Kobold ardiente
Este exótico plato es preparado en la taberna conocida como La Saeta del Norte, en el gran edificio de El Palacio, en la ciudad de Priano.
Dos veces al mes, se llevan a cabo en este sitio las famosas carreras de kobolds, donde el perdedor servirá de plato principal para los viajeros y asistentes al sitio.
Preparación
El kobold, es amarrado de pies y manos, su hocico es sujeto también y se lo cuelga sobre una gran olla hirviente, los vapores de la olla van durmiendo al kobold lentamente, esto para que muera relajado y no atemorizado y tensionado como sería usual. Una vez muerto el kobold, a la olla se le agregan unas rocas cáusticas que ayudan a deshacer las partes duras de la piel de la criatura.
Luego de que la piel está lo suficientemente delgada, se desecha el contenido de la olla, y se prepara el interior del kobold, los órganos comestibles se separan en pequeños calderos que contienen un caldo sazonado de un fuerte picante, luego se rellena el cuerpo con una preparación previa de arroces, especias, verduras y conchas.
Durante un cuarto de ciclo se cocina el kobold en una salsa poco espesa que penetra los poros y le da un sabor característico, luego de este tiempo se dora frente al fuego mientras se le da vueltas, hasta alcanzar un punto crocante en la piel. Según la voluntad del cocinero, se le retiran las uñas y algunos huesos, para facilitar la extracción de bocados.
Consumo
El kobold ardiente se sirve entero, relleno, algunas veces sin huesos en extremidades, en una gran bandeja en una mesa central. Los órganos principales se sirven al lado, cada uno en platos separados, usualmente para comensales específicos que pagaron un precio mayor por ellos.
El propio cocinero separa bocados del kobold y los entrega a los comensales, cada uno elije si los baña en una salsa espesa que intensifica el sabor y, probablemente, el picante del plato. Nada se desperdicia, pues hay quien prefiere saborear la carne tierna y jugosa, otros las fibras duras de ciertos músculos y hay hasta quien prefiere la cabeza a pesar de la cantidad de hueso y la poca carne.
Algunos guardan dientes como recuerdos de haber comido uno de los famosos kobolds ardientes del Palacio.
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