El centenar de la clépsidra
En Abjanel, un grupo de "justicieros" se hacen llamar el centenar de la clépsidra, buscan, desenmascaran y dan cacería a corruptos en la ciudad, pero cuando no pueden, los matan y luego exponen sus actos con los meredos, aportando pruebas o indicios, de cualqueir forma, si ya está muerto el corrupto, no lo volverá a hacer.
Origen
Cuando la ciudad fue atacada por un avatar de Arrenjel y tuvo que adaptarse a sobrevivir en un extremo de la isla, fueron muchas las nuevas construcciones, calles y reubicaciones de pobladores que se hicieron.
Los nobles de la ciudad aprovecharon también esto para quedar mejor ubicados de lo que estaban, algo sin importancia, ya que el Consejo de Califas solo les permite vivir en un sitio, y no pueden poseer propiedades en las jurisdicciones de otros nobles. Sin embargo, un noble Jerife que había perdido sus propiedades y dominios, exageró en algunos gastos para su nueva morada, el más extravagante de todos, fue un reloj de agua, con adornos y un emplazamiento fastuoso, al punto de pagar supuestamente cien mil monedas de oro por esto.
Un grupo de defensores de la ciudad, fanáticos sin dios e inconformes con algunas de las penas aplicadas a ellos mismos o sus familiares, decidieron que era algo exorbitante lo que pretendía hacer el Jerife, y al no poder llevarlo a la justicia de la ciudad, decidieron matarlo, haciendo pasar esto por un accidente. El Jerife cayó por el risco norte de la ciudad, lugar donde se llevan a cabo la mayoría de nuevas construcciones. Este acto se hizo conocido en los pasillos de los adinerados y entre guardias por igual, siendo algo que de alguna forma niveló estas grandes diferencias sociales en Abjanel, finalmente, avalados por un meredo anónimo, decidieron unirse como una organización clandestina dedicada a proteger al Nuevo Abjanel de los peores ladrones, aquellos con poder, recursos y que hacen todo a la vista del público, para que todos recuerden su origen decidieron llamarse el centenar de la clépsidra, haciendo alusión al precio que había pactado el Jerife por su extravagante lujo.
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