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Mozárabes

El pueblo mozárabe constituye el istmo de unión entre los visigodos y los cristianos septentrionales de la época de la reconquista. Como el territorio donde han habitado, también los mozárabes han sido reconquistados e incorporados a la cristiandad. Desde la invasión, en el 711, han vivido politica y administrativamente sometidos durante casi cuatro siglos a los soberanos islámicos, amparados en el estatuto especial de tolerancia que el Corán otorga a las "gentes del libro", -la Biblia-, ya se trate de cristianos o de judíos. El principio coránico de respeto hacia los cristianos como "gentes del libro" o protegidos dimmi permitió que tras la invasión la mayor parte de la población hispanogoda pudiera mantener su religión, derechos y propiedades. Sin embargo, aunque los pactos fueron respetados, las cargas impositivas que debían pagar para mantener este privilegio eran muy altas y las posibilidades de ascenso social siendo musulmanes mucho más amplias. Así, a partir del siglo IX el proceso de conversión se acelera y cuando Alfonso VI llega a Toledo, la comunidad mozárabe es una minoría empobrecida y arabizada culturalmente, pero que usará de base para mantener la estructura económica de Toledo y su reino.   Se da el caso de que los mozárabes, como cristianos, en el momento de volver a pasar a tierras cristianas deberían haber dejado de llamarse así. Sin embargo, conservan esta denominación desde antiguo, debido a su peculiaridad cultural que les diferencia de castellanos, leoneses y francos.   Encontramos tres momentos en los que los mozárabes comenzaron a formar comunidades en los reinos cristianos del Norte:
  1. El movimiento martirial cordobés de mediados del siglo IX: una gran oleada de mozárabes llegó desde Córdoba en el siglo IX cuando sus sectores más conservadores de la sociedad mozárabe se levantaron contra la influencia árabe y, buscando el martirio en provocaciones contra la autoridad, siendo muchos ejecutados y el resto desterrados emigrando al Norte. Se trata de los últimos hispanovisigodos que se resistían a aceptar la arabización, que no la islamización y fueron los responsables de la neovisigotización de los reinos cristianos y de la inspiración del ideal de Reconquista del perdido reino de España, especialmente en el reino Astur-Leonés.
  2. La conquista de Toledo: A finales del siglo XI y principios del XII cuando empiezan a caer las primeras grandes ciudades musulmanas de la Península: Coimbra, Toledo y Zaragoza, siendo absorbidas con toda su población original, mantenéndose en ellas especialmente la cristiana, que no tenía razones para emigrar sino, más bien, todas las de ganar quedándose en su ciudad natal. Estos colectivos ya están fuertemente arabizados y, salvo por su religión, apenas son distinguibles de los hispanos musulmanes.
  3. La invasión Almohade: A mediados del siglo XII, a raíz de la ocupación almohade de al-Andalus (1146) y las persecuciones realizadas contra infieles ya que estos no respetaban el principio de respeto a la gentes del libro, fuerzan a un exilio masivo de las comunidades cristianas supervivientes en el sur Peninsular que acuden mayoritariamente a Toledo, cercana cultural y geográficamente a las tierras que han dejado atrás.

