Favalas, señora de Avzazilo
General Summary
Impredecible, extraño, ilógico, el comportamiento de aquella cuadrilla que viajaba hacia el sur era sin duda desconcertante, las espadas espectaban ansiosas por seguir bebiendo pero la lengua seria la unica en deleitarse con el festín, no más tajos sin sentido, no más muertes sin honor, tanto por evitar si tan solo Zethlihiss hubiese prestado más atención a las señales a su alrededor, un error más agregado a su muy extensa lista de tropiezos, las palabras de su recién caído adversario quedaron adheridas a su mente como un parásito que drena la vida de se huésped, “todos somos hermanos” fueron sus últimas palabras, después de tantas risas ingenuas, quizá al final de todo, Rugen tenía razón, un espíritu de duda y de ira se ciñó sobre un desconcertado súbrido que no podía evitar combatir contra el enemigo más arábigo al que se puede enfrentar cualquiera: sus propios pensamientos.
La oportunidad era perfecta, pocas situaciones son tan favorables para dar rienda suelta para que el carboncillo baile libre sobre el papiro que con frecuencia se queda a medias y debe ser terminado con los vagos recuerdos de un enemigo formidable que hasta hace un par de segundos combatía valeroso para luego simplemente caer en un charco incesable de sus propios líquidos, ante el joven expedicionario yacía un rival arrodillado despojado de toda esperanza pero digno de ser recordado por todos como aquel que abrazó su destino y con orgullo acepto que es mejor ir a los brazos de la aulladora antes que quebrantar aquello para lo que has sido preparado, cada detalle debia quedar plasmado en aquel diario, sus brazos formados por múltiples y finas serpientes derrotadas con la cabeza baja que esperaban el tajo del verdugo eran casi tan negros como los tatuajes que ondulaban impecables por su frente hasta llegar a aquella figura semejante a la cabeza de una áspid que subía y bajaba en su pecho con cada respiración, y aunque gran fama tienen los súbridos por ser inescrudriñables a los ojos de los extranjeros, era casi imposible no mostrar una cara de desconcierto ante el extraño actuar de los invasores.
Una mano se extendio en son de ayuda, una mano que levanto a un contrario y le demostro las intenciones de aquellos que el creia enemigos, una mano que saco de la oscuridad el alma de ese enorme ser que salto hacia su muerte mientras intentaba huir con Rugen entre sus fauses, fue Abeloth que blandiendo su fe en el dios de los enanos hizo chocar el craneo fulminante contra el grito del destino para forjar nuevamente el hilo de la vida, misteriosas para todos eran las intenciones del clerigo que apoyado por Flek revivio a ese deformado ser con apariencia de sapo que ataco al grupo recientemente y habia muerto no hace menos de un minuto, solo regresar para volver a caer inconciente ante la garra rauda del agil felino.
El ahora “prisionero” del grupo no se molesto esta vez en ocultar la turbación de sus pensamientos, peculiar sin duda traer entre los muertos a una criatura que solo viviría por un par de ciclos, quizá dos con mucha suerte, de haberlo sabido, ¿habría Abeloth recurrido a la misericordia?, ¿o fue aún más piadoso el haber acabado prematuramente con su sufrimiento?, algo sabía el enano que sus colegas ignoraban, pero fue así como en una muestra de pacifismo, el sapo gigante fue despojado de las ataduras y saltó libremente una vez más por el frío bosque.
Lo que nunca antes había sucedido, se demandó, una nueva disyuntiva se postró sobre los hombros del prisionero que hablaba con tranquilidad con sus captores, era la primera vez que las presas se imponian con éxito ante la arremetida de su misión y ahora exigían audiencia ante aquel ser al que el y su caido colega clamaron con tanto fervor hasta en el último segundo de su existencia: Favalas, lo merecían, lo habían ganado y más importante aún, nadie nunca dijo que no estaba permitido, así fue como en el que otrora fue un rival ahora se convirtió en el guia del grupo hacia la tribu que servía de hogar para los subridos de esta zona ubicada mucho más al oeste de aquel frío bosque del que provienen Rugen y Zet.
