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La Danza de Dragones

El Fin de la Guerra Arcana

La Guerra Arcana fue catastrófica, y, mismo si creó un plano común, que sería bautizado Rel, para las razas mortales, los dioses nunca terminaron de sanar.   La era de los Titanes llegó a su fin luego del gran conflicto. Paelor y Asmodeus, opuestos en todos los sentidos, uno representando el Bien y el Caos, otro representando el Orden y el Mal, lograron unirse para derrotar al arquitecto de la Guerra Arcana: Bane, el Bélico, dios de la guerra. Manipulado por los príncipes demonios, había orquestrado la muerte de Ioun, diosa del conocimiento, y la más querida de todos los Titanes. El corrupto yacía muerto, pero la Guerra Arcana no había terminado.   Se le llama la Danza de los Dragones a aquel legendario duelo, que terminó con el conflicto de una vez por todas. Bahamut, dios de la justicia, se enfrentaba a su hermana, Tiamat, diosa de la destrucción. Junto con Bane, esta última había conspirado con el vacío y con los Príncipes Demonios para destruirlo todo, para apagar la llama que era el Uroboros, las dos Serpientes que formaban el universo.   Hay muchas versiones de cómo Tiamat, nacida en el universo de Aritas e Irik, terminó odiándolo todo, buscando la purga por el fuego. La más conocida es la que cuenta sobre su nacimiento. Fueron los primeros, nacidos directamente de las grandes serpientes, incluso antes que Paelor y Asmodeus. Solos, tuvieron la dura tarea de crear un propósito en la nada elemental. Los eones fueron pasando, y mientras Bahamut fue encontrando un sentido en el orden, y en el tutelaje de los otros dioses, Tiamat se sentía cada vez más como una rata en una jaula, atrapada dentro de las dos serpientes, confinada a un mundo limitado, en vez de ser capaz de viajar por el infinito vacío oscuro.   Este resentimiento, alimentado por la envidia que fue albergando contra su hermano, por ser más querido que ella, por ser más perfecto, por ser más venerado entre los dioses, la empujó a acercarse al Ojo de Aritas, la brecha entre el Uroboros y el Vacío, más allá. Nadie sabe qué vio allí, pero al regresar, estaba irreconocible. El conocimiento prohibido la había vuelto loca, volátil. Intentó compartir estas verdades con sus compañeros, pero todos pensaron que lo que había hecho era una blasfemia, un crímen. Fue exiliada del panteón por su propio hermano, que, reluctante, le cerró las puertas de Elysium.   La rabia de la Madre de los Dragones fue tal, que de su ira elemental se creó el Abismo, donde incubarían hijos del Vacío, los Cuatro Príncipes Demonios. Los años siguieron pasando, y más dioses fueron naciendo. El resentimiento de Tiamat solo creció y creció, vagando por los planos exteriores, cada tanto aventurándose fuera de las Grandes Serpientes por el Ojo de Aritas para ver nuevamente aquel conocimiento prohibido. Eventualmente, Bane inició la Guerra Arcana, y la Madre de los Dragones no tardó en unírsele, buscando destruir aquel panteón que la había rechazado.   Esta pequeña historia lleva al Fin del gran conflicto. Bane falló, pero Tiamat, el verdadero peligro, nunca paró de luchar. Se dice que la Reina de los Cuervos, diosa de la muerte, Primus, dios del orden, y Wabajack, dios de la locura, intentaron vencer a la Madre de los Dragones, pero fallaron en el intento, y casi son asesinados, si no fuera por Bahamut, que se presentó a último momento para enfrentarse a su hermana. Solo él era suficientemente poderoso como para luchar contra su otra mitad.   Los demás dioses sobrevivientes, Primus, la Reina, Wabajack, Asmodeus y Paelor, junto con los nuevos dioses, nacidos de la unión entre Ioun y Paelor, Melora, Kord y Mystra, solo podían observar, heridos, como el gran dragón de la justicia luchaba contra la gran dragona de la destrucción. Tal fue el espectáculo, que le llamaron la Danza de Dragones. Nadie podía siquiera intervenir: la batalla llevaba tanto poder, que montañas enteras se formaban y se destruían en segundos.   Eventualmente, en un terrible movimiento, la mandíbula de Tiamat se enterró en el codo de Bahamut, que perdió el brazo al desprenderse. No podría ganar. La diosa de la Destrucción se había vuelto demasiado poderosa. Con toda su fuerza, formuló un nuevo plan, y empujó a su hermana hacia el Ojo de Aritas. Se sumergieron en la nada, en el caos absoluto del universo, y Bahamut vio con sus propios ojos el conocimiento prohibido. Su cara se contrajo, su visión se nubló. No podía ver nada. No podía ver el camino de regreso al Uroboros.   