Sadie Sheepfall
En la ciudad costera de Portmire, situada en la costa del Imperio de Noelzia, Sadie Sheepfall surge durante su precoz adolescencia como la líder de una banda de ladrones huérfanos antes de tomar la decisión de unirse a la tripulación de un capitán pirata llamado Alistair Stormcrest y abrazar la Senda de la Bestia. Siendo una pirata orgullosa, buscaba redimirse sin dejar atrás su vida en el mar, por lo que consiguió su propio barco “La golondrina negra” y tripulación, tratando de lograr una patente de corso para cumplir su objetivo.
Durante su estancia en la ciudad de Arakyl, otra ciudad portuaria de Noelzia, Sadie conoció a Dharvius, un encantador tiefling que se hacía pasar por un exitoso comerciante con contactos en las altas esferas. Dharvius, además de engañarla con promesas de convertirse en corsaria, cortejó a Sadie y ella no pudo evitar empezar a enamorarse de él. Manipulando su deseo de reconocimiento y poder, Dharvius aprovechó su atractivo y persuasión para ganarse la confianza de la tripulación del "Golondrina Oscura".
La traición de Dharvius se hizo evidente cuando Sadie lo descubrió vistiéndose con su ropa y dando órdenes a la tripulación como si fuera ella.
Esta revelación rompió la ilusión que Dharvius había tejido sobre ella y despertó su ira. Sadie decidió que no dejaría que nadie se aprovechara de su identidad ni de su vida pirata, ni siquiera aquel que había conquistado su corazón.
Además del daño emocional infligido por la traición, Dharvius escapó con una bolsa de oro y un barril de ron robados. Utilizó el barril de ron como bote para llegar a la orilla.
Esta experiencia fortaleció la determinación de Sadie de proteger su identidad y su tripulación. Aprendió a no confiar ciegamente y a mantener su corazón cerrado a las artimañas de otros. A medida que continuaba su vida como una pirata feroz y decidida, Sadie encontró en su orgullo y su valentía las guías hacia su redención en el mar. Y aunque el recuerdo de Dharvius era un sentimiento agridulce en su corazón, Sadie comprendió que su vida en el mar era su verdadera pasión y su único camino.
Hem Grodin
Hem Grodin, una figura de poder en la árida parte de Noelzia, ejercía su dominio como un cacique en los mercados locales de especias, telas y piedras preciosas. Su influencia se manifestaba con impuestos cada vez más abusivos, que exprimían a los comerciantes más humildes y les dejaban al borde de la quiebra. Su control en la región era tan firme que había establecido un pequeño ejército de mercenarios que le servían como su séquito personal, atendiendo a sus deseos y caprichos. Preparaban suculentos banquetes, baños de leche de cabra y cumplían con incluso las tareas más íntimas, como cortarle las uñas de los pies.
Pero Hem Grodin no era invulnerable, y Dharvius, el estafador nefasto, encontró una oportunidad para explotar sus debilidades. Durante su paso por la región, el tiefling propuso un juego de cartas con Hem Grodin. Sin embargo, la astucia de Dharvius lo llevó a hacer trampas descaradas, tratando de inclinar la balanza a su favor. Durante la partida, escondió cartas adicionales en las mangas de su atuendo y cambió las que tenía en la mano a escondidas.
El comerciante incauto, sospechando que algo andaba mal, finalmente descubrió las artimañas de Dharvius. Furioso y avergonzado, acusó al tiefling de hacer trampas y exigió su dinero de vuelta. Dharvius, rápido en su engaño pero más rápido aún en la huida, se apresuró a escapar con la bolsa de monedas de oro en su mano.
Sin embargo, en su desesperación por escapar de la furia de Hem Grodin y sus mercenarios, Dharvius cometió un error que sería su perdición. Corriendo por los callejones y tropezando en su prisa, se topó con un grupo de gallinas que picoteaban el suelo en busca de alimento. Al resbalar y caer, la bolsa de monedas de oro voló de su mano y quedó atrapada en la jaula de las gallinas.