La ciudad arabizada

Asistimos al hecho de que Toledo presenta un carácter y aspecto eminentemente musulmán, donde la gente viste a la usanza oriental y donde el idioma que más se escucha en las calles es el árabe, pero esto no se debe a la masiva presencia de musulmanes, sino a la fuerte arabización del grupo cristiano que quedó como mayoritario en los años inmediatamente posteriores a la conquista: el de los cristianos mozárabes (al-mustariba o arabizados) Los mozárabes oficiales en el momento de la conquista parece que eran ya pocos dada la fuerza que tuvo la conversión al Islam durante los siglos X y XII, viéndose muchas de sus iglesias abandonadas y transformadas en mezquitas.   Sin embargo, esta pequeña comunidad logró obtener de Alfonso VI con la mediación de su consejero mozárabe, el conde Sisnando Davídiz, un estatuto de privilegios, el Fuero de los Mozárabes -otorgado el 20 de marzo de 1101 "ad totos mozarabes de Toleto"- que blinda sus derechos civiles, religiosos, y de propiedad, y que les hace estar sometida al mismo código legal que bajo el dominio musulmán, el Fuero Juzgo de los visigodos y a la conservación de 6 iglesias para la celebración en ellas del rito mozárabe (o visigótico), precisamente en las iglesias que al principio de la domininación musulmana conservaron como propias hasta que la islamización del colectivo las llevara al abandono y la reconversión como mezquitas.   Por todo esto, buena parte de la población muladí de Toledo regresó al cristianismo de sus antepasados para poder beneficiarse de esta nueva situación de privilegio, integrándose rápidamente en la comunidad mozárabe de la que sus antepasados ya habían formado parte y de la que ahora, dada la fuerte arabización de ambos grupos, eran totalmente indistinguibles.   A todos esto mozárabes toledanos hay que sumar la gran afluencia de mozárabes andaluces y norteafricanos llegados escapando de la rigidez almorávide y sobretodo, a partir de 1146, escapando de las persecuciones almohades en las que son forzados a convertirse para salvar su vida o ser decapitados. En sus incursiones al sur, el emperador Alfonso trajo consigo numerosos cristianos andaluces e incluso algunos llegados desde Marruecos, instalándolos en Toledo y su reino donde se acogerán al Fuero Mozárabe.   Así tenemos el hecho paradójico de que Toledo sea una ciudad religiosamente cristiana pero estéticamente arabiga, dado el poso cultural arabizante que han impuesto los mozárabes viejos y nuevos extendiéndose esta influencia sobre los nuevos pobladores del norte, castellanos y, sobre todo, entre francos transpirenaicos la mayoría de los cuales se adoptan rápidamente usos y lengua árabe.

Los mozárabes autóctonos

Los mozárabes toledanos tras siglos bajo dominio islámico están profundamente arabizados y difieren con mucho de aquellos hispanovisigodos fanáticos instalados en el reino de León en el siglo IX tras el movimiento martirial cordobés. Estos mozárabes toledanos habían adoptado la lengua y costumbres árabes, precisamente gracias al influjo benigno y tolerante de las leyes y gobernantes musulmanes, que les permitió conservar su religión pero impulsó su cambio cultural a la más desarrollada civilización árabe.   Así pues, los mozárabes toledanos han abrazado por entero la lengua árabe, y aunque en su lengua coloquial pueden conservar formas romances características, su conocimiento del árabe -que utilizan activamente tanto en habla cotidiana familiar como en su entorno profesional- es mucho mayor que la del propio latín, circunscrito casi exclusivamente al ámbito religoso, y, por supuesto, que el de las diferentes lenguas romances de los repobladores castellanos, gallegos, leoneses, navarros o francos.   Dado lo reducida que se hallaba la comunidad mozárabe en el momento de la conquista, las familias cristianas autóctonas formarán un reducido grupo pero que, sujeto a un fuero propio, gozará de una posición de salida preeminente para convertirse en una importante élite dentro de la ciudad, formando linajes de propietarios terratenientes y caballeros villanos cuyos miembros engrosarán las filas del clero y las magistraturas urbanas. En este proceso, establecerán lazos con familias de recién llegados -tanto mozárabes andaluces, como cristianos hispánicos o francos y, especialmente en el caso de estos últimos, asimilándoles.   La mayoría de estas familias tomaban nombres arábigos hasta bien entrado el siglo XII -como Abd Allah, Abd al-Rahmán, Yahya, Yusuf, Halaf o Sulaymán- momento en el que han empezado a mostrar nombres cristianos, con predilección por aquellos de las diferentes parroquias e iglesias toledanas así como también los de Juan, Micael, Esteban, Domingo, Pedro, Saturnín, etc; y en el caso de ellas, los de Urraca, Leocadia, Orabona, Sancha, Gracia, Lucía o Nazarena. Cuántos de estos mozárabes se habían mantenido oficialmente cristianos hasta el momento de la conquista es algo que no sabemos, pero es sobradamente conocido que muchos de los que dicen ser mozárabes abandonaron la fe de Mahoma que sus antepasados recientes habían tomado por conveniencia para beneficiarse de la nueva situación y del fuero concedido a los mozárabes, y que fue la jugada maestra del Sisnando Davidiz, primer alcalde de la ciudad, para evitar la despoblación de esta conservando población autóctona.   Esto permite entender que los últimos cristianos del Toledo musulmán debían ser figuras lo bastante preeminentes y acomodadas como para no necesitar renunciar a su religión para mantener influencia, poder costear el gravoso impuesto de los dimmíes y poder negociar directamente con el enviado del rey Alfonso, a la sazón otro mozárabe, sus condiciones tras la rendición de la ciudad.   A menudo los mozárabes utilizan indistamente las formas árabes o romances de sus nombres o incluso nombres distintos para la misma persona, incluyendo esa duplicidad en los documentos que firman. Asi, Juan ben Omar es también "Salih, el de la iglesia de San Lucas", o Juan ben Fárach, es también, Sidaní el Alfarero. Los señores mozárabes acostumbran a llevar el título honorífico de "Mair" o Maior, en vez del don o dominus de los hispanos del norte. Esto irá cambiando a lo de la segunda mitad del siglo XII y quedará en desuso en la centuria siguiente, en el que "Don" será el tratamiento honorífico generalizado. En cambio al arzobispo y cargos eclesiásticos si se le aplica el tratamiento domno (domino).   Abundan entre los mozárabes los apodos y los motes -costumbre heredada tanto del cognomen romano como de la nisba árabe. Especialmente los sobrenombres tomados de las cualidades físicas (cojo, tuerto, rubio, mudo, bizco, etc.) expresados con nombres árabes o romances. A menudo este sobrenombre se trasmitirá con el apellido. Después de los apodos, una serie de nombres aparecen con la terminación -el, -iel, derivadas del -ellus latino, y que tienen una significación diminutiva o despectiva: Socrel, Torrel, Farchel, Franquel, Maurel, Montiel.

