada, se había transformado en una sombra de su gloria. Negra, con un solo filo, brillando con energía del más allá.   Las ruinas de Témpora nos recuerdan que ocurrió. Por que nadie que vivía dentro de la ciudad vive hoy para contarlo. El Rey Uther, sus enormes huestes, todo civil, todo inocente. Caliburn no se detuvo por nada. Aquella hoja negra se volvía más y más poderosa mientras mataba. Y cuando cortaba el aire... desintegraba todo en su camino. Incluso el espacio. Nadie pudo escapar, pues Caliburn cortaba la distancia hasta su próxima presa. Literalmente.   Arturo nunca despertó, pues al sexto día, asesinó a Diana, lanzándola de la punta de la torre más alta.   Fue a la mañana del séptimo, que un extraño viajero se presentó en la ruina. Arturo, todavía bajo el control de la criatura, se abalanzó contra él. Sin embargo, el viajero detuvo sus ataques con una enorme barra Bo, brillando en cada punta con energía dorada. El conflicto duró horas, hasta que, finalmente, el poderoso viajero terminó con el sufrimiento del pobre caballero.   Trivyt nunca se vio afectada, ni tampoco Ademre, que floreció para ser la nación más poderosa del Este en poco tiempo, concentrándose en mejorar la Academia y explorar las Tierras Antiguas. Del extraño viajero, no se supo nada más. Del trágico héroe Arturo y su amada... tampoco.   Estas historias, siempre trágicas, pueden no ser más que eso. Historias. La verdad es que el Imperio de Vintas tenía tantos problemas como guerras. Razonamiento lógico impide concluir que la leyenda de aquella criatura de venganza fue real, sino que, probablemente, Arturo murió en esa celda, y Uther perdió la citadela de Témpora ante las revueltas de Markett Lorn y de Ademre, una vez que su mejor guerrero estaba muerto.   Quizá serán fantasías.   Quizá no.
Tómela. Lo mantendrá a salvo. Se lo prometo! La belleza siempre... cura las penas, señor caballero. Gracias por su servicio!
Conflict Type
War
Battlefield Type
Land
Start Date
679
Ending Date
724
Conflict Result
El fin del Gran Imperio Humano del Este
"Ahora, cuando la victoria misma nos acaricia la nuca. Ahora, que podría ser la última vez. Ahora, que somos todavía jóvenes. Concédeme esta canción. Si somos discretos... nadie nos verá.   Quizá no somos más que gotas de luz en el jardín de dios, esperando que el rocío de la mañana nos reemplace. Quizá, nuestras insignificantes vidas no amonten a nada frente al pasar de los años. Quizá... esta guerra nos ahogue, y nunca más vuelva a verte. No pienses en ello. Piensa en mi. Piensa en nosotros.   No prometo un final feliz. No prometo siquiera un final. Pues Balahal golpea a nuestras puertas, y tu padre se pone de más en más nervioso. Pesada es la cabeza que lleva la corona. Pesada será la tuya, si alguna vez le sucedes. Pero detén ese pensamiento. Detén esas lágrimas. No es el fin. Este instante durará para siempre. Créelo.   Quizá el mundo esté en llamas. Al menos disfrutemos del calor."
"Tanta muerte. Tanto sufrimiento. Y por qué? Espadas sangrientas, escudos destrozados. Vale la victoria las vidas que pagamos por ella? No hay motivo para una celebración, sino para un enorme funeral."
"Soy la nada. Soy quien te espera al final del camino. Al final de todos los caminos. Pues quizá vivirás unos milenios como un ángel. Quizá como un demonio. Pero siempre te estaré esperando. Estaba aquí antes que las serpientes, y estaré después. Soy el fin y el comienzo. Soy... Nalash.

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