Mientras Dharvius se levantaba y trataba de recuperar el control, las gallinas, intrigadas por el brillo del metal, comenzaron a picotear y arrancar pedazos de la bolsa. Monedas de oro rodaron por el suelo, y las gallinas, con su instinto insaciable, se lanzaron sobre ellas como si fueran gusanos jugosos. Dharvius observó con incredulidad y horror cómo sus monedas de oro eran devoradas por las aves de corral.
Su intento de escape había sido convertido en un espectáculo absurdo y cómico. Dharvius trató de atrapar a las gallinas y recuperar lo que quedaba de su tesoro, pero solo logró perseguirlas en círculos mientras las monedas de oro desaparecían entre los picoteos voraces. Hem Grodin y sus mercenarios llegaron al escenario de caos, encontrándose con una escena que desafió toda lógica y sentido común.
Anlyth Aelasar
Anlyth Aelasar, un alto elfo de aspecto impoluto y prematuro para su profesión, trazó su camino en la vida entre las altas esferas de la burguesía élfica. Su título de reputado geólogo, astrólogo, herbólogo y sociólogo no solo adornaba su currículum, sino que también revelaba su incansable curiosidad y sed de conocimiento. Nacido en la riqueza, Anlyth se sumergió en las profundidades de la tierra y los misterios del cosmos con un entusiasmo inigualable.
Aunque su coqueto despacho en el barrio opulento de la capital de Noelzia estaba repleto de clientes variopintos, fue en su faceta de prestamista donde su historia tomó un giro oscuro. Lo que en un principio había comenzado como un acto de buena fe, destinado a ayudar a los ciudadanos con los tributos, evolucionó con el tiempo hacia una explotación cínica de la precariedad de algunos. Las monedas de platino se multiplicaban mientras la brecha entre el deudor y el acreedor se ensanchaba.
Dharvius, un nombre que susurra a traición y astucia, se entrelazó en la vida de Anlyth de manera indeseada. El tiefling, con su verbo embriagador y promesas doradas, había tejido una red de préstamos, comisiones e intereses que sumaban más de seiscientas monedas de platino. Sin embargo, Dharvius no era un deudor común, y su apetito por el dinero era insaciable.
En una jugada audaz, Dharvius orquestó una propuesta loca e indecorosa que dejó atónito a Anlyth. El prestamista elfo, sorprendido por la audacia del tiefling, se vio atrapado en una tela de araña de codicia y manipulación. El dinero que Dharvius requería no era para pagar deudas, sino para financiar una empresa incalificable, que involucraba la compra de tierras en las regiones más remotas y misteriosas del mundo. Las tierras, según Dharvius, contenían secretos antiguos y riquezas inimaginables.
En un arranque de desesperación y el sueño de aventuras inauditas, Anlyth accedió a la propuesta. El tiefling huyó de la ciudad con las monedas de platino en su poder, dejando tras de sí una estela de incredulidad y desconfianza en el prestamista. Pero la ironía del destino se burlaría aún más de Dharvius.
Mientras viajaba a través de los caminos empedrados, el peso de las monedas se volvió más evidente para Dharvius. Decidió detenerse en una posada para descansar y aliviar su carga. Durante la noche, una rata traviesa logró roer su bolsa y llevarse varias monedas de platino. Cuando Dharvius despertó y descubrió la pérdida, el enfado y la incredulidad se mezclaron en una expresión que no pasó desapercibida para los presentes en la posada. Su ambición había sido socavada por un roedor curioso, y Dharvius se encontró gastando más monedas en comida para recuperar lo que le habían arrebatado.
Decidido a vengarse de la rata y recuperar sus monedas, Dharvius contrató a unos exterminadores que prometieron librarlo de la plaga. Pero, como el destino se burlaba de él una vez más, resultó que los exterminadores eran nada más que unos estafadores con hábiles manos y sonrisas encantadoras. Tras cobrar una tarifa exorbitante por sus servicios, desaparecieron con el resto de las monedas de platino que le quedaban.