Los mozárabes andaluces

Ya en tiempos de Alfonso VI se recurrió a la repoblación de las tierras del reino de Toledo con mozárabes sureños, pero sería con el desembarco de los almohades en al-Ándalus en 1146 cuando lleguen a Toledo un goteo continuo, en ocasiones torrente, de exiliados cristianos escapando de las perse-cuciones de los Masmuda, que no solo obligan a la conversión so pena de muerte, sino que destruyen iglesias y sinagogas tras el expolio de estas. En muchos casos estos mozárabes han venido escoltados por el propio rey emperador, Alfonso VII a su regreso de las campañas meridionales.   Así encontramos numerosas donaciones efectuadas a eclesiásticos mozárabes exiliados, de Sevilla, de Écija, de Córdo-ba, de Valencia o de Denia, que llegarán a Toledo aportando muchas veces las reliquias de santos y mártires de época visigoda con gran devoción en Toledo pero que estaban custo-diadas en tales iglesias, y que -traídas ahora a Toledo- van a permitir la consagración de nuevos templos dedicados al rito mozárabe: como es el caso de las reliquias de Santa Justa, traídas por el obispo de Écija, o las de Santa Eulalia, por la comunidad mozárabe de Mérida. El arzobispo Clemente de Sevilla se instaló en Talavera, junto a los obispos de Niebla y Marchena, y allí residieron ejerciendo sus funciones episcopales. El arcediano Miguel de Málaga se instaló en la aldea de Pastor de Valdecarábanos junto a su comunidad de mozárabes malagueños, otorgándole Alfonso VII la citada aldea en 1154. Los monjes de San Vicente Mártir encontrarán refugio en las aldeas de Estremera y Fuentidueña, donadas por el jo-ven Alfonso VIII en 1167.   Muchas aldeas del campo toledano llevan nombres que evocan a Andalucía: Carmena, Sevilleja de la Jara, Cordovilla, Jaen, Ronda, Gibraltar etc. denotando su repoblación con comunidades enteras de mozárabes provenientes de aquellos lugares y que también coinciden con sitios que Alfonso VI y VII atravesaron u ocuparon en sus razzias por el sur, trayéndose consigo a los mozárabes locales para protegerles de la ira almorávide y almohade y repoblar las desoladas tierras toledanas. Con mozárabes aragoneses pobló Alfonso VII la fortaleza de Zorita, a quienes dio fuero en 1156.   Pero no solo encontramos cristianos de origen andaluz en Toledo, sino también de África. Los Almorávides habían reclutado en su momento mercenarios cristianos para formar su guardia en Marrakech, sabedores de que el desarraigo de favorecería su fidelidad. Estos mercenarios llegaron a arraigar en Marrakech pero a la caída del emirato Almorávide en 1147, estos escaparon de Marrakech, encaminándose de vuelta a la Península de la que eran originarios ellos o sus padres y siento rescatados por Alfonso VII en Algeciras.   Esta llegada masiva de cristianos practicantes del rito visigodo no pasó desapercibida para las jerarquía eclesiástica: El propio papa Eugenio III advirtió al arzobispo Raimundo que suponía un peligro para la instalación del rito latino en Toledo y España el engrosamiento de fieles seguidores de la llamada "superstición toledana" o rito mozárabe. El pontifice dictaminó que los recién llegados debían obedecer las órdenes del arzobispo, si querían mantener su diócesis y que, abandonaran el rito hispano por el romano. Aunque no han faltado los conflictos desde entonces, la colaboración se ha ido haciendo más estrecha, y muchos de los mozárabes, con su profunda arabización cultural, están integrándose en las parroquias latinas y aceptando, por lo tanto, el rito latino.   Esto es una pequeña muestra de los mozárabes sureños asentados en Toledo y su reino como repobladores y sujetos al Fuero Mozárabe de los cuales su apellido permite trazar su origen. No obstante han sido muchos más los llegados que aquellos cuyo apellido o nisba podemos identificar.

