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Broll Rocanegra

  Raza: Enanos   Colectivo: Sacerdote Rúnico  
-¿Papá?... Digo Maese Kolber, ¿Qué hace aquí? ¿Cómo me ha encontrado?   -Jajaja, relájate, hijo. ¿De verdad crees que es tan difícil encontrarte? Empiezas a llamar mucho la atención, al igual que tu hermano. – me sonrojé ante el cumplido – Tengo entendido que ya has sido capaz de cantar tu primera runa, ¿es cierto?   -¡Por supuesto que sí! – Dije hinchando el pecho con sumo orgullo.   -¡Enséñamelo! – Dijo poniéndose serio y poniéndome nervioso.   Oculté la inquietud que sentía por dentro y me centré en los rezos a Valaya, el mantra me ayudó a centrarme y comencé el ritual para activar el poder rúnico de mi bastón. Las palabras fueron reverberando hasta que alcancé el ritmo adecuado y conseguí activar el poder y pude sentir como me recubría de la protección de Valaya.   -Bien, bien. Greta está orgullosa. Me ha dicho que te diera esto – Dijo sacando un medallón de su mochila y dándomelo – Estás lejos de casa, pero te considera graduado ya. La fiesta la haremos una vez regresemos.   -Cla…claro padre – dije con voz temblorosa mientras me ponía el colgante de Valaya.   -Creo que tienes mucho que contarme.   -Pues la verdad que sí. Espera, vamos a desayunar, va para largo. Conozco un sitio con buena carne y cerveza.     -Bien, así siempre se disfruta más una historia.   -Pero tenemos para rato…   -¡Eso significa más cerveza!   -Jajajaja, venga sígueme.   De camino me estuvo contando sobre la situación del Karak, los movimientos preocupantes de grobis y rakis, de cómo estaba Bolker, el resto de la cuadrilla, etc. Llegamos a la taberna y pedimos la primera de una larga lista de rondas.   -Pues el camino a Barak Varr fue entretenido, nunca había montado en barco, ya lo sabes. Pues ahora la verdad que ya soy todo un experto, jajaja. Bajamos por varios de los ríos y visitamos unas cuantas ciudades de los príncipes. Conseguí bastantes baratijas y aprendí cosas muy interesantes de los humanos. Conservan muchas de las construcciones de los enanos y de los elfos. Todo ruinas, claro, las usan principalmente como muros y refugios. Pero en Barak Varr es muy distinto el nivel tecnológico es alucinante, los buques de mar, incluso los sumergibles. A demás de la mezcla de culturas y la cantidad enorme de gente que conocí allí… Tengo que llevar a Randall, ese sitio le va a encantar, lo que he aprendido en ese Karak… Y lo que me queda por aprender, querría volver en algún momento.   -Jajajaja, sí. Estuve allí también cuando no era más que un zagal, un sitio interesante, enanos abiertos al mundo, eso es algo que cuesta ver. Pero si quieres ser un núcleo comercial… no queda otra.   -Sí. A demás, donde hay comercio, hay culturas y donde hay culturas, hay aprendizaje.   -Jajajaja. ¿Qué más cosas has aprendido entonces?   -Algo importante, pero eso pasó más adelante. La cuestión es que mientras estábamos allí reclutaron voluntarios para una expedición a la perdida fortaleza de Karak-Kzil, imagínate la cantidad de voluntarios que hubo para ir allí. Drongal y yo también nos apuntamos.   -¿Dónde está en este momento?   -A estas horas suele estar entrenando a los carneros.   -Siempre se le dio bien la vida en el exterior de la montaña.   -Pues ha mejorado mucho, empiezan a buscarle ya e incluso le llaman veterano pese a ser algo más joven que yo.   -Un hito desde luego, ya le echaré un ojo cuando le vea más tarde.   -Pues lo que te iba contando. Nos alistamos y nos llevaron en uno de los barcos de metal. Fue alucinante, he gastado una cantidad absurda de oro en libros y tinta para escribir todo lo que he estado aprendiendo, jajaja. El día que tenga que llevar todos esos libros al Karak me va a costar una fortuna.   -Ese es mi hijo – dijo dándome una fuerte palmada en el hombro y tirando la cerveza que intentaba beber – El que dijo eso de que el saber no ocupa lugar no tenía ni idea, jajaja.   -Eso mismo pensaba yo. Voy a tener mi propia biblioteca dentro de poco. Bueno, pues nos reunimos con el grueso del ejército de Karak-Izkor, pudimos ver incluso al famoso Bélegar, he de decir padre, que impone mucho. Si le miras fijamente eres capaz casi de percibir la furia de los mismísimos ancestros de su clan guiándole en la batalla.   -Las leyendas que cuentan sobre él son grandiosas, si fueran otros tiempos…   -Ya, las cosas se están complicando, ¿Verdad?   -Sí hijo, pero esa charla la tendremos después, dime, ¿Cómo fue la batalla?   -Pues no fue en absoluto fácil, de hecho, fue de las más difíciles, para aquella época sí que tenía que haber sido un Karak innovador en cuanto a ingeniería se refería. Sus defensas fueron bastas y el conocimiento que recuperamos – dije dando unas palmaditas a mis libros y sonriendo orgulloso– muy valioso.   -Bien. Bien.   -Pero eso no fue lo más interesante que nos ocurrió junto al ejército de Belegar – dije bajando la voz creando expectativa – Una vez recuperado el Karak, parte se quedó para asegurarlo bien y limpiarlo a fondo de grobis. Se crearon después varios grupos menores para retomar distintos puntos estratégicos en la zona. Nuestro grupo fue enviado en busca de una atalaya en las cercanías de la cumbre, éramos un grupo pequeño y nos acompañaba Turimar, que Gazul cuide de su alma, nos estuvo guiando y contento con cómo me había desenvuelto en la reconquista, me enseñó las primeras estrofas de la runa de protección. Pues cerca de esa atalaya encontró Drongal un rastro raki muy leve. – Kolber escupió de asco a un lado - Fue capaz de guiarnos por la montaña y les pillamos por la espalda mientras emboscaban a un grupo de elguis que estaban claramente perdiendo. Era un grupo muy grande, no me explico como el rastro era prácticamente invisible.   -Asesinos y traidores, nunca subestimes a un raki.   -Cuando terminó la batalla la situación se puso tensa, te puedes imaginar. Pero Turimar consiguió apaciguar los ánimos y les ayudamos a curar sus heridas.   -Me alegro.   -Pues resulta que su grupo estaba buscando unas antiguas ruinas elfas que también debían estar por la zona, pero habían sido prácticamente diezmados, así que no podían continuar de manera segura la expedición. Al final llegamos a un acuerdo, ante la expectativa de volver a ser emboscados por los rakis juntamos fuerzas mientras siguiéramos en la misma dirección.   -Eso es bueno, siempre que te puedas fiar de esos elguis. Ojala siempre se pudiera.   -Pues tuvimos suerte, muchísima de echo. El avance fue duro, pero entre todos, y no con pocos sacrificios por parte de ambos, conseguimos alcanzar la atalaya y arrancarla de las manos grobis. Pero no era una atalaya cualquiera, por lo que descubrimos allí… Fue una zona en la que en su momento convivieron tanto elguis como dawis. Imagínate, elfos y enanos en una sola comunidad… JA, eso hoy en día es impensable.   -Pero es lo que queréis conseguir vosotros. – dijo guiñándome un ojo.   -Pues sí - Sonreí con orgullo – Por eso luchamos.   -La cuestión es que la “Atalaya” era mucho más de lo que parecía. Se extendía por debajo e incluso tenía un pequeño jardín de Wutroth, el “árbol de acero” – Mi padre abrió los ojos como un búho – hacía cientos de años que no se encontraba un jardín de esos árboles. Muchos lo creían extinto. Pues escucha bien lo que te voy a contar.   -Dime, hijo.   -Cuando nos acercamos a las puertas del jardín, sin saber aún qué era lo que había dentro, fuimos emboscados. No teníamos donde huir, la única manera de conseguir una posición ventajosa era abriendo las puertas. Estaba escrito tanto en élfico como en khazalid. Me puse codo con codo con Myraela para descifrar la manera de cruzar esa puerta. Turimar se puso a dirigir la defensa y cantar las runas que nos permitieron aguantar tanto tiempo. Pero eran demasiados. Turimar cayó antes de que pudiéramos terminar de descifrar la calve. Según terminé con mi parte recogí su bastón y sin pensar en lo que estaba haciendo puse nuestras vidas en Valaya y fui capaz de invocar el poder de las runas. Los enanos y los elfos cerraron la brecha y Myraela me dio su lanza para que pudiera luchar desde la segunda línea mientras seguía cantando sin cesar. Te juro padre que era capaz de sentir a Valaya conmigo, me daba fuerzas. Tenía tal pasión y necesidad por proteger a mis compañeros que no era capaz de pensar con claridad, ella guiaba mi voz y mi mano.   -Por sus barbas, hijo. El poder de los ancestros es innegable, pero ¿Cómo sobrevivisteis a eso?   -Con la nueva formación y el poder de las runas consiguió abrir la puerta que teníamos a nuestra espalda. Según se abrieron las puertas una andanada de flechas masacró a los asquerosos Rakis.   -¿Había gente tras las puertas?   -Así es, padre. Nos arrastramos tras las puertas y las volvimos a cerrar. Entonces vimos donde nos encontrábamos. En el jardín de los Wutroths. Rodeados de Elguis que nos apuntaban con sus armas. Eran los guardianes del jardín.   -¿qué? ¿Pero cuánto llevaban allí metidos?   -Pues creemos que desde la guerra de la venganza. Se debieron de aislar y se han encargado del jardín desde entonces, no eran más que un par de pequeñas familias. No quedaban enanos, pero se acuerdan de nosotros.   -Por suerte valoraban más la relación previa a la guerra que la posterior…   -Menos mal. Con elguis tan viejos nunca se sabe cómo pueden reaccionar.   -Pues estos nos acogieron bien, a todos, menos los rakis, claro.   -Nos ayudaron a curar nuestras heridas y nos dejaron explorar las profundidades de lo que creíamos era meramente una Atalaya.   -¿Qué era en realidad entonces?   -Pues la fachada exterior es eso, pero se introduce en las montañas y llega a una especie de valle interior, allí es donde está el jardín y donde viven los elguis. También encontró Drongal allí, en las zonas más altas de la montaña interior, unos carneros que ha estado domesticando desde entonces. Son capaces de hasta llevarme a mi sin que me caiga, jajaja.   -Jajaja. ¿Un carnero capaz de llevarte a ti?   -Esa fue la prueba de fuego final, jajaja.   -No lo creeré hasta que no lo vea con mis propios ojos.   -Cuando vuelva Drongal te lo enseño, jajaja.   -Bueno.   -Pues mientras Drongal perseguía y estudiaba a los carneros encontró una pequeña gruta. Estaba situada en la zona más poblada y donde estaban los machos más agresivos.   -¿qué había en esa gruta muchacho? – Preguntó en tono serio, la jocosidad había desaparecido de su rostro.   -Eso tengo que enseñártelo. Volvamos a mi casa.   -Tú diriges.   -La cuestión padre – Dije saliendo de la taberna – es que gracias a todo lo que descubrimos y a haber sido capaz de mantener vivos al resto del grupo, Krona me obsequió con el bastón rúnico de Turimar. He estado practicando y ya puedo cantar la runa de protección cuando me es necesario.   -Me alegro, hijo. Ahora aprieta el paso, no me gusta que me tengas en ascuas.   -Jajajaja, de acuerdo, de acuerdo. – dije sonriendo orgulloso – Que, por cierto. Hasta los elguis felicitaron a Drongal por lo bien que se desenvolvía como explorador. Le facilitaron madera de los Wutroth y Krona mandó hacerle una ballesta con ella.   -Eso es algo muy especial, hijo. Podría llegar a ser una reliquia si recibe el trato correcto.   -Padre, de eso precisamente quería hablarte – abriendo la puerta de mi casa e invitándole a entrar – La he encontrado. Una runa perdida. – Le pasé el cuaderno con todas las notas que había conseguido acumular. – No era casualidad que los carneros fueran mucho más agresivos en esa parte de la montaña.   -¿Te das cuenta de lo que significa esto hijo? – El tono de su voz cambió totalmente mientras ojeaba mis notas. – Te has superado con creces.   -Aunque no a Randall, él ha encontrado más que yo.   -Jajaja, también es verdad. Pero no es una competición. Ambos fuisteis elegidos por Valaya desde pequeños, ambos marcareis un antes y un después para todos los enanos.   -Jejeje, gracias, padre. Aunque hay algo que he conseguido que Randall no.   -¿El qué?   -Había algo más en esa gruta… - Kolber levantó una ceja interrogativa mientras me dirigía a mi armario y sacaba un martillo a dos manos envuelto en una tela. – Desenvuélvelo padre.   -¿Es lo que parece que es? – Dijo quitando la tela con reverencia -   -Sí, padre. – Pude ver como se iluminaba su rostro al desvelar un martillo a dos manos hecho enteramente de Gromrill con la runa del carnero brillando en uno de sus costados.   Mi padre no podía apartar la vista del martillo. Lo blandió como el maestro herrero que era, estudió la juntura, el mango, la cabeza, no dejó milímetro sin estudiar. Parecía un niño pequeño con un juguete nuevo. Pasó así horas, sin decir palabra, sólo murmurando.   -Has hecho bien, muy bien. Esto ayudará mucho en las batallas venideras. ¿quién sabe de este hallazgo?   -Drongal y tú padre.   -Bien. El honor y orgullo de nuestro Karak crecerá gracias a vosotros.   -Gracias, padre – Me sentía henchido de orgullo y podía sentir la aprobación de mis ancestros. – Aunque en estos momentos me encontraba estudiando las cosas que me mandó Randall, si te soy sincero, tantas cosas de demonios y el Caos me resultan extrañas.   -Sí, muy preocupante desde luego – Dijo volviendo a envolver el martillo y guardándolo en el armario. – ¿también te mandó una carta?   -Sí, me llamaron a las habitaciones privadas de “Pablovich, S.A.” para darme un mensaje importante de mi hermano. Fue… curioso, no sabía que Randall tuviera ese tipo de contactos. La cuestión es que me mandó una cantidad absurda de información sobre runas perdidas, un Karak al norte de Kislev, la caída de esta misma y me pidió que buscara información sobre como afectan las posesiones de los ancestros y como pueden paliarse o controlarse en cierta medida o qué puede llegar a suceder si se les contraría.   -Hmmmmm, de eso no ponía nada en nuestra carta, ¿qué más te puso? – Dijo preocupado.   -Que buscara información también sobre posesiones demoníacas y amnesia y aquí no entró mucho en detalles, pero mira la carta – dije rebuscando en mis cajones – La inquietud y la preocupación son palpables, no se donde se ha metido Randall, pero está en peligro. ¿qué sabéis vosotros de él?   -Algo menos que tú, hijo mío. Pero si ha pedido todo esto será por algo. Tenemos mucho que estudiar y encontrar, y tú deberías seguir practicando tus cantos. No hay tiempo que perder. Enséñame todo lo que has encontrado.   -Claro, padre. –   Me puse a trabajar junto a mi padre para ayudar a mi hermano. Fue mucho tiempo el que estuvimos dedicando a la búsqueda de la información que nos pidió. Pese a la preocupación que sentía por toda la situación, no podía evitar sentirme…feliz.   Hasta que tuve aquel sueño.  

  El comienzo de una Leyenda   -Malas noticias Maese Bolker. Los exploradores nos han informado que los skavens masacraron un pequeño clan más adelante. No se han adentrado, pues esperan nuevas órdenes.   El viejo enano con su armadura llena de runas gruñó.   -Prepara al grupo. Vamos a terminar con este absurdo juego de perseguir ratas.     La batalla no fue muy larga. Las ratas más grandes usaron a las pequeñas como muro de carne para ganar tiempo suficiente y huir. Siempre era igual.   -Dios, como odio a estas asquerosas ratas. Algún día pillaré a esa asquerosa rata de morro marrón. ¡Me ha costado hombres muy buenos!   Mientras una parte del grupo recogía los cadáveres de las ratas y los apilaba a las afueras del clan para quemarlos, el resto preparó a los cadáveres de los enanos para realizar el rito de vuelta a la tierra.   -¡Que Gazul los guíe y sus almas descansen!     Tras el rito el viejo se quitó su casco y se puso a fumar junto a la hoguera que habían preparado en la plaza del pueblo.   Fue entonces cuando vio algo moverse por el rabillo de su ojo.   