Sesion: revolviendo la hierba para que salgan las serpientes
General Summary
A todas luces los primeros seres vivos en pisar este suelo después de un buen tiempo, los enviados de Boheia encontraron sin muchas adversidades la puerta que parece llevarlos al fondo del problema con los ahogados. De todas maneras no fue fácil, varios miembros de la party se encuentran caídos o desaparecidos para que el grupo pueda estar en esta situación. Thomson dejó su vida al atacar al monstruo que sostenía el barco y no lo dejaba alejarse de la invasión en Sokeby. Calum desapareció del barco, tal vez con sus propios demonios. Tiao Kain , comandante de la mismísima nave, tras haberlo entregado todo para deshacerse de la hechicera Dasyra y haber desaparecido junto con gran parte de su camarote tras el impacto de un bote proyectil. Y como saber del destino de la gente de Sokeby , que corrió a los bosques en busca de refugio. La isla está despertando a la llegada de los aventureros y eso se nota al escuchar el trueno. Mientras Varis reposa sus ojos sobre la críptica piedra, de entrada, el grupo decide volver al Cithara en respuesta a la llamada de Larissa en animos de defender el vehículo mientras se repara y avisar de la presencia de los ahogados.
Revolviendo la hierba
Tres figuras se materializan tras la ventisca helada, la trovadora infernal se aclara los ojos mientras se acercan en camino directo al barco volador. El monje gatuno se percata de la llegada de los aventureros a quienes responde con su voz mágica atravesando el viento frío de la costa del Norte preguntando si están bien. Al llegar, los cinco, Larissa, Velaq, Varis y Valandrea se ponen al tanto. Y es la demónica quien se acerca a la sacerdotisa para curarla con su Lira mágica. Bajando por la rampa de la barcaza, Eliyen Luncan desciende entusiasmada y Velaq le entrega el Diario de Goren Luncan, quien continuaría sus crónicas en los tubos de cerámica. El elfo también saca el Topófono de su mochila y muestra lo que puede hacer. Larissa reconoce los cilindros y muestra dos que encontraron entre unos restos flotando en la playa junto al fiordo donde se posa la nave. Varis comenta la simbología encontrada en la puerta de piedra y Larissa "escucha" unos sonidos distraída y aislada de la realidad por un breve momento. Al volver de su sueño despierta, y habla sobre dejar caer una roca en un símbolo y agua en otro de los símbolos, pero algo apremia, Sirio en la Tormenta al recoger madera con Blanco de Página vieron ahogados adormecidos rondando la isla. Velaq, haciendo uso de su acompañante espectral le instruye para atraer a los ahogados que están en la superficie y así mantener a salvo al Cithara y a los civiles que están bajo su refugio. Los aventureros entonces se preparan para defenderse de la horda mientra los atraen a la explanada donde se posaron por primera vez en la isla.Aplastando las serpientes
El ulular del búho espectral resuena en las cañadas que desembocan en el fiordo donde los héroes se estuvieron preparando y le da la señal a su elfo maestro que con una sonrisa lo recibe de vuelta para desmaterializarse en su brazo frente al paso errante de las criaturas de carne, huesos y cayos que se acercan de a montones por los desfiladeros. Al unísono los ademanes de los aventureros provocan hechizos que ralentiza la carga que torpe pero decididamente mantiene la horda. El semielfo pícaro se posiciona para reaccionar ante cualquiera que se acerque a sus compañeros. Los tripulantes del barco volador se posicionan en las balistas que dispone y comienzan a disparar, la gran flecha de hierro se encastra en el costado de uno de los zombies y este lo incorpora a su cuerpo arrastrándolo en su andar. El gato monje avanza contra los ahogados y golpea la carne húmeda y putrefacta con poco éxito pero su movimiento hace recordar a los hábiles felinos que hacen de las altas montañas de Agreothas. En su defensa, el arpegio disonante de Larissa pone a un ahogado a correr hacia otro lado en desconcierto. La religiosa Valandrea se sube al zepelin del Cithara y grita a viva voz:Hijos de la madre acudan a mi para proteger a estas almas!!!tres figuras fantasmagóricas la rodean entonces gritando como de agonía al acudir a cumplir con su deber. Como si los hubiese incitado, los ahogados aceleran su paso y cuatro más se asoman por las cañadas. Varis ve un ahogado que se alinea con su arco y dispara un certero virote. En su conjunto el mago bibliotecario alza sus brazos hacia el cielo y una bola de fuego impacta contra el centro de donde piensa que están loas ahogados quienes son proyectados hacia atrás pero solo para continuar su avance prendido fuego como si la carne rostizada no doliera.... Entre los no muertos que tomaron la delantera surgió una cuchilla, oxidada y carcomida por una pestilente coraza que se aloja en el hombro de Krauss Winstor y de cual herida provocada comienza brotar un líquido viscoso negro que comienza a teñir las hebras de pelambre del gato. Al ver eso su herida el felino se da vuelta y busca trepar al barco para replegarse pero su distracción le cuesta caro y cae inconsciente por las heridas de dos de estas pieles vivas. Algunos de los enemigos parecían traer ballestas y sus flechas ponzoñosas comienzan a surcar el frío aire de la isla. Una