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Tempestiarii

TRADICIÓN de hechiceros ibéricos en la actualidad integrados dentro de la Casa Ex Miscellanea y que, como su nombre indica, están especializados en la invocación y control de tormentas y violentos fenómenos climatológios.

Historia

Antes de la llegada de la Orden de Hermes a Iberia, antes incluso de su creación y antes aun de la romanización de Spania, existió en los confines septentrionales de Iberia un grupo de hechiceros temidos y odiados por igual por los lugareños. Eran descendientes de los antiguos adoradores del dios del trueno y la tormenta, que en las regiones de Galicia y Asturias era conocido como Nuberu (emparejado con el céltico Taranis, el romano Júpiter o el germano Wotan), y por eso estos brujos eran llamados originalmente núberos, aunque no hay que confundirlos con las criaturas sobrenaturales de características similares. Se trataba de figuras inquietantes y misteriosas, que de vez en cuando aparecían inesperadamente en la vida de los habitantes de esas regiones, con mensajes crípticos y peticiones extrañas, solo para desaparecer luego de forma igual de rápida. Su llegada solía estar marcada por fuertes tormentas y lluvias, y por eso, cuando los romanos llegaron al norte de la Península, comenzaron a llamarlos por el término con el que los conocería la Orden de Hermes: tempestiarii o tempestiarios.
Los tempestiarios vivían en toda la zona de la cornisa cantábrica, y el pueblo llano les atribuía extraños poderes, todos ellos relacionados con las tormentas: se decía que podían convocar lluvias torrenciales, granizos y nevadas, pero había quien relataba hazañas aún más increíbles, como que podían adivinar el futuro con solo mirar los rayos que caían del cielo, o incluso cabalgar las tormentas para viajar a grandes velocidades de un lugar a otro. Los romanos, que respetaban a cualquier hechicero capaz de ver presagios o augurios en los elementos de la naturaleza, tuvieron una relación ambivalente con los tempestiarios, enfrentándose a ellos (y ejecutándolos) cuando ofrecían resistencia, pero llegando a recurrir a sus servicios para conocer el destino de sus batallas. Con la caída del Imperio romano, los hechiceros siguieron existiendo y, a día de hoy, siguen estando presentes, en especial en las zonas más rurales de la región.

La llegada de la Orden de Hermes

La llegada de la Orden de Hermes supuso un cambio radical para los tempestiarios. Los primeros Flambeau, y en especial Grimoald Niger, convirtieron a los antiguos sacerdotes en uno de sus principales objetivos durante su expansión por el norte peninsular. Sin embargo, los tempestiarios mostraron una formidable oposición a la Orden, presentando una resistencia organizada y con una fuerte ayuda del propio pueblo rural al que tanto temor infundían. No fueron pocos los Flambeau que cayeron abatidos por sus rayos en los duelos entre ambas tradiciones.
Durante mucho tiempo, los tempestiarios fueron una espina en el costado de la Orden, que intentó incluso la diplomacia para someter a un enemigo que se mostraba inflexible. Algunos registros hablan de la presencia de tempestiarios en las reuniones realizadas en la desaparecida alianza de Lucis, y de cómo tal vez podrían haber entrado a formar parte de la Orden. Sin embargo, las negociaciones se complicaron y en el 792 los tempestiarios presentaron una serie de exigencias que resultaban inaceptables para la Orden, desvaneciendo cualquier posibilidad de alianza.
Los Flambeau de Brigantia tomaron cartas en el asunto y decidieron acabar de una vez por todas con los hechiceros de las tormentas. Prepararon un gran ataque conjunto contra sus principales focos de poder, pero, sorprendentemente, los tempestiarios estaban preparados. Aunque hay quien acusó a la maga Tancoystl de Diedne de prevenirles al respecto (lo que por otra parte nunca pudo ser demostrado), los núberos plantaron cara durante meses a los Flambeau en un enfrentamiento que asoló regiones enteras. Cuando el conflicto amenazaba con trasladarse al plano mundano, en el 794, se decidió atacar el principal santuario de los tempestiarios, que también era la fuente de vis más importante del norte de Iberia: una playa de la costa occidental de Asturias. Casi todos los magi peninsulares participaron en un ataque brutal que arrasó la playa. Despojados de una de sus grandes fuentes de poder, la gran mayoría de los tempestiarios prefirieron seguir luchando hasta la muerte antes que unirse a la Orden, y solo unos pocos aceptaron convertirse para unirse a las filas de Duresca.

