Relatos de Arvid Stig. 14
Un nuevo Juramento
Buenas noches mi queridísimo y leal público.
Hoy voy a contaros la última historia de este épico viaje. Lo que voy a contaros os dejará sin palabras, pues, aunque yo mismo estuve presente, todavía no soy capaz de creérmelo.
Para los que no pudieron estar ayer, conseguí verlos de cerca, pero mi amigo y yo fuimos hechizados por un conjuro de terror que nos hizo huir al bosque.
Para cuando volvimos donde les habíamos visto la última vez, nada quedaba de ellos.
Se me habían escapado de entre los dedos.
Pero ya sabéis que por el precio justo se puede conseguir todo lo que uno desea. Y lo que yo deseaba era poder reunirme con ellos.
Pero, como era digno en nuestros héroes, el siguiente sitio al que fueron… Casi me hace cesar en mi empeño.
Se dirigían, nada más y nada menos, que a la ciudad maldita de Mordheim.
Mi amigo me dijo que Ubersreik era una cosa, pero que a la ciudad maldita no me iba a acompañar.
Pues con mi leal caballo crucé medio Imperio hasta llegar a la linde de la ciudad. Pregunté por ellos en Stirfäre y me confirmaron que habían pasado unas semanas antes.
Decidido a tentar a mi suerte fui hasta la linde del bosque para crear un pequeño campamento escondido y dejar ahí todo lo que no podía meter en la ciudad si quería pasar desapercibido.
Y demostrando que Ranald estaba conmigo en esa empresa, justo cuando salía del bosque pude ver saliendo de la linde opuesta a un elfo de los bosques, le acompañaba una figura encapuchada que tras un gesto hizo que las sombras les envolvieran y se volvieran prácticamente invisibles.
Por supuesto, no grité, pero me apuré para intentar seguirles de cerca.
Arg, malditos magos y sus abracadabras. Es imposible seguirles el rastro, ¡PORQUE NO DEJAN NINGUNO!
En fin. Me dirigí a la zona este de la muralla exterior, por donde me había parecido que se perdían y encontré una zona que estaba medio derruida, pero habían dejado una cuerda con refuerzos para poder entrar y salir de la ciudad con seguridad. Me sentí tan especial utilizando esa misma entrada… jejeje.
Allí estaba yo, viendo la ciudad maldita y con dudas de si entrar o no en ella. Pero, siguiendo el plan original, empecé a buscarlos, al menos tenía confirmación de que estaban por allí, así que era sólo cuestión de tiempo que pudiera encontrarles.
Se que utilizo esta expresión muy a menudo, pero… de verdad que era una pesadilla hecha realidad. Y hay gente que vive allí intentando sacar tesoros y yoquesé el qué, en fin, locos. El resumen de la ciudad es una grotesca masacre. Ni las hermanas de Sigmar se habían librado esta vez, una extraña planta se había apoderado del templo sagrado y extrañas diablillas cantaban y bailaban obscenamente por allí. En la plaza de la gran biblioteca había grandes… no sé como llamarlos, ¿seres? ¿Mutantes? Cosas gelatinosas y tentaculosas de color rosa. Algo las había matado y, aparentemente, se las había comido (en parte) ya que había mordiscos… algo asqueroso.
Pero sin duda Ranald volvió a ayudarme. Imaginaos mi sorpresa al ver un fantasma de un caballero del Sol Llameante de Mirmidia en su tabardo, salí corriendo cuando sus cuencas vacías se fijaron en mis ojos, no me la iba a jugar. Corrí hasta llegar a la muralla y pude ver los restos de un campamento reciente. Habían dejado un barril de cerveza vacío, y sabéis lo que significa eso:
Enanos.
También había una parte del muro como quemada, sin duda donde estuvo dormitando una maga de fuego. Eran ellos, no había duda.
Crucé al otro lado del río que divide la ciudad y estaba siguiendo unas pisadas cuando vi saliendo por encima de los tejados de la ciudad, unas alas coriáceas.
No tenía yo ninguna intención de acercarme a lo que fuera que tuviera esas alas, hasta que escuché una voz que ya conocía gritando “POR GRIMNIR”.