Desenfundó rápido su martillo y consiguió parar el golpe justo antes de aplastar a un pequeño bebé que parecía más interesado en las runas que adornaban su casco que en el martillo que casi le convierte en pulpa.   -¡Por Grimnir! ¿Pero qué tenemos aquí? – dijo sonriendo el viejo. Dejó el martillo y cogió al pequeño en brazos. – ¡Parece que tenemos a un valiente que ya ha sobrevivido a su primera batalla!   -¡Mi señor! Hemos encontrado un bebé – Dijo uno de los guerreros trayendo a un bebé dormido en brazos.   -Ja Ja Ja. Parece que Valaya ha bendecido a estos dos pequeños. – dejó al primer bebé jugando con su casco mientras cogía en sus brazos al dormido. – Busca alguna cabra que haya podido sobrevivir. Estos zagales necesitarán leche.   -Sí señor. - Asintió y se perdió entre las casas.   -Bueno pequeños. ¿Preparados para una excursión a vuestras nuevas casas? – miró lúgubre a su alrededor – Tenéis suerte de no poder recordar esto. Los ancestros os eligieron, habéis de crecer fuertes y demostrar al mundo vuestra valía.     Tras asegurar el campamento y pasar la noche el grupo volvió a su clan. Tardaron una semana en volver a sus hogares. Habían sido una expedición y caza largas. El viejo se estuvo encargando de los críos. Ambos parecían curiosos sobre las runas. JA. Los ancestros tenían un curioso sentido del humor. Pero el mensaje estaba claro.     Bolker fue directamente a su casa con los dos pequeños. El ritmo de los martillos de la forja eran los inconfundibles de su gemelo.   -¡Kolber! ¡He vuelto! Cuando termines ven. Tengo que presentarte a alguien.     Los gemelos rúnicos adoptaron a los pequeños y les enseñaron su oficio. Los críos se convirtieron en hermanos de leche y casa. Pues vivían los 4 juntos. No se encontraron registros de los críos en la aldea. Los Skavens quemaron los libros de registros y agravios. Así que les otorgaron un día de nacimiento como si los críos también fueran gemelos. En un par de las aldeas cercanas obtuvieron el nombre de la pequeña aldea, así como del clan que vivía en ella. Los Ferroscuro.     Los hermanos no dudaron que los críos eran un regalo de los ancestros. Joviales y animados sólo se les conseguía calmar ante el rítmico ruido del martillo en la forja. Parecían adorar las runas también, pues siempre que las tenían cerca alargaban las manos para pasar sus pequeños dedos por ellas, dibujando sus contornos, moviendo la boca balbuceando cosas que sólo ellos entendían. Rándall incluso encontró debajo de un mueble el primer martillo que forjó Bolker. Con su inexperta runa ya gastada hace demasiado tiempo. Se levantó del suelo torpemente cogiendo el pequeño martillo con las dos manos.   -JAJAJAJA. ¡BOLKER! ¡HERMANO! ¡VEN QUE TE VA A GUSTAR ESTO! – Kolber cogió un pequeño cuenco de metal y se lo puso en la cabeza a modo casco. – No temas más hermano. ¡El grandioso guerrero Rándall nos protege!   Los dos pequeños pillaron la mala costumbre de colarse en la forja mientras los hermanos hacían su arte. Se quedaban quietos, mirando, con los ojos bien abiertos. Parecía que estuvieran absorbiendo y aprendiendo todo.   Poco a poco los niños fueron creciendo, con esas pelusillas creciendo debajo de la nariz. Broll era el más estudioso y serio, taciturno y responsable siempre guiaba a su hermano y le ayudaba a centrarse. Rándall era el más jovial de los dos, disfrutando de la compañía extranjera, de los dados en la taberna y siendo siempre capaz de sacar una sonrisa al huraño de su hermano. Pero lo más característico de ambos era lo sincronizados que estaban ambos en la forja. Sus ritmos y movimientos se acompasaban como si de un baile se tratara. Verlos forjar era un espectáculo tanto para la vista como para el oído. Si sabías apreciar el arte y alma de los enanos, por supuesto.   Muchas cosas aprendía Rándall fuera de la forja, pues siempre buscaba a aquellos que habían salido de la montaña. O a los pocos que alguna vez dejaron entrar. Escuchaba con avidez y no dejaba de preguntar. Hablaba y hablaba mientras jugaba a los dados. Disfrutaba con el azar, pues este mismo era el que les había salvado y el que hacía que estos extraños le contaran esas asombrosas historias.   