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Volcán Nix'Kruzaek

Nunca vayan al norte, aventureros. Más allá de los reinos humanos, más allá de los oscuros pantanos de Nimloth y las empinadas montañas de Ar Fan, más allá incluso del Desierto de Mohren, el Monte Nix'Kruzaek marca el fin de este mundo. El negro volcán que se erige imponente en el horizonte, visible desde todo el continente, fue nombrado así por nuestros más antiguos antepasados: "El Ojo de Aquellos que no son Nuestros Ancestros". Nadie sabe con certeza hacia donde llevan las profundidades del Monte. Quizás hacia los Nueve Infiernos, los circulos planares debajo de nuestro plano terrenal, donde habitan los antiguos ejercitos de los Diablos. Quizás llevan al Ocaso, hacia la guaridad de algún oscuro y ancestral Nikruziik. Sólo se sabe que aquellos que han regresado del desierto cuentan historias de incursiones de criaturas astadas y aladas, envueltas en huesos y llamas y con un poder más allá del de un mortal normal. Además, los rumores indican la existencia de un antiguo Coliseo en las profundidades del volcán, donde las almas más desgraciadas son llevadas esclavizadas a luchar para el entretenimiento de los infernales observadores. Almas atormentadas rondan entre las llamas del Monte Nix'Kruzaek, y puedo asegurarles, aventureros... no están preparados para lo que reside allá adentro.
(Madre Lo'Gatha, Shamán de la Tribu de las Hijas de la Tierra)  

El Ojo de Aquellos que no son Nuestros Ancestros

Sin duda la vista más prominente de todo Kreinvulqo, el Volcán Nix'Kruzaek es conocido por las razas mortales de Kreinvulqo como "el fin del mundo". Imponente en el horizonte, con picos de roca negra que se alzan más allá de las nubes y ríos de lava carmesí recorriéndolo desde su crater hasta las profundidades, los primeros mortales le nombraron Nix'Kruzaek, "El Ojo de Aquellos que no son Nuestros Ancestros", pensando que podría ser el principal portal entre el plano terrenal y los planos del Ocaso. Las distintas razas evitaban acercarse al volcán, considerando toda la zona como un área profana que escapó al toque de los dioses. Sin embargo, la expansión de los reinos humanos, principalmente por parte del reino de Galadrel y la Alianza de Plata, así como las nómadas tribus de los orcos, eventualmente llevó al encuentro de estas razas con los horrores que circulaban alrededor del volcán.  

La Entrada hacia los Nueve Infiernos

Antes del tiempo de los Dioses y del surgimiento del plano terrenal, existian Viknas, la primera fuerza primordial y Dhasnas, el agente del cambio. De su unión surgió todo el universo conocido, incluidos los Mán'Iar, los primeros Kruziik primordiales. Akatosh, el Dios Dragón, fue el primero y con él, el concepto de tiempo y espacio surgieron, creando orden donde sólo había caos. Sin embargo, toda acción tiene una reacción: la creación del orden significó un reordenamiento del caos restante, el cual se fue acumulando y concentrando lentamente. Cuando Kindreth, el Embaucador empezó junto a los demás Kruziik con la creación del plano terrenal, todas las energías caóticas tomaron forma de manera paralela, reflejando el actuar de los dioses. Sin embargo, ante la diferencia de magnitud entre el orden y el caos, este último se reorganizó en nueve planos planos, a diferencia del primero que se materializó en el plano terrenal. Así, se generaron los Nueve Infiernos, nueve planos con distintos aspectos del caos representados a lo largo de su casi infinita expansión. De este caos, simulando la creación de vida por parte de los Kruziik y sus descendientes, surgieron los demonios, criaturas intrinsecamente malvadas cuyo único fin es la búsqueda de la destrucción y la expansión del caos.   Al sentir la creación de estos planos y la energía liberada, los Kruziik más poderosos intentaron contener la expansión demoniaca, logrando temporalmente sellar los Nueve Infiernos lejos del plano terrenal. Sin embargo, el caos, por definición, es incontrolable. A pesar de los esfuerzos de los Kruziik en mantener los Nueve Infiernos a raya, el caos eventualmente se hizo paso hasta el plano terrenal, en una gran explosión que se sintió en la totalidad del mundo de Lov, desde Kreinvulqo hasta Angrohma. La explosión generó un reordenamiento de las masas continentales, irrumpiendo en pleno Desierto de Mohren y resultando en la aparición del imponente volcán en el norte del continente. Humeante y amenazante, los Kruziik debian actuar rápido: muchos habían sido drenados de una gran parte de su energía tras el plan del Embaucador, y los incesantes ejercitos demoniacos eran más de lo que podrían contener.   Sin más opciones, una de las Kruziik más poderosas, Zarathras, diosa de la guerra y el orden, ideó un plan. Utilizando todo su poder divino, entró al Volcán Nix'Kruzaek para frenar la próxima incursión demoniaca. Liberando su esencia divina para influenciar a los demonios del primer anillo de los Nueve Infiernos, el caos fue reemplazado por orden. Manteniendo sus caracteristicas infernales pero con un nuevo objetivo y esencia, nacieron los primeros Diablos. Con un poderoso ejercito ahora a su disposición, Zarathras repelió las hordas de demonios junto a los diablos, iniciando la Guerra de Sangre. Sin embargo, los demonios eran incesantes en su paso, lo que obligó a la Kruziik a abandonar a sus hermanos y hermanas celestiales y permanecer en el primer Anillo de los Nueve Infiernos, Lahzeral, para siempre defender el límite entre los demonios y el plano terrenal.   Desgraciadamente, los Nueve Infiernos lentamente empezaron a corromper la esencia de Zarathras. La otrora justiciera diosa, bastión del orden y lo correcto, lentamente fue siendo influenciada por el caos, extremando sus métodos y modificando su comportamiento. Adquieriendo las características de los habitantes originales del plano, Zarathras se convirtió en la Emperatriz de Sangre, la sangrienta Kruziik. Aún llevando a su misión, los demás Kruziik decidieron borrar su existencia de los registros y memorias mortales dentro de su alcance, para esconder el poder de la corrupción que podía afectar incluso a los Kruziik. Zarathras no se vió afectada; lo importante era mantener a raya a los demonios, y tenía el plan perfecto para mantener los números y poder de su cada vez más desgastado ejercito.  