En ese momento corrí lo que no había corrido en mi vida y un demonio como no los había visto desde Kislev, y espero no volver a verlos, estaba luchando contra los Portadores de Talión.
Un matador con un dragón tatuado en el pecho estaba caído en el suelo mientras nuestros héroes seguían luchando. La maga de fuego envolvía en fuego las alas del demonio para que no pudiera volar, el mago gris hacía desaparecer y aparecer a la gente, el elfo hacía que desaparecieran partes del demonio, la ingeniera le disparaba a las manos para que soltara su gigantesca espada, el sigmarita atacaba con su gran martillo imbuido con el poder de su dios y los enanos luchaban con sus armas y armaduras rúnicas contra el ser.
Pero el demonio era demasiado poderoso para ellos. Nuestros héroes sangraban por infinidad de heridas, no eran capaces de controlarlo, hasta les costaba moverse de la cantidad de ataques que habían recibido. Pude ver, con terror, como la legendaria armadura de Gromril de los enanos empezaba a derretirse con el aliento de llamas del gran demonio y como el sigmarita continuaba luchando con un brazo colgando en una postura extraña. Los golpes de la espada demoníaca reventaron la armadura del otro enano y con un barrido de sus alas derribó a dos de los magos.
La situación era desesperada, yo estaba viendo como los mayores héroes que habíamos tenido en mucho tiempo estaban perdiendo y lo peor de todo es que no había nada que yo pudiera hacer para ayudarles.
Fue entonces cuando la maga brillante tiró su escudo y alzando su espada empezó a absorber todo el fuego que había por la zona. Absorbió tanto el fuego que ella había invocado como el del demonio. Las llamas formaron un tornado ardiente que la envolvía, su armadura claramente mágica parecía estar fundiéndose, la piel de su cara parecía consumirse, pero poco a poco el tornado iba ascendiendo y concentrándose en la espada, que perdió el acero de su hoja pero que parecía que estaba formada por fuego sólido.
Parecía que estaba todo perdido ya, los Portadores iban cayendo uno a uno mientras la maga de fuego preparaba su gran conjuro, no habían hablado, pero intentaban darle todo el tiempo que necesitaba, eran compañeros, confiaban unos en otros y estaban todos dispuestos a sacrificar su vida.
Cargó contra el demonio cuando este lanzó por los aires a los enanos y, con un grito que partió la noche en dos, clavó la hoja ardiente hasta la empuñadura en el estómago de la criatura.
El demonio estalló en llamas y se fue convirtiendo en ceniza.
El alivio se extendió entre los Portadores de Talión al ver derrotado a un tan poderoso enemigo, tal vez el mayor que se habían encontrado hasta ese momento.
Pero lo peor estaba por llegar.
La maga brillante había forzado demasiado su magia y el fuego que había envuelto al demonio le estaba empezando a envolver a ella también.
Soltó la espada y se agarró la cabeza gritando con desesperación, se agachó intentando mantener el equilibrio mientras su cuerpo se iba deshaciendo…
Algo aún más espeluznante pasó.
Parecía que las llamas estaban abriendo su espalda, algo surgía del interior de la maga, algo hecho de sombras y fuego, una especie de ser con una gran boca llena de dientes empezaba a materializarse, fue el ser más terrorífico que jamás había presenciado y podía notar su maldad y su crueldad, un sabor amargo me inundó la boca y no pude hacer más que vomitar.
El sigmarita comenzó a rezar y meteoritos caían sobre la extraña sombra reventando parte del ser, pero no lo detenía. Los magos intentaron controlar los vientos de la magia para detener la transformación, podía ver como sudaban por el esfuerzo incluso desde donde me encontraba escondido, pero pese a que parecía que conseguían ralentizar el proceso, no parecía que fueran a poder detenerlo. Cuanto más del ser se materializaba más desaparecía de la maga de fuego, casi parecía ya una carcasa vacía.
Fue entonces cuando uno de los enanos, el que no llevaba la armadura de Gromril, el que parecía un simple guerrero, se acercó a su amiga. Portaba en una mano un libro y alzaba un canto a los ancestros y habló en un idioma que no era capaz de reconocer. No era el Khazalid que oyes en las tabernas, era algo parecido, pero más antiguo y poderoso.
