e hispanos del Norte
Por la contra de lo que se podría pensar, el grupo étnico conquistador de la ciudad no es, ni de lejos, el más influyente, a pesar de sus privilegios. En un principio, muchos de sus representantes no estaban más que de paso por la ciudad, ejerciendo temporalmente cargos militares en la plaza. Pero para consolidar la conquista de Toledo, donde residía una población musulmana, judía y mozárabe que había resistido a reconocer el dominio de Alfonso VI, este se vio forzado a establecer una población cristiana incondiconal, traída de los territorios del norte de la cordillera central, integrada por castellanos y francos que formaran el grueso de sus tropas acuarteladas en el Alcázar.
Los castellanos procedieron fundamentalmente de las regiones del Duero o del norte del mismo, ya que las plazas más próximas (Sepúlveda, Segovia o Ávila) todavía estaban en proceso de repoblación. A poblar Toledo vinieron gentes del Alto Duero (Covaleda, Lara, los "serranos") y de la Extremadura castellana (Cinco Villas, Atienza). Aparte de los miembros de la alta nobleza, que con mayor o menor intensidad se vincularon a la ciudad y recibieron heredamientos en ella.
Para atraer a los castellanos y garantizar su condición privilegiada, Alfonso VI les concedió una
Carta castellanorum (
Fuero de los Castellanos) antes de 1101 y que se recoge también en el Fuero dado a Escalona en 1130. Este fuero de los castellanos es, en sentido amplio, su sistema jurídico en conjunto, que formado en el siglo X ha alcanzado su plenitud a principios del siguiente, en tiempos del conde Sancho García de Castilla (995-1017), a quien se alude cuando se menciona el citado fuero: "los fueros del Conde D. Sancho". Los castellanos han continuado desde entonces rigiéndose por este fuero y por su Carta, conservando su propio estamento con independencia del de mozárabes y francos. Y las poblaciones del reino de Toledo repobladas posteriormente -como Santa Olalla o Escalona- reflejan igualmente esta dualidad entre alcalde castellano y mozárabe que aplicarán sus respectivos códigos. Asimismo los preceptos que se añaden en las sucesivas confirmaciones reflejan las novedades de estos otros fueros vecinos.
La mozarabización de los linajes castellanos
Las familias castellano-leonesas instaladas en la ciudad tras la Conquista tenían tan poco peso más allá del funcionariado real que acabarían siendo asimiiladas por la comunidad mozárabe-franca, aportando el última instancia el catalizador castellanizante de la ciudad.
Por ejemplo, desde la Reconquista se nombran dos alcaldes para la villa, uno de los cuales es para los castellanos, ya que estos, acogidos a su propio fuero, tienen que ser juzgados de acuerdo a él y de ahí que exista la necesidad de un juez exclusivo, conocedor de tal fuero. Sin embargo, los nombres son tan poco importantes que apenas dejan rastro, salvo los de Ramiro Froilaz (alcalde en 1123), Antolín Negro (alcalde en 1138-1154), su hijo Domingo Antolín (alcaide y alguacil en 1161 Pedro Díaz (alcalde de Toledo de 1166 a 1183) y su hijo Diego Pérez, en 1226. Lo que indica la poca relevancia de la comunidad castellana en la ciudad. Los castellanoleoneses instalados en ella de forma permanente acabarán siendo asimilados por la comunidad mozárabe-franca, aunque funcionando como el catalizador castellanizante de la ciudad.
Un caso de mozarabización entre los castellano-leoneses es el de los Armíldez, linaje introducido en Toledo por Armildo Rodríguez, mayordomo real poco después de la reconquista. Su hijo, Gutierre Armíldez, alcaide de Toledo, cayó víctima de una emboscada en Alamín en 1131 y encontraremos personajes descencientes de estos hasta el siglo XIII, como Armildo Meléncez, hijo pequeño de Armildo Rodríguez, señor de un castillo en los bordes de Sierra Morena en 1150 y donando al monasterio de San Servando la mitad de una aldea. Los hijos de Armildo Meléndez en 1196 - María, Pedro y Ana- se intercambian sus bienes, quedándose Pedro con los bienes de María en Portugal, y compartiendo con Ana las alquerías toledanas de Calabazas, Biertenes y Pantoja, así como la casa de la ciudad, junto a la Trinidad. Pedro Armíldez, es el ancestro de los Pantoja toledanos, uno de los linajes más destacados de la ciudad en los siglos venideros.
Los descendientes de Pelay Pérez de Fromista, originario de esta localidad de la Tierra de Campos y que desempeñó el cargo de alcaide -gobernador militar- de la ciudad, hasta su muerte en 1185. La única hija de este, María, se casó sucesivamente con el alcalde mozarabe de Toledo Melendo Lampader y con Miguel de Zuazo en 1185.
Gallegos y navarros
Son numerosos los aportes provenientes de Galicia, tal y como se refleja en el apelativo o apellido al-Galayq o Gallego o al-Gilliqui, aunque este término en árabe no se correspondía solo con la Galicia espeífica y sus habitantes sino que se extendía a todo el reino de León y Portugal. Sin embargo, la extrema pobreza del acervo de nombres que llevan estos supuestos gallegos, casi reducido a Pedro y Juan, impide en la mayoría de los casos cualquier identificación fidedigna sobre ellos. a menos que se suponga que su número es tan limitado como lo era con sus nombres. Cierto es que la debilidad del aporte gallego y leonés se explicaría por las necesidades de hombres exigidas por la repoblación de la Extremadura leonesa, y por la división entre Castilla y León, a partir de 1157. Sea cual sea su origen real, vemos a estos Pedros y Juanes Gallego emparentando con mujeres de familias mozárabes autóctonas y alóctonas, como los Alpolichén, Beni Ya'is y al-Wadiyasi, a través de las cuales irán siendo asimilados por el grupo cultural mozárabe.
Alguunos topónimos como, Gallegos, localidad al lado de Yunclillos, en el bajo Guadarrama guarda relación con un establecimiento de gallegos en la zona.
Por otra parte, la presencia de navarros y riojanos está atestiguada por el topónimo de Navarrete (en Magán), pero su llegada notoria será más tardía: a partir de la segunda mitad del siglo XIII.
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