Naming Traditions

Nombres femeninos

Orabona, Urraca, Lucía, Nazarena, Leocadia, Eulalia, Samsi, Solí

Nombres masculinos

Nicolás, Pedro, Estéban, Illán, Domingo (Abd Allah), Juan, Yuanes (Yahya), Álvaro, Saturnín, Antolín, Ildefonso,

Nombres familiares

Toledanos: Alpolichén - Importantes terratenientes que darán miembros destacados al clero toledano. Illán Perez de San Román - Que llegarán a ocupar los puestos de zalmedina. Illán de Capilla - Alguaciles y alcaldes de Toledo y figuras claves en la política urbana. Beniharit o Alguacil - También alcaldes y alguaciles de la ciudad. Hambrán o Palomeque - Ya importantes en el siglo XII se convertirán en un linaje importantísimo cuando llegue el siglo XIV Aben Lampader - Miembros del patriciado urbano y del clero. Aben Sabib  Abracadón - Ibn Raqadún Aben Abdalmalic -   Andaluces:  al-Mursí (El Murciano), al-Lurquí (El Lorquense), al-Dini (El Deniense), llegados con el séquito del obispo de Denia, instalado en 1150 en la campiña toledana. diBalansya (de Valencia) El albañil Yahya di Balansiya o Juan de Valencia. al-Wadiyasí (De Guadix), llegados con Domingo b. Sulaymán al-Wadiyasí. al-Mariyyí (De Almería), llegados con un tal Sulayman al-Mariyyi y su hijo Pedro y que constiturián una prestigiosa familia de escribanos del árabe. al-Malaqí (El Malagueño), llegados probablemente junto al archidiácono Miguel de Málaga al que Alfonso VIII cedió en 1154 la aldea de Valdecarábanos al-Garnatisi Granadixil o Grenadeli, (El Granadino), llegados en 1155 también junto a Alfonso VII y a los que cedió las aldeas de El Algibe y Aloyón al-Istabbi (De Estepa), al-Gayyaní (De Jaén), fundadores de la aldea del mismo nombre cerca de Maqueda al-Bayyasí (De Baeza), de donde que vino un importante contingente en 1156. al-Anduggari (De Andújar), Alvaro al-Fassal, Abd al-Malik al-Anduggari. al-Qurtubí (De Córdoba), bien representado por los descendienes de Micael y Pedro al-Qurtubbi. al-Usuni: De Osuna. Columba al-Usuni. Sibili (Sevillano), descendienes de Juan Sibili, señores de Campo Rey. al-Garbí: Del Garb al-Andalus o el Algarve, descendientes de Juan Micaelis al-Garbí, propietario en Olías. al-Qallas Nisba del jefe de los mozárabes granadinos, instalados en Toledo a partir de 1125. Ibn Hafsún: Probables descendientes del legendario caudillo de las sierras malagueñas rebelde contra el poder de Córdoba en el siglo X y seguramente llegados a Toledo en 1126 tras la deportación masiva de mozárabes malagueños al-Marrakusi: De Marruecos, con personajes com Pedro Diaz de Marruecos, descendientes de los mercenarios cristianos asentados en la capital almorávide hasta la caída de esta en 1147 y reinstalados en Toledo por Alfonso VII de Salé, Idéntico origen en mercenarios cristianos instalados en suelo norteafricano y repatriados después.

