Querido diario
Siento que llevo una tiempo sin haberte escrito pero he estado muy liado, mis disculpas. Tras nuestra ultima conversación con Vivian me quedo muy claro una cosa: estoy harto de los secretos que nos guarda y de la naturaleza de nuestra misión, cada día nos pone más en peligro a mi y a mis amigos.
Así que me decidí a unirme a Luceiros, la única persona que ha sido sincera con nosotros a mi parecer.
Salí de la posada y me dirigí al gremio de las runas, antes hice una breve parada para alegar la vida a una pequeña niña que estaba pidiendo por la calle.
Con mi bolsa y mi alma más vacías llegue al gremio, alli pedí a Admaris poder hablar con el jefe, pero se encontraba fuera de la ciudad y no llegaría hasta pasado unos días... Vaya casualidad!
Admaris aun así se ofreció a ser mi guiá y tutor en el gremio, me obsequio con la Real Capa de las Runas, la cual me puse con orgullo, llevando sus colores. Admaris me pidió que mostrase mis habilidades y poderes así como mis conocimientos e intereses para colocarme en el trabajo mas adecuado, finalmente me presento a los escribas donde me dedicaría a transcribir libros y conjuros.
Pasaron los días en los cuales me dedique a mi tarea y entable relaciones cordiales con mis compañeros. Un día se me acerco Admaris; necesitaba ayudar con un una tarea: iban a invocar un elemental y alguien tenia que matarlo para así obtener el botín que soltase (lo llamaban “farmear”).
La batalla fue una masacre, se hubiese llenado la habitación de sangre si esa criatura sangrase pero no era mas que agua y energia. Mi dulce espada entraba y salia debilitando al elemental.
Al terminar la tarea y mientras limpiaba a Sangre Nocturna en mi reluciente capa, se me acerco el Gran Luceiros. Su porte y actitud serena me tranquilizo al instante, este ser si merece recibir mis respetos querido diario.
Mantuvimos una larga conversación donde le desvele nuestra misión y fue testigo del poder de las cadenas, me agradeció la honestidad con respuestas a todas mis preguntas. Lo dicho un Gran Hombre.