Relatos de Arvid Stig. 13
Campanadas en Ubersreik
Buenas noches querido público.
Se que ayer no conté la más alegre de las historias y, de hecho, hoy quería empezar con algo agridulce.
Gracias a mi primo, pude ir al lugar secreto en que los Portadores de Talión levantaron una estatua en honor a su compañero caído.
No pude evitar derramar unas lágrimas por este héroe que hizo del mundo un lugar mejor, y dio su vida por ello.
Un lugar hermoso en el que se puede respirar tranquilidad, y os diré, cuando posas tu mano en la estatua, puedes sentir como tu alma descansa, sin duda, Morr le acogió en sus salones.
Me contaron los que viven allí que después de un muy merecido luto, los Portadores de Talión sin poder permitirse más demoras, debilitados como se encontraban tras la pérdida de su amigo y compañero, se vieron obligados a incrementar, todavía más, los esfuerzos por terminar con las fuerzas del Caos.
El siguiente lugar en el que vieron a nuestros héroes, fue en Reikland, al parecer se dirigían hacia Übersreik.
¿Habéis oído los rumores de esa ciudad maldita?
Hablaban de mutantes hombres-rata, tétricos gritos y campanadas que abrían grietas en la mismísima tierra.
Me hice un amigo que había estado viviendo en esa ciudad mucho tiempo atrás, y me ayudó a escabullirme por ella.
Cuando llegamos, la mitad norte de la ciudad estaba inundada por una extraña niebla que parecía matar a todo aquello que envolvía, por las noches escuchamos la terrorífica campana y nos retorcíamos del dolor Y ESO QUE ESTÁBAMOS A MUCHA DISTANCIA FUERA DE LA CIUDAD
Era un sitio terrorífico, nada quedaba de la ciudad creada por Magnus el Piadoso.
Fuimos un poco río abajo y nos introdujimos en la ciudad por las alcantarillas, ya que extrañas criaturas parecían rondar las puertas. Si lo de arriba parecía malo… No os voy a contar lo que nos encontramos allí abajo, blrblrblrbr, solo de recordarlo me entran escalofríos.
Aparecimos en la zona sur de la ciudad, la que estaba libre de la niebla mortal.
Se había convertido en todo un sacrilegio para Morr. Cuerpos tirados y masacrados por doquier, carroñeros alimentándose de nuestros pobres hermanos y pequeños hombres bestia correteaban por aquí y por allá.
Pero he de decir que no éramos los únicos valientes que estábamos por allí. Con alguna persona más pudimos encontrarnos. La ciudad es grande y pese a los peligros, uno podía sobrevivir si era cuidadoso.
Y ya sabemos todo lo que las ciudades abandonadas y masacradas tienen en común.
Saqueadores.
Lo bueno de esa gentuza es que, en cierta medida, se puede llegar a comerciar con ellos e incluso llegar a algún trato. Y nos dieron lo que necesitábamos en ese momento, información.
Mi amigo y yo, nos estuvimos escabullendo por la ciudad, evitando patrullas enemigas y engendros de pesadilla.
¿Sabéis qué fue lo que nos encontramos pululando por la ciudad?
Un elfo.
Sí, exacto, un elfo, pero no una de esas hadas del bosque que está tan cerca de esa ciudad, sino uno de esos estirados del otro lado del mar.
Nos echó una mirada despectiva como si fuéramos bárbaros y siguió su camino.
Una mirada que se le borró de la cara en cuanto tuvimos que salvarle al poco tiempo de un grupo de mutantes.
¡JA! Me encanta ver en apuros a los snobs y pedantes.
Bueno, nos estuvo facilitando algo de información, ya que al parecer llevaba meses viviendo en la ciudad caída.
Estábamos relativamente cerca de la plaza que había en el sur. Exacto, veo que conocías el sitio, pues donde estaba el templo de Sigmar.
Pues estábamos allí cuando escuché algo que esperaba no volver a escuchar.
Me trajo recuerdos de la caída de Kislev, un cañón del caos disparó contra la catedral. Que con un desesperado crujido empezó a caer y derrumbarse.
Nos alejamos de la zona y no volvimos a ver al elfo.
Pero nos dio información muy útil de la ciudad.
Estuvimos muchos días buscando y explorando. De hecho, hasta llegamos a la abandonada torre del Mago Gris.
Un sitio lleno de maravillas y misterios.
Aunque os diré, la parte que uno consideraría casi la favorita de cualquier hechicero, la biblioteca, no sobrevivió a la caída de la ciudad.
Cuando entramos allí, estaba todo calcinado, no había sobrevivido ningún libro ni estantería. Menos mal que la construcción era de piedra y consiguió aguantar al fuego.