Bromgar Stonehammer
Bromgar Martillo de Piedra, un rey enano con una barba que rivalizaba en longitud con su reinado, gobernaba con destreza y dureza sobre su reino subterráneo. Sin embargo, tras su fachada de fortaleza y liderazgo, había un conflicto personal que lo atormentaba. Su "martillito" no le funcionaba como debía, y sus esfuerzos por embarazar a la reina habían sido en vano. La tensión en su relación era palpable, y Bromgar anhelaba desesperadamente encontrar una solución para su problema.
Dharvius, el estafador implacable, olió una oportunidad en la fragilidad de Bromgar. Con su lengua afilada y sus artimañas, se presentó como un comerciante con una fórmula maravillosa que podía resolver el pequeño "problema" del rey enano. Prometió una poción mágica que restauraría su vitalidad y garantizaría el éxito en sus intentos de concebir un heredero.
Intrigado y cautivado por la esperanza que ofrecía Dharvius, Bromgar accedió a escuchar la propuesta del estafador. Pero Dharvius, astuto como siempre, llevó su engaño un paso más allá. Le aseguró al rey enano que la poción no solo sería efectiva para concebir un heredero, sino que sería tan potente que podría tener descendencia con todas las enanas de su reino.
Convencido por la promesa de una progenie abundante, Bromgar aceptó la propuesta de Dharvius y decidió organizar una fiesta para celebrar la llegada de la poción milagrosa.
La fiesta se llevó a cabo en los salones subterráneos del reino enano, decorados con lujosos tapices y brillantes piedras preciosas. Dharvius estaba en su elemento, disfrutando del banquete y la música. Sin embargo, su verdadero plan estaba por revelarse.
Bromgar, ansioso por probar la poción que le aseguraba la solución a su problema, decidió tomar un trago de la misteriosa bebida. Pero cuando el líquido tocó sus labios, el efecto fue instantáneo y desorientador. El rey enano sintió que la realidad se distorsionaba a su alrededor, y se dio cuenta de que había sido engañado.
Mientras su mente se sumía en una neblina de alucinaciones, Bromgar observó la escena a su alrededor con horror. Dharvius, el estafador, había aprovechado la confusión de la fiesta para sumergirse en un festín de lujuria y desenfreno. Las enanas, sin haber bebido la poción, se acercaban a Dharvius por voluntad propia. La atmósfera estaba cargada de deseos y pasión desenfrenada, incluso la reina enana se sentía tentada por Dharvius y no podía resistirse a su magnetismo.
Bromgar, con su mente nublada pero su instinto protector intacto, se precipitó hacia Dharvius. A medida que avanzaba, la realidad fluctuaba y cambiaba a su alrededor, haciendo que cada paso fuera una batalla contra las visiones distorsionadas. Finalmente, logró llegar hasta el estafador y lo agarró de la ropa, exigiendo respuestas.
En medio de la confusión y el caos, Bromgar descubrió la verdad detrás de la poción. Era una droga alucinógena que había causado visiones distorsionadas en su mente. Se dio cuenta de que había sido engañado por Dharvius, quien había aprovechado la situación para sumergirse en una bacanal llena de lujuria y desenfreno con las enanas.
Dharvius, al ser descubierto en su engaño y rodeado por enanas que lo deseaban por su propia voluntad, decidió huir. Pero su escape fue tan absurdo como su intento de estafa. Al no tener tiempo para vestirse adecuadamente, Dharvius tomó un escudo enano que se encontraba cerca y lo usó para cubrir sus partes nobles, corriendo desnudo por los pasillos hasta huir sano y salvo de la ciudad enana.
Morvakri, emperatriz de Noelzia
En un oscuro rincón del imperio de Noelzia, el culto conocido como las Hijas de Vecna prosperaba bajo la tutela de la emperatriz Morvakri. En su monasterio oculto, las intrigas florecían y los secretos cobraban vida propia. En medio de este mar de oscuridad, Dharvius visualizó la oportunidad de su vida: saquear el monasterio y embolsarse un botín que podría hacerle saldar varias deudas... O mejor disfrutar de varios meses de atracones de comida y bebida a raudales en las mejores tabernas de Noelzia.
Pero lo que Dharvius ignoraba, o quizás simplemente no tomaba en cuenta, era lo peligroso que era su plan. Su torpeza habitual parecía velada por una idea tan tentadora que le hacía perder la perspectiva. Después de todo, ¿qué podría salir mal? En su mente, el saqueo de un lugar dedicado al culto de un rey liche sonaba tan divertido como una fiesta a medianoche.
