Sesión 18: La real Bafir
Pot grita la señal de alarma, alertando a todos y Wrenn, Esi y Yardis se ven flanqueados por los guardias de Bafir que cuidan el fondo y el frente de la cubierta.
Desde la habitación de la reina empiezan a emerger más de sus tropas con armaduras especiales, mientras Wrenn y Esi se adelantan para detenerlos y Yardis retrocede con la intención de hacerse con los cañones antes que sus enemigos. Wrenn rápidamente le hace frente al hermano del mago, quien demuestra ser mucho más ágil y diestro de lo esperado, sorprendiendo al dragonborn con su hábil uso de armas de fuego. Pero Wrenn resiste con firmeza cada ataque y descarga todo su poder contra el chico, tratando de suprimirlo lo más rápido posible. Esi lo apoya desde cerca con ataques mágicos de gran envergadura que incineran al guardaespaldas de Bafir, pero como el mago les había dicho, Pot es un pirómano y el fuego parece avivar su cólera.
Codo a codo, Esi y Wrenn logran ralentizar el avance de las tropas de Bafir, sin embargo sus guardias siguen emergiendo del cuarto, demostrando gran superioridad numérica.
Tras la orden de Wrenn, Micarlin y Olvana se apresuran a bajar para ofrecer refuerzos, mientras Yardis usa sus poderes de adivinación para descubrir que el salón de al fondo tiene los cuatro cañones, además de otra silla, custodiados por 3 guardias especializados. El mago pide que se retiren hacia el fondo y le ayuden a asegurar ese salón que a su juicio provee una ventaja, pero Wrenn y Esi ya tienen suficiente con qué lidiar en la vanguardia y no están de acuerdo con la idea pues consideran que es quedarse atrapados. Mientras tanto, desde la pieza de comunicaciones, Órel les indica que desde la base los Zhentarims están pidiendo refuerzos a la nave de Ons para bombardear toda la prisión y a todo tiefling y ser vivo que se encuentre adentro. Wrenn logra darle un último golpe de gracia a Pot, dejándolo inconsciente, pero la batalla contra Bafir sigue saliéndose cada vez más de control, cuando la mismísima reina sale de su habitación y revela que su ridículo cetro de hafling es, de hecho, un arma de Eberron, capaz de transformarse en piezas metálicas como los tres libros y adoptar la forma de una letal metralleta.
La reina dispara contra Esi y Wrenn sin reparo, y la party se da cuenta que las municiones tienen un particular efecto que parece debilitar sus armaduras hasta la desintegración. Mientras, a salvo de la mayoría del daño, Yardis logra hacerse con la sala de cañones dejando a los guardias de armadura eberronina afuera con su campo de fuerza mágico. El mago rápidamente descubre como operar los cañones, cuando, desde el plano astral, Harisa hace su aparición en la silla. La tiefling está delgada y débil y el mago le avienta una poción mientras le propone una idea para acabar tanto con Bafir como con los Zhentarims que se agrupan para bombardear la base: Programar los cañones contra sí mismos y usar la nave de Ons como un ataque kamikaze mientras ellos escapan. Haciendo memoria de la misión de recuperar la nave para los tieflings que le encomendó en secreto Enki, Harisa se niega rotundamente y el mago no logra entender su insistencia sobre la integridad de la nave. Yardis trata de convencer a Harisa de que esta idea acabaría con Bafir, sus tropas y los Zhentarims de un rápido golpe, pero la ranger no se mueve de su posición sobre la necesidad de la nave para los tieflings, quienes no tienen reino a dónde ir. Dejando salir a flote toda su dolor y rabia tras años de persecusión hacia su gente, Harisa amenaza de abandonar al grupo si Yardis procede con su plan, mientras el mago la llama irracional y ella resetea la posición de los cañones hacia tierra. Harisa sale de la sala y se prepara para atacar a Bafir al otro lado de la cubierta, mientras, a pesar de las habilidades curativas especiales de la hechicera, Esi y Wrenn caen abatidos tanto por la metralleta como por los guardias haciendo ataques explosivos en su contra. Desde tierra, Oz, que se ha reintegrado al grupo con Sol y Enki, informa que los tieflings están listos para su escape y el ataque de los cañones hacia el grupo de Zhentarims debe ocurrir AHORA. A regañadientes, Yardis activa 3 de los cañones que causan un ataque de proporciones masivas y hacen volar todo el embarcadero de la base donde los Zhentarims se habían agrupado con sus propios cañones. Con los dos héroes de la vanguardia caídos en la nave, Bafir ahora pone su mira en la despreciada Harisa y dispara contra ella. Harisa ve como las municiones de Eberron están a punto de alcanzarla y darle un destino similar a sus amigos, pero un flashazo de sombra se interpone: Micarlin yace en el suelo, con un brazo completamente destruído mientras le sonríe desangrándose a la tiefling. Harisa usa la habilidad del anillo otorgado por la reina Katlin y recolectando la energía disipada por el último ataque, lanza un certero proyectil contra la reina de Tilverton. El torso de Bafir comienza a derretirse hasta alcanzar su mandíbula mientras su cuerpo cae al suelo derrotado, pero la cabeza salta de su eje revelando una serie de patas metálicas. La araña metálica con el rostro de Bafir escapa de vuelta a su habitación, al tiempo que Oz y el resto de sus aliados suben a la nave para prepararse a acabar con los enemigos restantes y Yardis protege al viejo y malherido Micarlin en el suelo. La party es atendida y, a pesar de que la cabeza de Bafir logró saltar por la borda y escapar, finalmente la situación está bajo control. Harisa y los tieflings, ahora todos a bordo de la nave, lanzan la última bomba de los cañones y contemplan victoriosos como la Citadel cae; mientras Oz logra ver a su viejo amigo Cela que se escabulle y escapa entre el humo del incendio.
