Merlín Eterium

You haven't choose a language | No has escogido un idioma
English | Español

Gran Magíster

Merlín Eterium fue uno de los fundadores de la Gran Academia de la Magia Humana y uno de los creadores de la magia de conjuración. Se le conoce como el padre de la magia arcana humana, así como del concepto de un conjurador o bardo.

Para entender la magia arcana se necesita un toque de creatividad. Y no, no me refiero a simplemente ser capaz de visualizarse a un mismo, crear algo que no existe, sino también de desmenuzar el concepto del conjuro en sí en frases propias, rimas que inciten a uno mismo a crear aquello que es imposible. Todos partimos del mismo conjuro ideal, pero hacerlo vuestro y único, es lo que hace a un Conjurador... auténtico.
— Merlín Eterium.


Formará siempre parte del elenco que permitió a la humanidad su salvación de una vida bajo el yugo de los elfos. Un héroe temido por su poder, tanto por aliado como por enemigos, envuelto en misterio y cuyo origen está más vinculado a los elfos de los que cabría esperar.


Historia Personal


Merlín fue uno de los muchos huérfanos que surgieron tras la Insurrección Humana al comienzo de la Guerra de los Mil Años. Los Elfos aniquilaron la resistencia, no sin antes recibir un gran golpe. Como medida preventiva de otra sublevación, le dieron cobijo a los huérfanos supervivientes que fueran lo suficientemente jóvenes como para no representar una amenaza y los dividieron en tres proyectos destinados a la investigación de la raza humana. Estos fueron: la Academia Eterium, el Proyecto Mejorav y el Ideario Jalom. Evidentemente, Merlín fue uno de los huérfanos que acabó en la Academia Eterium, quienes experimentaban los límites de la capacidad del ser humano.

Dentro de la organización había cuatro responsables, tres de ellos han sido omitidos de ser recordados por la historia humana debido a las atrocidades a las que fueron sometidos los huérfanos, entre ellos Shimon Eterium. La cuarta responsable fue la maestra de Merlín y Gálago, entre otros muchos huérfanos, Dara Írime, quien los acogió como alumnos élficos, aunque de vez en cuando experimentaba con ellos con tal de comprender qué era ese amor que ellos eran capaces de sentir.

En el siguiente extracto escrito por Luciano Escribano, se ilustra claramente el tipo de relación que ambos tuvieron durante su instancia en la Academia.

Extracto de "Crónicas de Merlín Eterium: El Estandarte de la Humanidad", por Luciano Escribano.
(...) Me hallaba perplejo. Ella, sin ningún atisbo de duda, decapitó aquella velapidus con la que tanto tiempo habíamos pasado, en el segundo exacto en el que esta nos amenazó con la mirada. El raptor cayó al suelo, escupiendo sangre mientras su corazón aún latía. Sus hermosas plumas doradas y blancas, a las que tanto tiempo nos pasamos limpiando y acariciando, tanto nosotros como ella, se tiñeron de rosado, luego de rojo... y al final de un carmesí oscuro.

Varios de los niños gritaron, y las demás velapidus, al ver a su matriarca caer, hicieron rápidamente una reverencia, reafirmando así su sumisión a la auténtica matriarca. Yo, sin darme cuenta, me encontraba de rodillas, lagrimeando. "¿Cómo es que no fue capaz de dudar?". Dara, con zancadas apresuradas, pero sin dejar de perder su postura elegante, se apresuró a venir a mi frente. Se puso en cuclillas y extendió su mano. Al instante noté el éter a mi alrededor, arroparme y acariciarme, como si cacheara mi cuerpo con rapidez pero sin perder cuidado. Yo alcé mi mirada hasta encontrar la suya y ella frunció su entrecejo.