se aloja en la Tiefling pero la trovadora retribuye con un aplauso atronador que manda al suelo a dos no muertos que buscan recuperarse. De pronto un resplandor que compite con el sol de la mañan, envía a los monstruos corriendo por su existencia ante la santidad de Altalas Birdiir. La humana religiosa toma un cabo y se lanza al nivel del suelo y los fantasmas que la protegen envuelven también a los aventureros caídos. La flecha de Khor Ullum se aloja en lo que sería la cabeza de un previamente vivo, este tambalea hacia adelante y uno de los espíritus de protección lo atraviesa provocando que partículas de su piel escamosa se conviertan en encendidas brasas y caigan al suelo evaporándose en la blanca nieve. El ímpetu de otro no muerto conecta con la clériga y le provoca una herida supurante de el mucosidad negra, aunque compensado por la beata, ingresa entre las placas de Valandrea. Velaq prepara de nuevo su hechizo de bola de fuego, esta vez uno de ellos queda reducida a una pila de huesos y carne putrefacta encendida cual fogata. Los enemigos continúan tratando de ingresar a la protección, cegados por la agresión, tal vez forzados por una mano invisible a poner el cuerpo para que los espíritus carcoman su cuero degradado. Los ojos de Larissa se iluminan en un amarillo fulgurante cuando en la cabeza del monstruo que estaba tratando de llegar a ella y en sus sienes una corona de fuego se materializa, los ojos color rojos giran a enfrentarse a su propia especie. Valandrea se ve rodeada aun con sus espíritus guardianes, invoca a su devoción a la Diosa Madre expulsa a los difuntos que comienzan a escapar, uno de ellos terminan despellejado y cae seco como una momia de tiempos antiguos. Altalas luego es herida aun estando en la borda del barco, y comienza a atender a sus heridas. Una tercera bola de fuego se expele del bibliotecario enojado ya por la ofensiva no muerta. Partes de cuerpos vuelan en pedazos tiñendo a la nieve blanca en un oscuro negro y grisáceo suelo. Los que no sucumbieron, lentamente se recuperan, y como lenguas de fuego en un pastizal continúan su aletargado avance hacia los héroes, encendidos por la bomba llameante del mago. El zombie cornado se abalanza contra uno de sus compañeros y comienza una revuelta dentro de la revuelta. Otro de ellos se abalanza sobre Larissa, concentrada en sus encantos dándole locura a otro enemigo. Pero no llega a alcanzarla porque una flecha del semielfo entra en su cavidad ocular y al salir deja inerte al conjunto reanimado de piel y hueso que se desploma como una bolsa de papas. No muy lejos otro espíritu encendía las escamas por última vez de aquella atrocidad, convirtiéndola en una pila de cenizas chispeantes en la nieve blanca cuando el sol daba las 11. Otra explosión atrona en la cañada. Los cuerpos, rotos y carcomidos ahora son pequeñas columnas de humo que se mueven para agredir a los aventureros. Y una danza de magia y muerte comienza a invadir la cabeza de los defensores. Velaq exhausto continua con misiles mágicos simples después de haber agotado sus energías, a un pedazo de carne que se rehúsa a morir. Valandrea cae víctima de una flecha negra, que roza su mejilla y la golpea lo suficiente para dejarla inconsciente. La furia se apodera de Larissa cuando pega un grito que desbarata a otro no muerto y con su mente recurre a su encantado de la corona que comienza a atender a los dos ultimos con sus esqueleticas garras destripandose entre si. Altalas se arrastra, herida ella misma, para estabilizar a Valandrea que yace desmayada. En la otra punta Velaq casi mareado dispara unos proyectiles de luz en afán de terminar el encuentro pero no logra hacer que el muerto no se mueva más. La mano de Larissa calienta el cuerpo de Valandrea que se sienta con su mano en la cabeza. Con una rodilla en el suelo, la artista mira a su esclavo, mira su corona, sonríe dejando ver su colmillo al apreciar la locura que le provoca a esa alma en pena que revuelve su pensamiento físico y la esencia de su espíritu siendo tensionada por dos grandes fuerzas. La criatura se retuerce y se revuelca, aun recibiendo daño no quiere partir de este plano. Varis se acerca y le aloja una flecha en los restos de esta última aberración y esta no se detiene. Valandrea aún mareada de su abatimiento, apunta su amuleto y la llama divina desciende sobre lo que ahora parecen restos amorfos moviéndose, aun asi no se detiene, los huesos de su única mano restante se extienden a Larissa cuando espere un sonido gutural que más parece producto de los gases fétidos que salen desde el interior de su carcasa para desplomarse cuando una flecha de dos metros y con el grosor de lo que fuere en algún momento su boca, queda fijado contra el suelo de sedimento marino como monumento empalado de depravación. Esta lucha no fue gloriosa pero fue llena de gloria, no fue elegante, ni divertida, ni memorable, pero estará por muchos años alojada en la memoria de aquellos que con cabeza rendida del cansancio, con el espíritu alegre pero exhausto, suben lentamente los tablones hacia la cubierta del Cithara en busca de un descanso reparador y pensando en que no hay belleza en aquellas hazañas, pero en el futuro se escribirán poemas sobre lo acontecido en aquel rincón sin descubrir del lejano mar del Norte