Cuando después volvía a la forja le contaba todo lo nuevo que había oído a su hermano, que gruñendo y diciéndole que se callara lo apuntaba todo en un libro que más adelante revisaría y estudiaría.   Hacían una buena pareja ambos.   En su día del nombre presentaron su ofrenda al clan que les había acogido. Entre los dos habían forjado el núcleo de un estandarte que ondeaba el escudo de su clan natal. Lo ofrecieron como agradecimiento por haberles adoptado. Jurando que pese a querer reconstruir su clan, siempre serían fieles y leales a los Kromral.   Bolker y Kolber anunciaron al clan que oficialmente los prepararían para convertirse en la próxima generación de Herreros rúnicos.     Se hizo el silencio seguido de un estruendoso aplauso.     Los ya adultos hermanos sonrieron con alivio al saber que su deseo se haría realidad. Estudiarían juntos. Seguirían forjando juntos. Chocaron las barrigas y se dispusieron a celebrarlo. Rándall guiaría hoy a Broll, Broll arrastraría mañana a Rándall.     Décadas pasaron los hermanos aprendiendo de sus aún más estrictos maestros. Rándall aprendió de Bolker. Broll aprendió de Kolber. Pero seguían ayudándose mutuamente.     Llegó el día que hablaron años atrás.     Necesitaban salir y aprender de lo que había fuera.     Necesitaban aprender del pasado.     Necesitaban volver a su tierra natal.     Con un suspiro de pesadumbre Bolker les ayudó con los preparativos y los acompañó, pues sabía el camino.     Tras una semana de viaje con unos cuantos amigos cercanos llegaron a la aldea abandonada y semiderruida que los vio nacer.     La imagen fue desoladora, fue un pequeño pueblo recién asentado. No llevarían ni diez años allí viviendo antes de ser arrasados por ese grupo Skaven. Los pequeños muros y edificios seguían más o menos en pie. Tuvieron buenos constructores.     Estaba al pie de la montaña, en una zona amplia. Parecía casi una especie de puesto comercial. Tal vez fuera ese el propósito con el que empezaron. Nunca lo sabrían.     Bolker volvió a contar la historia de cómo casi mata al curioso y escurridizo Rándall y donde encontraron al serio y silencioso Broll. Esa noche cantaron y bebieron en honor a los caídos y a los valientes que protegieron a los dos hermanos esa noche. Fue un festejo amargo, como el sabor de una buena cerveza. Bolker estuvo todo el rato cerca de ellos pues entendía el pesar que sus hijos estaban pasando.     Estuvieron un par de días en el pueblo. Recogieron y reorganizaron con la ayuda de su maestro y amigos. Broll cogió un pequeño juguete que encontró en la que fue su casa. Rándall apenas durmió, pues quería honrar a su pueblo natal dejándolo todo lo más decente posible. Fueron unos días en los que estuvo extrañamente callado y meditativo.     Ellos nacieron en la ladera de la montaña. Se podía ver el resto del mundo a su alrededor.     La vista les marcó a ambos.     Esa noche hablaron.     Decidieron que tenían que aprender del mundo. No podían seguir encerrados en la montaña. Saldrían de expedición.     Por separado.     Juraron reencontrarse diez años después.     Cuando estuvieran preparados se juraron reconstruir su aldea. Necesitarían aliados y amigos.     El mundo les había cambiado.     Ellos cambiarían el mundo.     Broll iría al sur. Rándall iría al norte.     Les contaron sus planes a sus amigos y al maestro. Todos parecían haberse esperado algo así. De hecho, Stroldin había salido con la intención de emprender su propio viaje tras acompañar a sus amigos al pueblo que los vio nacer. Dijo que acompañaría a Rándall. Drongal, tras unas palmaditas a su ballesta, dijo que escoltaría a su buen amigo Broll.     Dieron las gracias a sus amigos y a su maestro por acompañarlos, acogerlos y cuidarlos.     Se dieron un fuerte abrazo y partieron.