Tomó menos de una vuelta al sol y una pequeña pausa para que Zak’anu, como se había identificado el nuevo compañero del grupo, los llevará hasta la tribu de Avzazilo, “el guardián que duerme” en la lengua de los subridos, un bosque común y corriente ante los ojos de cualquiera, dividido por un risco con una caída precedida por un delgado río de caudal violento, fue un constante sisear lo que advirtió sobre las muchas cuerdas que servían de conexión entre todas las zonas del bosque que era controlado en su totalidad por Subridos transformados en serpientes de tonalidades ocre, Zak’anu se hinco sobre sus rodillas solo para recibir la reprimenda de uno de sus superiores, la mitad inferior de esta criatura era conformada completamente por una larga cola de serpiente mientras que su tronco era semejante al de cualquier humanoide, en su pecho vigilante, se dibujaba el tatuaje de un ojo reptiliano que parecía juzgar los corazones de los aventureros, la situación era compleja, realmente nadie sabía qué hacer ante la llegada de los intrusos que pedían con insistencia hablar con Favalas en busca de información, solo ella podría juzgar si eran dignos de recibir lo que pedían.
De entre los árboles cayó con fuerza una figura enajenadora, el grupo que estaba atento a la conversación fue tomado por sorpresa ante la arremetida del enemigo encargado de arbitrar sobre las intenciones del quinteto, una serpiente gigante de colores vivos y brillantes embistió con su cola contra Flek que con gracia felina y algo de suerte logró esquivar el ataque repentino sin siquiera despeinarse los bigotes en el proceso, con una rapidez de reacción excepcional que lo caracteriza, Rugen siempre atento a las amenazas del entorno, con nervios de acero sin dejarse sorprender lideró la defensa evocando el poder de Nala para ordenar a los espíritus que vinieran en su ayuda y la de sus aliados haciendo mucho más claro el camino y plantando el mismo cara y defensa contra su rival, no le dio mucha oportunidad Flek a su enemigo de preparar un segundo ataque sin antes recibir una rápida estocada cargada con la magia que durante muchos eones los seguidores de Ázafhel han estudiado y perfeccionado, la muchedumbre estaba agitada, pero solo Zet’ podía entender el fulgor del pueblo animando en su contra, no había tiempo que perder prestando atención a las arengas, en cuestión de segundos el Subrido extranjero estuvo preparado flanqueando a su rival por la espalda con sus venas y ojos ennegrecidos por la mordedura de su arma, fue Abeloth el que sin duda se llevó la peor parte del combate, quizá no en heridas pues no no hay nada más impenetrable que la armadura de un enano que confía su vida a Kefhos, pero fueron varios los sobresaltos que se llevó culpa del coletazo penetrante que enfocó su atención en el más pequeño del grupo.
Todo esto ocurría mientras Halion , el joven expedicionario se trataba de incorporar a la escena después de extraviar su mente sentado en aquel risco mirando el paisaje ignorando por completo la conversación y a las cientas de serpientes que rodeaban al grupo, ¿quizá el recuerdo de una mujer?, más sorprendido que cualquiera por el ataque, el semielfo en un alarde de zeclón apuntó hacia la criatura y con una orden imponente de su voz lanzó dos proyectiles de energía impactando con éxito, en ese momento los espectadores titularon aquella maniobra casi al unísono, “ ¡Ha usado el fuego prohibido, el fuego prohibido!”
