El último vigilante
-¿Es verdad que nos encontramos ante la voluntad de los dioses, una senda decidida desde el nacimiento hasta la muerte?¿Porqué tan cruel camino debemos recorrer?-. Posándose la mano derecha sobre su cabeza, Erverg se dispuso a recolocar de nuevo su largo gorro rojo de capucha.
A continuación, abrió su cuaderno de cuero desgastado para empezar a dibujar la silueta del soldado que ahora se encontraba empalado en una de las estacas del fuerte "La última Torre". Erverg Fallkyr había pasado largo tiempo en la región reuniendo información sobre a lo que los lugareños denominarón "el último vigilante". No le hacía falta usar sus capacidades mágicas para averiguar el fuerte sentimiento mágico que despertaba aquel lugar en sus sentidos. Al parecer, aquel hombre había sido bastante conocido en el pueblo cercano de Ashmoore. Desde una temprana edad, todos le apodaban el fúnebre Tormard. La vida del muchacho no era fácil, desde su nacimiento solo ocurrían tragedias constantes a todo lo que le rodeaba. Algunos pueblerinos afirman que su maldición se debe a un hechizo oscuro que unos elfos de las arboladas cercanas usaron como respuesta a una ofensa que cometió su familia. Verdad o no, es innegable que un terrible infortunio acompañó a Tormard toda su vida. Allí donde iba, la muerte como si fuera un lazarillo hacía de acompañante. A los 2 años de edad, murió su madre de una enfermedad. Un día mientras jugaba con unos niños, uno de ellos se precipitó accidentalmente a un pozo y no se le volvió a ver. Sin embargo, lo más destacable le llegó a la mente de Erverg. En todos los casos documentados, la mala suerte siempre ha afectado a cualquier individuo que ha intentado amenazar la vida de Tormard.
Lo último que se supo de él fue que al comienzo de la Guerra de la Lanza fué enviado como miliciano a la "Última Torre". Allí durante una sangrienta refriega, Tormard se precipitó accidentalmente del portón superior para terminar empalado en una de las estacas del suelo del fuerte. Desde aquel momento todo empezó a volverse siniestro en aquel lugar. Los enemigos por causas desconocidas y extrañas empezaron a desaparecer o tenían altercardos, mientras que los soldados que guardaban aquel lugar vieron imposible salir del reciento debido a desprevistos repentinos. Se corrieron los rumores en las tierras cercanas y el lugar acabó tachado de maldito y evitado por todos.
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