— No estás herido... — suspiró de aquella forma que nosotros sabíamos que era de alivio, pero que para cualquier humano hubiera sonado a un chasquido de fastidio. — ¿por qué lloras?
— Ah... — Abrí la boca sin pensar en qué contestar. Sabía que ella me había protegido, una vez que un velapidus, sobre todo una matriarca, desafía a su amo, ya nunca más le será leal... Pero aun así, ni siquiera le dio tiempo a acabar de elucubrar esa idea. — Yo... — Antes de que acabara la palabra, ella se puso de pie, impaciente. Le frustraba no saber qué sentíamos.
— Si no la hubiera matado, la idea se habría extendido a las demás. Sois niños, a saber lo que hubieran sido capaces de hacer si me descuido por un segundo. — Se apresuró a decir. Quizás era incapaz de simpatizar con nosotros, pero tras tantos años había comenzado a entender nuestra incomprensible, al menos para los elfos, sensibilidad.
— Pero... Aun así... — Notaba como ella se impacientaba mientras yo intentaba recobrar mi mente y poder comunicar lo que fuera que pensara en ese momento, sin poder levantar la mirada de sus botas blancas, ahora manchada de sangre. — Las velapidus tardan días en sublevarse una vez que se vuelven desafiantes... Ninguna ha atacado antes de tres días... Podría haber...
— Demasiado arriesgado — Cortó mi intento de justificar un poco de piedad ante esa criatura que había empezado a querer como parte de nuestra clase. — Los ejemplos que tenemos son basados en elfos, y te aseguro que ninguno era un niño. No podía arriesgarme. — Explicó con cierto cansancio, como si ella supiera que yo ya conocía la respuesta. Como quien le explica a un niño por qué está haciendo algo, que sabe que es una estupidez.
Fruncí el entrecejo, impotente — De acuerdo... — respondí con impotencia. Volví a levantar mi mirada, nunca me gustó perder, por lo que en aquella época mi forma de mantener mi orgullo era mirar a mi rival a los ojos después de admitir mi derrota. Ella lo sabía, puesto que solo perdía contra ella.
Al ver su mirada, inmutada por lo que había sucedido, incluso satisfecha al ver que lo había entendido, un pensamiento traicionero invadió mi cabeza. "Y si... ¿Y si yo pensara en sublevarme? ¿Acaso...? ¿Acaso ella me mataría con tal facilidad?" De repente un miedo invadió mi alma. "Los elfos no son capaces de amar", entonces algo peor que el miedo me sobrepasó... "¿Y sí... después de matarme su semblante fuera el mismo que el de ahora?". Un dolor abrumador intentó escapar de mis ojos, y yo lo contuve de la peor forma posible, dejando escapar un sollozo mientras mis ojos se cristalizaran. Quizás ella nunca me pueda querer, pero eso nunca me impidió hacerlo.
Frunció el entrecejo un segundo, y, como si hubiera sido capaz de percibir mi pensamiento, todas las facciones de su rostro se ablandaron. Me dio la espalda prácticamente de forma inmediata, y miró al raptor muerto en el suelo.
— Eso es todo por hoy — Dijo con una voz más apagada que de costumbre. — Iros a tomar un baño al río, así mancháis el agua de los baños.
"Sí señora" dijeron el resto de los chicos, la situación había hecho que me olvidara de ellos. Algunos sollozaban mientras que otros intentaban animarlos, pese a sus ojos rojos de haber estado llorando. Yo me levanté con cuidado y me fui en silencio. Ella ni se movió. Yo ya había visto su rostro con esa expresión y escuchado ese tono en el pasado, cuando hablaba de su hermana, a quien perdió en la guerra contra los dragones. "Claro... eso no quiere decir que no puedan sentir dolor".
Mientras nos aseábamos en el río, pensé en lo que suponía sentir dolor sin amor, me era inimaginable. Siempre pensé que los elfos eran más fuertes porque no podían sentir amor. Si yo no hubiera amado a mis padres... a mis hermanos... quizás no me pasaría la mitad de las noches llorando. Pensé que los elfos no lloraban. Pero pensar que podría sentir el dolor de perder a mi hermano, sin el recuerdo del amor que sentí por él... Un cálido dolor recorrió mi cuerpo. Me encogí y ahogué mis lágrimas en el río.
Esa fue la primera vez que me sentí orgulloso de ser humano. Y la primera vez que me apiadé de un elfo. Aunque mi querida Írime sería la primera y la última.


La última clase de Dara

Merlín había sido trasladado a la edad de 6 años, poco después de cumplir los catorce, Dara Írime agrupó a todos los alumnos para decirles que tenía que mostrarles un último conjuro. Acordó que se reunieran en el bosque a las afueras de la aldea, con provisiones para una acampada de varias semanas. Esto no era anormal, pero el hecho de que fuera antes del alba les pareció extraño a todos. Cuando llegaron ella ya los estaba esperando, esta vez con todos los velapidus que disponía, normalmente escogían un grupo pequeño que llevara parte del equipaje, nunca toda la manda. Una vez todos presentes, Dara les dijo que levitaran el equipaje y montaran a los raptores, para practicar mantener la concentración. Y tras hacerlo partieron