Desde la habitación de la reina empiezan a emerger más de sus tropas con armaduras especiales, mientras Wrenn y Esi se adelantan para detenerlos y Yardis retrocede con la intención de hacerse con los cañones antes que sus enemigos. Wrenn rápidamente le hace frente al hermano del mago, quien demuestra ser mucho más ágil y diestro de lo esperado, sorprendiendo al dragonborn con su hábil uso de armas de fuego. Pero Wrenn resiste con firmeza cada ataque y descarga todo su poder contra el chico, tratando de suprimirlo lo más rápido posible. Esi lo apoya desde cerca con ataques mágicos de gran envergadura que incineran al guardaespaldas de Bafir, pero como el mago les había dicho, Pot es un pirómano y el fuego parece avivar su cólera.
Codo a codo, Esi y Wrenn logran ralentizar el avance de las tropas de Bafir, sin embargo sus guardias siguen emergiendo del cuarto, demostrando gran superioridad numérica.
Tras la orden de Wrenn, Micarlin y Olvana se apresuran a bajar para ofrecer refuerzos, mientras Yardis usa sus poderes de adivinación para descubrir que el salón de al fondo tiene los cuatro cañones, además de otra silla, custodiados por 3 guardias especializados. El mago pide que se retiren hacia el fondo y le ayuden a asegurar ese salón que a su juicio provee una ventaja, pero Wrenn y Esi ya tienen suficiente con qué lidiar en la vanguardia y no están de acuerdo con la idea pues consideran que es quedarse atrapados. Mientras tanto, desde la pieza de comunicaciones, Órel les indica que desde la base los Zhentarims están pidiendo refuerzos a la nave de Ons para bombardear toda la prisión y a todo tiefling y ser vivo que se encuentre adentro. Wrenn logra darle un último golpe de gracia a Pot, dejándolo inconsciente, pero la batalla contra Bafir sigue saliéndose cada vez más de control, cuando la mismísima reina sale de su habitación y revela que su ridículo cetro de hafling es, de hecho, un arma de Eberron, capaz de transformarse en piezas metálicas como los tres libros y adoptar la forma de una letal metralleta.
La reina dispara contra Esi y Wrenn sin reparo, y la party se da cuenta que las municiones tienen un particular efecto que parece debilitar sus armaduras hasta la desintegración. Mientras, a salvo de la mayoría del daño, Yardis logra hacerse con la sala de cañones dejando a los guardias de armadura eberronina afuera con su campo de fuerza mágico. El mago rápidamente descubre como operar los cañones, cuando, desde el plano astral, Harisa hace su aparición en la silla. La tiefling está delgada y débil y el mago le avienta una poción mientras le propone una idea para acabar tanto con Bafir como con los Zhentarims que se agrupan para bombardear la base: Programar los cañones contra sí mismos y usar la nave de Ons como un ataque kamikaze mientras ellos escapan. Haciendo memoria de la misión de recuperar la nave para los tieflings que le encomendó en secreto Enki, Harisa se niega rotundamente y el mago no logra entender su insistencia sobre la integridad de la nave. Yardis trata de convencer a Harisa de que esta idea acabaría con Bafir, sus tropas y los Zhentarims de un rápido golpe, pero la ranger no se mueve de su posición sobre la necesidad de la nave para los tieflings, quienes no tienen reino a dónde ir. Dejando salir a flote toda su dolor y rabia tras años de persecusión hacia su gente, Harisa amenaza de abandonar al grupo si Yardis procede con su plan, mientras el mago la llama irracional y ella resetea la posición de los cañones hacia tierra. Harisa sale de la sala y se prepara para atacar a Bafir al otro lado de la cubierta, mientras, a pesar de las habilidades curativas especiales de la hechicera, Esi y Wrenn caen abatidos tanto por la metralleta como por los guardias haciendo ataques explosivos en su contra. Desde tierra, Oz, que se ha reintegrado al grupo con Sol y Enki, informa que los tieflings están listos para su escape y el ataque de los cañones hacia el grupo de Zhentarims debe ocurrir AHORA. A regañadientes, Yardis activa 3 de los cañones que causan un ataque de proporciones masivas y hacen volar todo el embarcadero de la base donde los Zhentarims se habían agrupado con sus propios cañones. Con los dos héroes de la vanguardia caídos en la nave, Bafir ahora pone su mira en la despreciada Harisa y dispara contra ella. Harisa ve como las municiones de Eberron están a punto de alcanzarla y darle un destino similar a sus amigos, pero un flashazo de sombra se interpone: Micarlin yace en el suelo, con un brazo completamente destruído mientras le sonríe desangrándose a la tiefling. Harisa usa la habilidad del anillo otorgado por la reina Katlin y recolectando la energía disipada por el último ataque, lanza un certero proyectil contra la reina de Tilverton. El torso de Bafir comienza a derretirse hasta alcanzar su mandíbula mientras su cuerpo cae al suelo derrotado, pero la cabeza salta de su eje revelando una serie de patas metálicas. La araña metálica con el rostro de Bafir escapa de vuelta a su habitación, al tiempo que Oz y el resto de sus aliados suben a la nave para prepararse a acabar con los enemigos restantes y Yardis protege al viejo y malherido Micarlin en el suelo. La party es atendida y, a pesar de que la cabeza de Bafir logró saltar por la borda y escapar, finalmente la situación está bajo control. Harisa y los tieflings, ahora todos a bordo de la nave, lanzan la última bomba de los cañones y contemplan victoriosos como la Citadel cae; mientras Oz logra ver a su viejo amigo Cela que se escabulle y escapa entre el humo del incendio.
Comentarios