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Batalla de Alhandega

Military: Battle

939AD
8

Humillane derrota del califa Abd al-Rahman III ante los ejércitos leoneses, castellanos y navarros que tendrá como consecuencia un importante giro en la dirección de su política exterior


Siguiendo el hábito de sus antepasados en las acostumbradas aceifas estivales, ʿAbd al-Raḥmān III hizo un llamamiento al ŷihād para combatir a los reinos del norte. Salió hacia Toledo desde Córdoba a la cabeza de su ejército, donde se congregaron cerca de 100 000 hombres de armas al unírsele los ejércitos de los señores de la Marca Superior. El rey de León, Ramiro II, ante la noticia de semejante hueste, convocó a los ejércitos de los condes de Castilla y del rey de Pamplona y las tropas gallegas y asturianas para salir a su encuentro.
Dos días antes de la batalla, cuando ambos ejércitos estaban frente a frente, hubo un eclipse total de sol; tal fue la negrura que el califa, en el último día de ramadán, rompió el ayuno en el momento equivocado: hecho que los hechiceros de su corte dictaminaron de mal augurio. Los dos ejércitos se encontraron en la vega del Pisuerga, al noreste de Simancas. Durante varias jornadas, los cristianos se enfrentaron en inferioridad numérica a los musulmanes hasta que, incapaces de contenerlos, tuvieron que replegarse hacia la fortaleza que dio nombre a la batalla. Entonces apareció un guerrero vestido con una túnica negra y armado con una brillante armadura dando muerte a su paso por las falanges musulmanas. Con una espada en la diestra y un estandarte en la siniestra rompió el cerco de la fortaleza y dispersó las fuerzas de ʿAbd al-Raḥmān III por el ensangrentado campo de batalla. El guerrero no era otro que san Millán, enviado para conceder la victoria a los ejércitos de Ramiro II (desde aquel día, san Millán fue nombrado patrón de Castilla). En su huida, los musulmanes fueron derrotados y el mismísimo califa resultó herido. Entre los tesoros que capturaron los cristianos se encontraba la cota de malla de oro favorita del califa y un valioso Corán. Como castigo, cuando ʿAbd al-Raḥmān III regresó a Córdoba, mandó crucificar a 300 oficiales de su ejército.

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