Culture

Grupos lingüísticos y dialectos importantes

Los mozárabes -tanto toledanos como andaluces- hablan y utilizan el árabe en su comunicación cotidiana y familiar. Los que conocen o conocían el antiguo romance mozárabe lo han acabado asimilando a un castellano particular que les ayuda a comunicarse con los conquistadores. Los miembros cultos de la comunidad hablan latín, y la mayoría entiende algo de latín ya que es el idioma utilizado en los servicios religiosos.

Cultura y herencia cultural

Muchos, especialmente los toledanos, se sienten herederos de la cultura hispano-goda que reinó en Toledo antes de la llegada de los musulmanes y que han mantenido a duras penas hasta nuestras fechas, a pesar de su evidente arabización.

Código de vestimenta común

La mayoría visten a la usanza árabe, más refinada cuanto mayor el poder social o económico del individuo. Como signo de su devoción, la mayoría suele llevar crucifijos al cuello que les permiten diferenciarse visualmente de mudéjares y judíos.   Los clanes mozárabes más prestigiosos y ricos denotan una progresiva castellanización en su forma de vestir aunque sin abandonar el gusto refinado por sedas, bordados y tejidos suntuosos que denoten su prestigio y riqueza.

Arte y arquitectura

El mal llamado "arte mudéjar" en Toledo es en realidad la estética constructiva y gusto que mantienen los mozárabes. El particular uso del ladrillo en los muros, los elementos ornamentales arábigos (arcos de herradura, motivos y filigranas vegetales)

Los mustariba

  Sabido es que se dio el nombre de Mozárabes a los cristianos que siguieron viviendo en territorios conquistados por los musulmanes. El termino mustarib viene a significar "el que se asimila al árabe", "el que no siendo de raza árabe, viene a ser como árabe". En virtud de la política de tolerancia musulmana, los hispanos de principios del siglo VIII conservaron su religión que solamente podían practicar privadamente y en el interior de los templos que pudieron conservar, así como la jerarquía eclesiástica en las ciudades que fueron sedes episcopales, encontrando un obispo al frente de cada comunidad urbana y en las provincias eclesiásticas un Zayd al-Matrán o arzobispo metropolitano.   En el orden civil, la minoría mozárabe era regida por un conde -comes, defensor-, siendo el censor el encargado de administrar justicia y el exceptor, quien recaudaba la tributación. Esta era debida a un doble concepto, según se tratase de capitación individual, la yizia o de impuesto por los frutos de la tierra, el jaray. En los conflictos internos del grupo se atenían a las normas del Liber Judium o Fuero Juzgo, el código legislativo visigodo.   La población cristiana, a raíz de la invasión árabe, debió constituir la inmensa mayoría de los pobladores de la Península. Los invasores llegaron en muy reducido número y vinieron sin mujeres. Enseguida, la exención de impuestos para quienes se pasaran al Islam y los matrimonios con cristianas, cuyos hijos legalmente serían mahometanos, hizo que, en el decurso de los siglos la proporción tendiese a igualarse y finalmente a superarse del lado mahometano. La historia el pueblo mozárabe sigue una trayectoria cargada de vicisitudes: en los momentos de gobierno duro y centralizador, se sumarán en ocasiones a las revueltas árabes rebelados contra el poder central, a levantar gritos de independencia y a adoptar actitudes religiosas de insumisión ahogadas con sangre de martirios. No obstante, la persecución fue transitoria y efímera y la tolerancia constituyó el continuado ambiente de convivencia.   Después, el fervor religioso se fue apaciguando y enfriando. Desde mediados del siglo IX, la vida cristiana del pueblo mozárabe es más una tradición que se conserva y transmite que una existencia transida por las normas evangélicas.   A partir del siglo IX cuando el emirato de Córdoba se asienta y comienza su época de prosperidad, el proceso se acelara y los mozárabes fueron convirtiéndose en minoría y ellos mismos, adoptando la lengua y costumbres musulmanas y abandonando los viejos usos visigóticos, relegados junto con el latín, a la vida religiosa. Igualmente, la mayor parte de los mozárabes fueron empobreciéndose y en el siglo XI muchos pertenecían ya a la clase que vivía del trabajo de sus manos al servicio de los señores musulmanes.

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