Dharvius tramó su estrafalario plan con una sonrisa en los labios y un destello travieso en los ojos. Sin embargo, había un motivo adicional detrás de su entusiasmo. La tentación de cortejar a una monja en medio de la oscuridad del monasterio era irresistible para él. Imaginaba su sonrisa encantadora desvaneciendo la gravedad del lugar y reemplazándola con una especie de diversión desenfrenada.
Así que, vistiendo las ropas robadas de un ingenuo y beodo sacerdote al que previamente desplumó haciendo trampas a las cartas, Dharvius se infiltró en el monasterio, convencido de que su atrevida hazaña sería la clave de su éxito. Sin embargo, su desconocimiento en los rituales y las costumbres de los adoradores de Vecna llevaron a una serie de errores que precisamente Dharvius podria haber anotado en su bestseller "Cómo ser un Estafador Novato: Vida y memorias de Dharvius el Magnífico", ya a la venta por solo 9,99 piezas de cobre en las mejores librerías de Noelzia.
Sus torpezas no pasaron desapercibidas para el ojo agudo de Morvakri. La emperatriz, cuyo mirar era tan profundo como un pozo de secretos, observó con asombro la manera en que Dharvius, el supuesto sacerdote, bailoteaba alrededor de las novicias de Vecna, agitando incienso como si intentara espantar a los mosquitos y las trataba de engatusar con lujuriosa poesía en sus oidos. A Morvakri no le hizo ni pizca de gracia aquel espectáculo, pero ya que era conocedora de la leyenda de los Abyssi, decidió dejar al menos esa noche a Dharvius en su hogar. A la emperatriz le causaba bastante curiosidad su intruso, y en el fondo esperaba que le resultase de utilidad debido a su linaje. Nada más lejos de la realidad.
Pero la mayor hazaña de Dharvius, ignorante de la importancia de su linaje, aún estaba por venir. En el momento menos oportuno, los ojos de Morvakri se posaron sobre él, mientras intentaba ejecutar una suerte de ritual de invocación de Vecna que parecía más un número de malabarismo. Su mirada fue un viento frío que cortó hasta el alma, disipando cualquier ilusión de seguridad. Sin vacilación, Morvakri reveló su conocimiento y con una sonrisa gélida, le dejó en claro que no toleraría la profanación de su santuario.
El corazón de Dharvius latía como un tambor enloquecido mientras luchaba contra una oleada de verdades y mentiras. Su astucia, que había sido su mayor aliada en el pasado, no fue rival para la aguda intuición de una mujer aparentemente tan joven como Morvakri. Con un simple gesto de su mano, la emperatriz conjuró una niebla oscura que envolvió a Dharvius, cortándole cualquier vía de escape. La emperatriz, dueña de las artes oscuras, demostró que su conocimiento y control superaban con creces las artimañas de un simple estafador. Con una voz fría y melodiosa, le advirtió que sus juegos habían llegado a su fin.
La niebla oscura que envolvió a Dharvius eventualmente se transformó en unas negras cadenas que lo aprisionaban y amenazaban con ahogarlo y aplastarle los órganos. Morvakri le concedió una última oportunidad de sobrevivir si juraba lealtad a Vecna, y hacía honor a su linaje. Lejos de ser consciente de lo que le decía la emperatriz ni de la situación en la que se encontraba, comenzó a disociar con que la emperatriz tenía alguna especie de intenciones sadomasoquistas con él, rebatiendo cada frase de Morvakri con una indecente persuasión que sobrepasaba con creces la insensatez y rallaba la locura.
Al ver que el castigo físico no parecía hacer efecto, y el mental bastante menos, Morvakri empezó a desesperarse y perdió la concentración en su conjuro. Entonces, el tiefling vio su oportunidad para escapar. Pero sabía que su fuga sería efímera. Había cruzado el umbral de la emperatriz Morvakri y sus acciones no serían olvidadas, ni por ella, ni por el Imperio de Noelzia.