Relatos de Arvid Stig. 03
La podredumbre de Perejeslav
Buenas noches a todos.
Me alegra ver que hay más gente que quiere oír hablar sobre este grupo tan especial. Un grupo al que todos, sabiéndolo o no, estamos agradecidos y a los que debemos ¡MUCHO!.
Hoy os voy a contar sobre la siguiente gesta de nuestros héroes, y prestad atención, pues no voy a repetir esta historia, hasta la próxima vez que la cuenta, jajaja.
Los que estuvisteis anoche ya sabéis la tragedia que ocurrió en el distrito noble de Kislev y los que no estuvisteis estoy seguro de que ya os la han contado o no estaríais aquí.
Tras las terribles pérdidas que tuvo el grupo en la zona noble, cualquiera diría que se disolverían, sin ningún tipo de lazo entre ellos no parecía tener sentido que siguieran juntos.
Pero gracias a los dioses que sí lo hicieron.
Desaparecieron en mitad de la noche, y nadie sabía dónde estaban, los habían visto en el sanatorio, pues las heridas con las que salieron del distrito noble no eran fácilmente curables. Pero está claro que el médico que les atendió estaba bendecido por la mismísima Shallya pues en lo que canta un gallo, habían marchado de la ciudad.
Siguiendo un rastro.
¿A dónde os preguntaréis?
A la mismísima Perejaslavl. Aunque ya no queda nada, pues esa aldea fue arrasada por las fuerzas del Caos y solo queda en los recuerdos de los que consiguieron huir.
Gente con la que he hablado, gente que ha huido tan lejos del norte como para refugiarse en Talabecland.
Pues tuve la suerte de coincidir con ellos y contaban una historia de un extraño grupo. Un grupo que identifiqué en el momento.
Los habitantes reconocían que habían sido engañados y que vivían tan tranquilos en su aldea como si de un día más se tratara, todo parecía totalmente normal y nadie sospechaba nada.
Hasta que ellos llegaron.
Los dirigía el enano más cabreado que habían visto, parecía tener un olfato para la traición y la corrupción y venía decidido a sacudir los cimientos de la ciudad hasta desenmascarar todos los entuertos que estaban escondidos. Y vaya si lo hizo.
Dicen que según llegaron empezaron a interrogar a todo el mundo, mercaderes, taberneros, mendigos, hasta al intendente, al alcalde y al sacerdote de Ursa.
Derribaron puertas, interrogaron al estilo de los… sssssshhhhh…. cazadores de brujas. Ya sabéis a lo que me refiero, cada vez que pienso en ellos me recorre un escalofrío la espalda.
Fijaos como fue la cosa que hasta derribaron la puerta del templo y los rugidos del gran oso despertaron a todo el pueblo.
Y lo peor de todo es que no estaban tan desencaminados.
Tal cual os lo cuento.
No, el sacerdote no, pero la aprendiza…. Estaba metida en el ajo.
En un momento dado el grupo perdió al Morrita, el que solía acompañar al bretoniano. Pues le encontraron en el sótano de la aprendiz atado a un altar del señor de la peste.
Sí, un asco mortal, literalmente. Pero los acompañaba un elfo de los bosques y usó su magia sanadora para paliar la peste que consumía su cuerpo. Dicen que el elfo se lo llevó a los bosques cercanos y que empezaron a oír voces y que los árboles se movieron para protegerles y que nadie pudiera acercarse y robar los secretos de los elfos. Ni sus propios compañeros pudieron ir. De hecho, nadie pudo acercarse a ese bosque durante semanas después de que se fueran. Se oían voces, susurros, y aquellos lo suficientemente necios para adentrarse en el bosque… Nadie volvió a verlos.
El enano y el resto no perdieron tiempo mirando el bosque encantado. Siguieron las pistas que tenían, no descansaron y continuaron derribando puertas e interrogando hasta que encontraron lo que estaban buscando.
Resulta que les pillaron con las manos en la masa, estaban haciendo un ritual para contaminar las provisiones que iban camino de Kislev, provisiones para la mismísima guarida alada.
Pues el ingeniero enano que se les había unido en la zona noble de Kislev, sí, el especialista en fuego y explosivos. Pues sin perder tiempo les lanzó una de esas granadas incendiarias.
Fue tal la deflagración que casi parecía que el mismísimo viento de fuego se había materializado y las llamas se extendieron por todas partes.
Entonces la falsa y traidora aprendiz de Ursa usó los poderes de la peste para atacar a nuestros héroes con moscas y vómitos, pero el ingeniero sacó su fusil y de un disparo entre ceja y ceja fulminó a la bruja en el sitio.
Tras la limpieza y purga del ritual continuaron las investigaciones para arrancar la cepa de la aldea. Pero ya no por parte de nuestros héroes, sino del propio concilio de ancianos.
Las teorías sobre quién podía estar implicado y cómo duraron meses.
Está claro que la aprendiza era una cabecilla. Pero se sospecha que los mendigos que había en esa aldea fueron quienes la corrompieron, los que trajeron la peste. Pues encontraron sus cadáveres en un callejón al poco de que marcharan nuestros héroes. Ellos solamente mataron a los miembros del culto, así que está claro que estaban bien metidos en el ajo.
No tardaron mucho en volver a desaparecer del pueblo y aparecieron a cientos de kilómetros al noroeste.
Fueron testigos y estuvieron presentes en la defensa de una de las primeras ciudades en caer ante la última invasión.
Y salvaron a decenas de personas con sus propias manos.
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