El Anillo de Sangre

Hace algunos siglos, los habitantes más cercanos al Desierto de Mohren empezaron a visualizar criaturas con cuernos y alas y demás facciones infernales en los alrededores del volcán. Lentamente, las apariciones se hicieron más frecuentes, hasta que finalmente se registraron encuentros directos entre las razas mortales y los diablos. Con el poder abismal de un demonio y la inteligencia y astucia brindados a ellos por Zarathras, los diablos fácilmente destrozaban cualquier asentamiento y caravana con la que se encontraran. El reino de Galadrel y la Alianza de Plata lentamente fueron siendo víctimas de estas incursiones, recurriendo a retraer la expansión de sus tierras con tal de no lidiar contra los infernales invasores. Incluso los orcos, reconocidos por su fuerza y destreza en combate, se vieron igualados en poderío y estrategia, igualando en su mayoría a sus contrapartes humanas y evitando extenderse dentro del desierto. Sin embargo, aquellos pobres mortales que se encontraban con los diablos no eran exterminados, sino tomados prisioneros y llevados hacia las profundidades del volcán.   Ningún mortal al sur del continente conoce con exactitud lo que ocurre dentro del Volcán Nix'Kruzaek, pero algunos cultistas y seguidores de los Nikruziik, seres más allá del plano terrenal, han podido dar con la información, la cual ahora se propaga en Kreinvulqo en forma de rumores y susurros: la existencia de un gigantesco coliseo infernal, el Anillo de Sangre, donde los prisioneros son llevados a combatir contra infernales gladiadores y poderosos demonios capturados, ante la vista de los demás diablos allí presentes. El sanguinario Coliseo, a cargo del Duque del Infierno, el General de Bronce Bael, no sólo marca el inicio de la transformación de las almas prisioneras en fuerzas diabólicas, sino también sirve de límite entre el plano terrenal y los Nueve Infiernos.  
  Se dice que aquellas almas débiles consumidas en el Coliseo son convertidas en diablos de bajo rango y enviados como fuente de poder o carne de cañón hacia Lahzeral. En cambio, aquellas almas fuertes que demuestren su valía en combate son convertidos en diablos de mediano y alto rango, enviados al Primer Anillo como fuerzas para mantener a los demonios a raya. Los guerreros más hábiles y poderosos se enfrentan al Campeón Esclavo del Anillo de Sangre, Thoros, un poderoso minotauro obligado a servir en el Anillo de Sangre, para convertirse en poderosos diablos una vez ejecutados por él. Tras perder un duelo de tres días y tres noches contra el General de Bronce defendiendo su pueblo, está forzado a acabar con las vidas de los mortales que se enfrenten a él en el Anillo hasta que aparezca alguien que lo derrote. Y hasta ahora, nadie ha podido derrotarlo.
Tipo
Volcano

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