El enano apoyó una mano sobre la cabeza de su compañera para consolarla, ella pareció sentir algo de alivio y consuelo. Le agarró la mano con fuerza y le miró con desesperación, alzando un grito mudo suplicando ayuda. El enano la miró con ternura y compasión mientras continuaba su cántico.
Entonces el enano cerró su libro, lo guardó y sacó un martillo lleno de runas brillantes. Las llamas se extendieron de la maga y empezaron a envolver también al enano. Pero no cesó en su empeño. Mientras continuaba su rezo y consolaba a su amiga comenzó a golpear al extraño ser hecho de sombra mientras invocaba el poder de los siete ancestros enanos.
El primer golpe fue como una explosión que hizo reventar todos los cristales de las casas que había en las cercanías mientras el enano cantaba el nombre de Smednir.
El segundo golpe sonó como un cañonazo al gritar el nombre de Morgrim, el ser gritó de dolor y frustración, pero los magos le mantenían controlado.
El tercer golpe llamó a Grugni y convirtió en piedra las piernas del enano y volvieron sólido al ser que se estaba materializando. El otro enano gritó al entender lo que iba a pasar. Intentó detener a su amigo pero el sigmarita le sujetó entendiendo el sacrificio que estaba teniendo lugar.
El cuarto golpe trajo el poder de Thugni que sonó como si una gigantesca cristalera fuera hecha añicos y el propio aire empezó a fluctuar como si un incendio estuviera consumiendo a la ciudad y los magos se retorcieron doloridos.
El quinto golpe invocó el poder de Gazul y volvió de piedra a la maga y el brazo del enano que le daba consuelo apagando el fuego que consumía a ambos.
El sexto golpe invocó a Grimnir y sonó con el aullido de miles de demonios que luchaban y sufrían la furia y el honor de los enanos.
El Séptimo golpe… Invocó el nombre de Valaya y una lágrima calló por su rostro. El poder de las runas les envolvió y sonaron siete golpes dignos de la forja de los mismísimos dioses. Pero con cada uno de los golpes más y más partes del enano se iban convirtiendo en piedra, hasta que al final terminó convertido en una estatua llena de runas brillantes.
El otro enano cayó al suelo envuelto en lágrimas mientras gritaba el nombre de su hermano con el sigmarita y la ingeniera intentando consolarle sin éxito. Los magos cayeron al suelo exhaustos por el duelo mágico que habían tenido con el ser.
Y yo no me atreví a acercarme.
Habían caído, no uno, sino dos Portadores de Talión.
El elfo se acercó a la estatua y les dedicó unas palabras a sus amigos con lágrimas en sus ojos. El enano se acercó y abrazó a su hermano mientras lanzaba un juramento al aire y empezaba a quitarse su imponente armadura. El mago gris se acercó, se quitó un colgante y se lo puso a la estatua, alejándose sin decir nada mientras el sigmarita elevaba un rezo a su dios. La ingeniera se acercó en silencio a presentar sus respetos y se alejó apesadumbrada.
Cuando hubieron recogido sus cosas y el cuerpo inmóvil del matador, el mago gris les envolvió en sombras y les hizo desaparecer, a los cinco que quedaban.
Lo único que puedo decir, es que una vez que el ritual terminó y el polvo del combate terminó por asentarse, las runas brillaban en la estatua y cuando me pude calmar me acerqué a la prueba del sacrificio definitivo.
Cuando estaba allí cerca, os puedo prometer que se podía respirar paz y tranquilidad. Habían sido capaces de traer una zona de sosiego en mitad de la ciudad maldita. Los sacrificios del orden eran caros, pero eran capaces de traer esperanzas hasta en los peores sitios.
Los Portadores de Talión desaparecieron de Mordheim. Y llevan tiempo sin dar señales de vida. Pero tengo muy claro que volverán a aparecer, y cuando lo hagan, yo volveré a contar sus historias, como que me llamo Arvid Stig. Sólo yo fui testigo de su gloria y su sacrificio, pero contaré su historia por todos los lugares en los que viaje.
Ha sido una temporada intensa y memorable.
Habéis sido un público excelente y he disfrutado mucho de vuestra compañía y aprecio.
¡POR LOS PORTADORES DE TALIÓN Y SU SACRIFICIO!
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