Pues llegamos a lo más alto de la torre, y, bueno, aparte de una mole de nosequé que se retorcía lentamente y que nos aseguramos de volver a quemar, había, en la parte más alta, un cacharro de esos que te permiten mirar a las estrellas.
Pues lo usamos para echar un vistazo a la otra parte de la ciudad, la que estaba llena de niebla. Localizamos dos cosas muy raras.
Lo que me dijo mi amigo que antiguamente fue la torre construida por Magnus el Piadoso, en la que estaba esa extraña campana que tocaba 13 veces todas las noches.
Y otro gran edificio del que parecía brotar la extraña niebla.
Pues fue, en este segundo edificio, que vimos lo que estábamos buscando. Estaba oscuro, pero con el refulgir de la niebla, pudimos ver una figura femenina arrastrándose por el tejado.
Esta figura quitó algunas de las tejas del edificio, soltó algo por el agujero, bajó ágilmente por la pared y se perdió corriendo entre las callejuelas.
Entonces la niebla se empezó a comportar de un modo extraño, parecía ser absorbida por el edificio otra vez, se arremolinaba, entraba, salía y BAAAAAAAAAAAM.
El edificio estalló y la niebla se dispersó en cuestión de minutos.
Mi amigo y yo nos miramos. Sabíamos lo que habíamos visto. Esa figura tenía que ser la ingeniera de los Portadores de Talión, no había duda.
Una mujer con tanta valentía y habilidad, sin duda era nuestra heroína favorita.
Buscamos sin parar durante horas con el miralejos, buscando alguna pista más de ellos.
Por supuesto, los encontramos acercándose a la torre con la campana.
No perdimos más tiempo y corrimos por la ciudad para llegar donde estaban ellos y poder unirnos y verlos trabajar de cerca.
Cuando estábamos ya a punto de llegar, oímos otra explosión y la torre empezó a balancearse y terminó cayendo sobre la plaza, destrozando edificios y a cualquier pobre desgraciado que estuviera en las cercanías.
Imaginaos una torre de esa envergadura cayendo a plomo sobre la ciudad.
Pero eso no fue lo peor.
¿Os acordáis de que el tañer de la campana nos hacía retorcernos del dolor? Pues al estar tan cerca y darse ella semejante golpe, nos hizo caer al suelo babeando y agarrándonos la cabeza desesperados.
Cuando pude levantar la mirada, de entre los escombros de la torre, apareció un demonio, salido del mismísimo infierno. Un extraño ser mezcla de rata con humano, con cuernos retorcidos, cola puntiaguda, patas de cabra y garras en vez de manos.
Pero sin dejar que se terminara de levantar una bola de fuego le golpeó en el pecho.
Eran los Portadores de Talión.
Lucharon contra el demonio utilizando todo lo que tenían. Magia, pólvora, runas, flechas élficas, hachas enanas.
Fue algo maravilloso de ver. Terrible, también, desde luego, pero aquellos que hayan tenido la suerte, o no, de verlos luchar, estarán de acuerdo conmigo en que es algo espectacular de ver.
El demonio no pudo hacer excesivos destrozos a nuestros héroes. Pues estos están muy versados en la lucha contra el Caos.
Pero cuando recibió una estocada del elfo que le rajó el cuello, empezó a hincharse. Uno de los enanos lanzó un grito de retirada.
Mi amigo y yo hicimos lo mismo, por supuesto, perdiéndonos entre las calles. Porque cuando alguien que tiene tanta experiencia te dice que corras, tú no preguntas, corres. Consideradlo un consejo gratuito de vuestro amigo Arvid.
Pues, apenas 15 segundos después, oímos la explosión anunciada.
Miramos atrás y por encima de los tejados de la ciudad pudimos ver otra especie de demonio rata gigante en el cielo nocturno. Estaba hecho de luces, polvo y humo. Este terrible demonio no hacía más que reírse y señalaba por toda la ciudad.
Nos señaló a mi amigo y a mí y un terror mágico se apoderó de nosotros, obligándonos a correr fuera de la ciudad y escondernos.
Fue una sensación muy extraña el verte correr sin control, teniendo al lado a bárbaros del caos e incluso hombres bestia, corriendo con la misma desesperación que tú. Brrrrrr.
Cuando volvimos varios días después, ya no quedaba rastro de los Portadores de Talión, pero bárbaros, demonios y mutantes corrían por todas las calles.
Esperando que los Portadores de Talión hubieran conseguido escapar, nos retiramos para preguntar en las poblaciones cercanas a ver si alguien había conseguido averiguar algo o les habían visto pasar.
Tuvimos suerte, y conseguí una pista que parecía prometedora.
Pero esa historia es para mañana.
¿Alguien me invita a una cerveza?
Comments