La pesadilla de la llama
  El estandarte que habíamos forjado como regalo ardía, las llamas lo envolvían, pero extrañamente en vez de consumirse se iba tornando en piedra. Podía sentir el dolor del estandarte, me quemaba por dentro, sentía como mi alma se desgarraba y parte era arrastrada a un vacío de ira y frustración. Tres ojos me miraban fijamente y no podía apartar la mirada de ellos.   Apareció Valaya, cortando el hechizo hipnótico de esos ojos, después se acercó al estandarte y vació sobre él una jarra de cerveza, el ardor de mi alma menguó gracias a la refrescante cerveza y el estandarte pareció más robusto y resistente a las llamas.   Entonces Valaya me miró fijamente a los ojos y abrió la boca para decirme algo. Drongal me despertó agitándome el hombro. – Broll, Broll, despierta! –     ¿Qué? Oh – Seguía temblando y estaba empapado de mi propio sudor frío – No entiendo, algo…. Algo ha pasado. Aggghhhh.   ¿Qué te pasa? – Se puso a palparme el cuerpo por si tenía algún hueso roto.   Despierta a Kolber, tenemos que volver –   ¿Qué? ¿Volver a dónde? – Me preguntaba preocupado y confuso.   Tú busca a mi padre, por favor – Dije volviendo a tumbarme agarrándome la cabeza.       Intenté aferrarme al extraño sueño pero era como intentar agarrar la arena con las manos, las arenas blancas y negras que caían del reloj, el tiempo se acababa. No sabía para qué, pero tenía claro que algo grave le había pasado a mi hermano.   Me arrastré fuera de la cama y empecé a recoger mis cosas mientras Drongal buscaba a Kolber.   Tenía que darse prisa, no podía perder a su hermano, no podía perder lo último que quedaba de su clan, su esperanza y fuerza residían en él. Era su pilar, su… ¿Roca? ¿Por qué esa palabra se le hacía incómoda?, ¿por qué le sabía la boca a ceniza?   -Hijo, ¿Qué ha pasado? ¿Una pesadilla?   -No… No lo sé padre – Dije tembloroso apoyando mi cara en su hombro – Todo esto es muy raro, siento como que la cabeza me va a estallar.   -Cuéntame hijo, nos estás asustando. ¿Qué has visto? –   Con voz teblorosa le conté lo que había visto, lo poco que me acordaba y la extraña sensación que tenía.   -No entiendo, ¿a qué te refieres con arena blanca y negra? ¿no gris?   -¿Qué? – No había caído en algo tan preciso – Sí, es arena negra y blanca, no gris. ¿Qué puede significar? – Dije cerrando los ojos e intentando aferrarme al difuso recuerdo.   -No es bueno esforzarse en recordar los sueños, haces que se olviden antes, toma – Dijo pasándome un libro, pluma y tintero – Escribe sin pensar y después veremos que puede significar. Hice aquello que me mandó mi padre, puse la mente en blanco y escribí sin fijarme mucho en qué y cómo lo hacía. Nunca había echo nada tan agotador en mi vida, escribí y escribí, sensaciones, emociones, recuerdos, hice dibujos, me dejé inundar por las terribles imágenes que me asaltaban, y en cuanto terminé me desmayé sobre la mesa. Me desperté con Drongal a los pies de mi lecho. Habían recogido todo para salir en cuanto me despertara.   -¿Algún sueño extraño más? – Me preguntó con mirada preocupada –   -No, no que yo sepa, me duele la cabeza – dije con un quejido – ¿cuánto llevo en la cama?   -Em… tres días.   -¿Qué? ¡Será una broma! – Fui a levantarme pero no me dejó – No tenemos tiempo que perder, ¿Dónde está Kolber?   -Tranquilo, has de descansar, relájate un poco. Tu padre empezó a investigar tu sueño. Al principio creíamos que no era más que una pesadilla, pero claro, una pesadilla no te deja en cama tres días. Nos tenías preocupados.   -Uggghhh, - Me volví a tumbar, no tenía fuerzas para luchar contra él - ¿cuándo partiremos?   -Ahora que estás despierto, seguramente mañana o pasado como tarde. Voy a buscar a tu padre. Tú descansa, no te preocupes, lo tenemos todo preparado. – Se levantó y me dejó en la habitación.   Cuando se hizo el silencio al cerrarse la puerta me embargó una terrible sensación de añoranza y tristeza, me sentí totalmente sólo en el mundo. Pero también era capaz de sentir una cálida mirada que me animaba a seguir luchando.   Estaba claro que mi hermano me necesitaba, pero contaba con la ayuda de mis ancestros, con la ayuda de Valaya. Iba a arreglar el entuerto en el que se hubiera metido el cabezón de mi hermano y le daría un buen cabezazo después.
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