El reino de Arabasta ha sido siempre famoso por su exotismo y amplitud. La familia Nefertari ha gobernado este reino desde los inicios del Gobierno Mundial, y desde entonces han contado con los guardias reales para protegerles. Jeremiah no nació en el seno de ninguna familia noble, todo lo contrario. Sus padres eran obreros en la presa de Shurian, hasta que una inundación se les llevó rio abajo. Se quedó solo a los 4 años.
Desde aquel momento los hogares de la beneficencia se encargaron de él. Cuando fue capaz de arrimar el hombro era el primero en ayudar a los nuevos llegados y se preocupaba de abastecer al hogar y buscar recursos donde pudiese. Su disposición y proactividad llamaron la atención de los superiores, quienes no dudaron en recomendarle para los cuerpos militares, a pesar de su falta de instrucción. La disciplina y el trabajo duro le hicieron ascender de rango dentro de la organización militar, sin hacer mucho ruido. Jeremiah cumplía sus tareas y entrenamientos sin rechistar, con el objetivo en mente de ser de utilidad al mayor número de personas posibles. En su cabeza la idea del bien común no desaparecía, cada vez se hacía más fuerte.
Su interés aumentó cuando sus nociones bélicas se complementaron con las lecciones que les proporcionaban los eruditos. Teología, historia, lírica…todas ellas se vieron eclipsadas cuando los sacerdotes funerarios les enseñaron nociones médicas y anatómicas, un mundo que fascinó a Jeremiah. Cuando pasaron los años, los sacerdotes tenían ante él a un guerrero formidable, combinado con los saberes de su antigua casta. Era el momento de hacerle pasar a ser un guardaespaldas real, para lo cual debía consumir una Akuma no mi, como era tradición, ya que los guardianes siempre habían sido bendecidos por los poderes de estas frutas. El día de la ceremonia Jeremiah se dispuso a ingerir la fruta Mushi Mushi no mi (modelo escarabeo), sin reparar en aquello que cambiaría su vida para siempre. Pequeños detalles mostraban que esa fruta no era normal, pero era muy similar a la fruta que pensaban que era. Una vez la ingirió numerosas sensaciones se apoderaron de él. Cuando volvió en sí, solo podía pensar en una palabra: Plutón
No sabía que era aquello, pero no debía caer en malas manos. Ni la marina ni el ejercito revolucionario debían tener acceso a aquello, pues podrían usarlo para destruir. No sabía como actuar hasta que el rey Nefertari le ordenó marcharse del reino para llegar hasta el final de aquello que iba buscando. Ayudado de leales a la corona consiguió llegar a Port Lagar, donde iba a tomar un barco de un aliado del reino, Columbus. Sin embargo, algo llamó su atención. Una gyojin orca comenzó a soltar soflamas contra los esclavistas que residían en aquel lugar. Parte de esos desalmados se lanzaron a por ella, cosa que Jeremiah no iba a permitir.