Entierro a mar abierto
Entre las gentes de las colonias de kánkeros, cuando alguien muere y es apreciado por su gente, se devuelve a la naturaleza al cuerpo, en un ritual conocido como el entierro a mar abierto.
Preparación
Cuando un kánkero muere, el cuerpo es llevado con las brunas, nombre que reciben las ancianas de la colonia, cuyas costras se encuentras más ennegrecidas. Ellas preparan el cuerpo, despojándolo de cualquier objeto con que no hubiese nacido, limpiándolo y cubriéndolo con algas lechosas en las junturas de las costras.
La familia o las hembras fecundadas en caso de ser un macho el muerto, preparan una estera tejida que servirá para simular un suelo donde repose el cadáver. Las brunas sujetan la estera del cuerpo, insertando sus esquinas en las costras. Finalmente, introducen aire en el segundo abdomen del muerto, para luego sellar el abdomen.
Ejecución
Representantes de cada grupo importante en la vida del kánkero acompañan a las brunas; un familiar, una hembra fecundada, descendencia, compañeros de infancia... Juntos parten hacia la costa, cerca de donde hay grupos de aves. Las brunas van sujetando el cadáver para que este no se eleve hasta la superficie.
Una vez se llega al lugar elegido, los kánkeros comienzan a ejecutar unos chasquidos con sus costras, entonando el canto del regreso, una melodía que aprenden de niños y sólo se permite usar en este ritual. Las brunas sueltan al unísono el cadáver, el cual comienza su ascenso hasta la superficie, en donde será devorado por las aves.
El canto continúa hasta que la estera vuelva a descender, las brunas la llevan a la familia como símbolo de que su pariente ha regresado a la naturaleza.
Duración
Usualmente un entierro a mar abierto dura un ciclo, contando desde su preparación, la única parte que puede variar es el regreso del cuerpo, que depende de las aves. En cualquier caso, esta etapa no debe durar más de un ciclo, en caso de que luego de ese tiempo aún el cuerpo no haya podido regresar completamente, se considera un entierro fallido, los cantos, que deben haberse turnado entre los presentes, se detienen, y las brunas deben inspeccionar el cuerpo para conocer su estado.
Según las partes sobrantes y el tamaño de lo que queda, las brunas deciden si finalizan el ritual o terminan el regreso del cuerpo ellas mismas. En caso de elegir la segunda opción, las ancianas deben culminar la labor que dejaron empezada las aves, si en medio del proceso alguna bruna se siente enferma o se desmaya, se considera un mal augurio y se termina el ritual.
Los cuerpos que no han podido regresar se consideran que vagan en espíritu por los mares, en busca de su hogar, creyéndose perdidos y sin saber que han muerto, solo queda a la familia expiar los pecados del fallecido, en busca de que no los encuentre, pues se cree que tomará venganza por no haber podido volver a la naturaleza.
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