En aquel último momento, cuando los dos estaban a punto de desaparecer en el vacío, una voluntad, una premonición salvó a Bahamut. El espíritu de Ioun, todavía con algún semblante de fuerza, le confirió un ojo violeta, que podía ver a través de la niebla del más allá. Con un terrible esfuerzo, el Platino de los Cielos se arrastró de nuevo por el Ojo de Aritas, dejando del otro lado a su hermana, que todavía se debatía, jurando que algún día, todo caería frente a ella.   Los dioses vinieron a la ayuda de Bahamut, pero era muy tarde. El gran dragón, mentor de Paelor, estaba demasiado herido, y su divinidad se había perdido del otro lado. Todo el panteón miró como el héroe de la Guerra Arcana soltaba su último aliento, bautizando a los hijos de Paelor y de Ioun, quienes serían la próxima generación de dioses, tanto como dando luz a cuatro singularidades, que se volverían, luego de la Calamidad, miles de años después, los Yashas.   Bahamut ya no era un dios. Su cuerpo cayó en el mundo material, pero su voluntad continuó protegiendo Rel. Se dice que fue esto lo que finalmente dividió al Panteón. Los dioses neutros volvieron a sus dominios, a preservar el orden (Primus), la muerte (la Reina), y la Locura (Wabajack). Paelor y Asmodeus, los últimos supervivientes, no se dedicaron ni una mirada, antes de desaparecer. Paelor se encerró en su palacio de luz, a llorar la muerte de su esposa, mientras que Asmodeus se dedicó a predicar sobre Rel, explorando las nuevas civilizaciones que nacían y desaparecían, manteniendo el balance. Se encargó del castigo de los Ícaros, aquellos mortales que mataron a Ioun, transformándolos en las armas que llevaban, y volviéndolos agentes del Panteón.   Los nuevos dioses, Kord, Melora, Mystra, Elir, entre tantos más, comenzaron a expandir su influencia. De los Nueve primeros, solo quedaban cinco. Ioun murió primero, asesinada, luego Bane, derrotado, y finalmente los gemelos, Bahamut y Tiamat, desaparecidos. Fue la tarea de la nueva generación, bajo el dudoso tutelaje de los neutros y de Asmodeus, quienes se ocuparon de los mortales. Kord, a su imagen, creó a los enanos. Melora, en el Feywild, a los elfos. Mystra, sin embargo, se interesó en una raza que nació por sí misma, los antepasados de los humanos: los Nelan, quienes eventualmente serían los Teng.   Pocos recuerdan la gran lucha entre Bahamut y Tiamat, pero quienes sí, todavía se arrodillan frente al coraje del Platino de los Cielos, y hacen lo posible para evitar que la Madre de los Dragones escape de su prisión de Carbón, del otro lado del Ojo de Aritas. Se dice que Wabajack, en Limbo, es tanto el carcelero como el guardian del Ojo, ya que es el único suficientemente loco como para no caer en la tentación y los susurros no solo de Tiamat, sino también de los Príncipes Demonios y de las fuerzas desconocidas del vacío.   La Danza de Dragones es uno de varios eventos muy importantes para la creación de Rel, pero es uno de los menos recordados.
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"Bahamut, dios de la justicia, presidió sobre el Panteón durante miles de años. Sin embargo, delegó la responsabilidad de juzgar a los dioses a Primus, quien representa el Orden Neutro. Cuando su hermana se presentó, hablando de mundos exteriores, fue con gran dolor que la exilió fuera de Elysium, la tierra de los Titanes. Se dice que él nunca quiso hacerlo, sino que fue porque los demás Nueve le forzaron la mano, que llevó a cabo del acto. Mismo cuando empujó a la Madre de Dragones por el Ojo de Artias, nunca dejó de amarle. Los lazos familiares son difícilmente cortados..."
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"La Diosa de la Destrucción está encerrada, más allá del Ojo de Aritas, dentro de una cárcel de carbón. Por más que lo intenten, los Príncipes demonio solo pueden darle una pequeña influencia sobre el mundo material, que, durante más de mil años, canalizó para crear al Vysha, Shast, que traería el terror y la destrucción a los Yashas y a Rel. La lucha entre ellos fue terrible, y no se logró detener al Tirano"
La Danza de Dragones cover
Se dice que uno todavía puede encontrar los artefactos de estos dioses, el brazo de Bahamut y el Diente de Tiamat, que conferarían poderes inimaginables. Son parte de las Reliquias de la Calamidad, junto con la espada que corta realidades, la lanza que siempre encuentra el corazón, las cartas que cambian destinos...

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