La serpiente enfoco sus ojos contra el bardo y de su boca brotaron serias acusaciones en el idioma local, Zethlihiss sin tiempo que perder en traducciones pero preocupado de una turba enfurecida advirtió a su buen compañero sin ahondar en detalles pues el tiempo debía ser usado por la muñeca ansiosa por apuñalar y desgarrar a su contrario. corto fue el combate como suelen serlo aquellos en los que una única criatura se enfrente al poder de los cinco, pero esta bien ninguno pudo llevarse el honor de dar el tajo final, porque tan digna como bella este ser al verse diezmado por el grupo, sin posibilidad alguna de vencer, lanzó su afilada cola hacia su cuello degollandose en el acto y cayendo derrotada contra el suelo, por fin hubo silencio, los espectadores se abalanzaron silenciosos hacia el cuerpo del caído levantandolo con respeto y transportandolo por la pendiente de la colina, Zak’anu que yacía arrodillado durante todo el combate pudo al fin respirar, la victoria de los aventureros significaba que no se había equivocado, él tenía derecho a vivir, y el grupo tenía derecho a ser escuchado.
Dignos, así fueron considerados y tratados por igual en Avzazilo, aquella criatura contra la que lucharon se trataba nada mas y nada menos que la misma Favalas, “la eterna”, la habían visto morir pero la promesa era clara, “dos ciclos y podrán hablar con ella” o eso decía aquel líder con el ojo en el pecho que los recibió, su nombre era At’nula y se encargó de acompañar al grupo durante este tiempo, guiando y mostrando toda la tribu y sus lugares principales donde se llevaban a cabo los rituales de conversión donde creaban a los hombres sapos y los orcos deformes a los que se enfrentaron al entrar al bosque, también responsabilidad de los T’elav, los guías espirituales de la tribu. Después de tanto caminar y tanto combatir por fin nuestros aventureros pudieron permitirse dos ciclos de relativa paz y tranquilidad, solo Halion decidió perturbar sus cortas vacaciones jugando de manera temeraria con su escoba voladora y sacrificando en el acto la piel de su frente que quedó estampada contra las rocas del río.
El plazo al final se cumplio y los invitados fueron llevados colina arriba hacia los aposentos de Favalas, su magnificencia en el combate apenas se comparaba con la elegancia que vestía en aquella reunión, pendientes de oro y ornamentos decoraban su figura haciéndola ver mucho mas imponente, la charla fue precedida por el fuerte aleteo de un gran cuervo de color azul metalico que se poso vigilante sobre el hombro de la gran señora de Avzazilo.
Pocas veces se tiene la oportunidad de estar en presencia de un ser tan antiguo y con tanto conocimiento por lo que es entendible que la curiosidad y las preocupaciones personales primen ante los intereses del grupo, no era de extrañar que ante tal posibilidad las preguntas en los corazones de cada uno salieran agitadas en busca de respuestas, Nala, el templo de los antiguos S’fie, los anatemas del este, fueron los temas que sirvieron de teloneros a la conversación que realmente importaba, la que había llevado a este grupo de personas a las recónditas tierras del sur, pero sin duda después de la respuesta que había recibido Abeloth al preguntar por su antigua tripulación que se había aventurado con menos suerte por estas tierras , este no podría perder el tiempo en charlas banales, su amigo, su camarada, su capitán estaba más cerca de lo que él esperaba, esos ojos brotados que saltaron con fuerza hacia Rugen en el bosque, que cayeron por su propio mazo tendidos y se levantaron por el poder de Kefhos, el gran sapo que volvió de entre los muertos, no era nada más y nada menos que el que en antaño zurco raudo sobre las olas del mar de los dioses merecedor de una despedida digna, de esta manera, el enano se dirigió colina abajo en busca de su viejo compañero para pasar los últimos minutos de vida a su lado.
Debe ser difícil recordar tantos pero tantos Luxantes de vida con lujo de detalles, memorias que datan de mucho antes de que muchos naciéramos y que se seguirán recolectando durante mucho tiempo después de que todos muramos, pedir un dato preciso se tornaría en algo seguro, abrumador, pero la sombra que se cernía sobre el límite sur del bosque era una preocupación tan reciente y tan real que no pudo ser contenida por Favalas, gotas de oscuridad semejantes a las vistas en la visión de hace un par de Luxantes cayeron del cielo derramando sobre las tropas de Fesshas del sur, muerte y destrucción, un indicio que no podía ser ignorado.