Rókugan Homepage | World Anvil
BUILD YOUR OWN WORLD Like what you see? Become the Master of your own Universe!

Rókugan Las Tierras Esmeralda

Las Tierras Esmeralda, o “Rokugán” en la lengua de su pueblo, comprenden un majestuoso país de casi mil quinientos kilómetros de extensión, desde los valles arbolados y los picos nevados de las montañas de la Gran Muralla del Norte hasta la austera Muralla del Carpintero que protege su desolada frontera meridional. Más allá de la Muralla se encuentran las Tierras Sombrías, una tierra maldita corrompida por la influencia del mismísimo infierno, en la que adentrarse resulta extremadamente peligroso incluso para los héroes más legendarios. En su punto más ancho, Rokugán mide casi mil kilómetros, desde el Mar de la Diosa Sol al este hasta las Arenas Ardientes al oeste. En sus confines se pueden encontrar frondosas llanuras que se rizan con el viento, brillantes como el oro a la luz del sol. Bosques primigenios en los que moran espíritus extraños y criaturas peligrosas. Aguas termales ocultas en cordilleras montañosas y colinas repletas de gemas y minerales preciosos. Innumerables ríos, lagos y arroyos fluyen hacia el océano, donde buceadores y pescadores capturan peces y recolectan algas y perlas. Arcos torii carmesí marcan la entrada a recintos sagrados, que coexisten con las imponentes urbes y las apiñadas aldeas que sirven de escenario a la civilización humana.   Cada uno de los siete Grandes Clanes gobierna un rincón diferente del Imperio y protege la armonía natural de la tierra y los kami que allí habitan. Santuarios y templos salpican el paisaje, señalando lugares de poder espiritual y contemplación. Fortificaciones grandes y pequeñas protegen los caminos, puentes, puertos de montaña y dominios de grandes señores. A la sombra de estos castillos, las ciudades, los pueblos y las aldeas florecen gracias al esfuerzo de trabajadores y artesanos. Más allá de los límites de la ciudad, los campesinos se afanan en los arrozales y campos de cereales, o cazan y recolectan la riqueza de los bosques. Para viajar por las escasas carreteras del Imperio, los samuráis deben obtener documentos especiales y pagar un impuesto para su mantenimiento. Los carros y caballos de los mercaderes están totalmente prohibidos en las carreteras imperiales, lo que les obliga a depender de rutas comerciales especiales para transportar sus mercancías entre ciudades. Como consecuencia del tamaño del Imperio y la dificultad que supone viajar, pocos llegan a descubrir la gran diversidad de su paisaje en una sola vida.   A cambio, los ciudadanos disfrutan de una gran armonía con los ciclos naturales de las provincias a las que llaman su hogar. Los Cielos han bendecido al Imperio con cuatro estaciones, que se celebran mediante festivales y obras de arte. En primavera, la delicada fragancia de las flores de cerezo se desprende de los jardines brumosos. El verano anticipa lluvias y un calor sofocante que da paso lentamente a las brillantes hojas carmesí del otoño, los estridentes chirridos de las cigarras y los tifones del otoño. El invierno sepulta las tierras bajo grandes capas de nieve, cerrando los puertos de montaña y llevando a sus habitantes a buscar la comodidad de sus hogares al calor de la lumbre.
Esta es una era de agitación y cambios repentinos en Rokugán. Las conspiraciones mortales, las catástrofes naturales y los tumultos celestiales han trastocado el equilibrio político, militar y espiritual de la nación. En las cortes y en el campo de batalla afloran rivalidades largo tiempo incubadas y traiciones recientes. El Trono de Crisantemo se encuentra asediado por amenazas internas y externas que pondrán a prueba el honor de los siete Grandes Clanes. ¿Qué miembros de los clanes demostrarán ser lo suficientemente fuertes como para guiar a Rokugán en estos tiempos tumultuosos? ¿Elevarán sus nombres a la altura de los de sus honorables ancestros, o acabarán entre las filas de los villanos más infames del Imperio?