Cuando el alba se anunciaba sobre la copa de los árboles, se detuvieron en claro, todos los alumnos se colocaron el equipaje, como ordenó su maestra, y luego fue el turno de la manada, que con un gesto de ella se dispersaron por donde habían venido. Gálago menciona en sus memorias que recuerda que en ese momento todos los niños sonrían nerviosos, como esperando una aventura; sin embargo, él temía que algo malo iba a pasar. El sol ya se había alzado sobre la copa de los árboles más jóvenes cuando el grupo se encontró otra vez en un claro. Siguiendo las instrucciones de su maestra, la rodearon en círculo y ella prosiguió a entregarles a cada uno de sus alumnos un libro, indicándoles sus puntos fuertes y en qué deberían de mejorar. A Gálago le dio un libro que de astrología titulado el secreto de las constelaciones y le dijo "Presta atención a este conjuro hombretón, quizás así dejes de mirar tanto las estrellas". A la última persona que le dio su libro fue a Merlín, quién la miró asustada, puesto que eran dos libros, dos diarios, el de la hermana de Dara y el de la hermana menor de Merlín, "Espero que no pierdas a tu hermana en tu guerra" le dijo su maestra confirmando lo que ese diario le decía a Merlín, que estaba viva.

Los alumnos, ya asustados y alterados, comenzaron a preguntar qué era lo que estaba pasando, pero su maestra los cayó con un grito, y les advirtió a no abandonar sus posiciones sin importar qué vieran, puesto que el hechizo así lo requería. Ella había trazado círculos de éter alrededor de sus alumnos. Prosiguió ordenándoles que prestaran atención, pues el conjuro que estaba a punto de usar estaba prohibido enseñárselo a los humanos. Con un chasquido de Dara, el sol se apagó, y las estrellas brillaron con mayor intensidad, como las noches sin luna. Acto seguido realizó el hechizo y mientras lo hacía, una constelación se forjaba en el cielo: las estrellas se enlazaban las unas a las otras dibujando en figura en el cielo. Según Gálago Eterium, era la constelación de Simja, la diosa del amor. Los alumnos más sensibles comenzaron a sentir perturbaciones de éter en la lejanía, al parecer varias personas estaban realizando conjuros en la lejanía. La constelación acabó de formarse al mismo tiempo que Dara acababa su conjuración, entonces una última conexión se formó entre la estrella más fuerte de la constelación y ella, iluminando el suelo con una luz blanca tenue. Cada uno de los círculos en los que los alumnos se habían quedado comenzaron a brillar con varios colores, como si todas las estrellas del cielo hubieran donado una parte de su color para crear estrellas multicolores a sus pies. En los de todos menos en los de Dara.

"Llevad el nombre de Eterium con orgullo" les dijo sonriente. Sin darles tiempo a entender lo que estaba sucediendo, Dara Írime pronunció el que se cree que es su último conjuro, Andavías Estelar, un hechizo de transporte rápido que era el motivo principal de la superioridad de los elfos sobre las otras razas. Hubo un intenso destello y seguidamente los alumnos se encontraron solos en una esfera de luz. En unos minutos aparecieron en las afueras de una cueva, en un clima mucho más fresco y húmedo que en el que estaban. Habían cruzado medio Eterios en muy poco tiempo.

Al cabo de unos meses dieron con una aldea de humanos quienes le informaron de la masacre de Mejorav, de los híbridos entre elfos y humanos, de cómo se habían escapado. Para asegurarse de que algo similar no sucediera, los elfos ejecutaron a la mayoría de huérfanos de la Academia Eterium y del Ideario Jalom. Entre los ejecutados se encontraba una elfa cuyo nombre fue borrado de La Memoria. Con los años se confirmó que dicha elfa fue Dara Írime.

No sé si ella llegó a entender nunca el amor, pero ese día entendí que temía por nuestro futuro y que perdernos le traería dolor. Si algo me alegré, aunque más tarde, de aquel incidente es que aprendí dos cosas ese día: que los elfos no se contendrían ni ante niños, y que eran capaces de sentir miedo. Y miedo... me aseguraría de que sintieran mientras siguiera vivo.
— Extracto de "Crónicas de Merlín Eterium: El Estandarte de la Humanidad", por Luciano Escribano
Species
Conditions
Circumstances of Death
Desaparecido en combate
Children
Eyes
Verdes esmeralda
Hair
Castaño otoñal.
Skin Tone/Pigmentation
Blanco y delgado
Height
1.6m
Weight
52kg


Cover image: by Maxfield Parrish

Comments

Please Login in order to comment!