El linaje superviviente y la Ordo Miscellanea

Sin embargo, esos pocos tempestiarios siempre fueron mirados con malos ojos por muchos magi de la Orden, y más de uno murió en algún incidente durante esos años convulsos. Para cuando terminó la guerra contra la Araña, y Pralix regresó de Britania a la cabeza de la Ordo Miscellanea, solo quedaban dos tempestiarios en Duresca, Nicero y su joven aprendiza Aria, quienes no dudaron en unirse a la nueva Orden, que en el 817 se convertiría en la decimotercera Casa hermética. Por desgracia, para entonces muchos de sus misterios interiores se habían perdido, y aquellos dos magi solo pudieron transmitir a los siguientes miembros del linaje los conocimientos que poseían: la invocación y el control reducido de las tormentas y otros fenómenos atmosféricos. Aunque nunca se han encontrado documentos sobre el resto de misterios, puesto que la de los núberos era una tradición de transmisión eminentemente oral, aún hay hoy en día quien intenta recuperar esos conocimientos perdidos para expandir las capacidades del linaje de los tempestiarii.

Los tempestiarios en la actualidad

Desde entonces hasta hoy, los tempestiarios no han dejado de ser un linaje muy menor en la Casa Ex Miscellanea, y únicamente existen en la Península. Suelen pasar desapercibidos, con contadas excepciones (como fue el caso de Aria Ex Miscellanea, quien convocó una granizada en pleno verano en Oviedo a finales del siglo XI), y apenas alcanzan la decena de miembros. Pese a los siglos transcurridos desde su tumultuosa inclusión en la Orden, hay quienes no han olvidado que sus ancestros derramaron mucha sangre hermética. Tampoco contribuye a mejorar su fama la extraña propensión de los tempestiarios a perder el control de su magia de forma impredecible (incluso algunos invocan un granizo con pelos de cabra, representado con un posible defecto de Efectos Secundarios). Por eso hay, sobre todo entre los Flambeau, quienes sienten una sempiterna animadversión hacia ellos. Buena parte de los tempestiarios viven en alianzas del reino de León, donde se sienten protegidos por magi afines que han convivido con ellos durante muchos años. No viajan demasiado fuera de esas regiones, y encontrarse a un tempestiario en el sur de la Península, o en algún otro lugar de Europa, es bastante inusual, y por lo general significa que está sumido en alguna investigación importante que le ha llevado a abandonar su entorno habitual.
Tal vez a causa de esa animadversión que despiertan, los tempestiarios suelen mantener un perfil bastante bajo a todos los niveles: casi nunca participan activamente en la política del Tribunal y, aunque defenderán la Orden si es necesario, solo lo harán en caso de última instancia. En más de una ocasión se les ha acusado de negar su ayuda a otros magi en algún conflicto, lo que no ha hecho más que reforzar ese estigma que aún conservan; no son pocos quienes creen que algún día traicionarán a la Orden. En solitario no resultarían una amenaza por su escaso número, pero si se descubrieran los contactos que mantienen con otras tradiciones menores de carácter similar en otras zonas de Europa, sin duda la Orden se tomaría ese peligro mucho más en serio.

Cultura

Los pocos tempestiarios que existen hoy en día tratan de mantener vivas las tradiciones que han heredado de los núberos de la antigüedad. Aunque sus conocimientos y poderes son bastante limitados en comparación con los de aquellos, se sienten los herederos legítimos de una tradición que es su responsabilidad mantener viva. Por eso, son muy celosos de esos conocimientos, que transmiten de maestro a aprendiz en ceremonias privadas de las que nadie sabe nada; otro motivo que potencia las sospechas de los más suspicaces. Es habitual que, además del nombramiento oficial de un magus dentro de la Orden, los tempestiarios lleven a cabo un ritual de iniciación de un aprendiz en el que le revelan los secretos exteriores de la tradición. Ese ritual suele celebrarse en una playa de la costa occidental de Asturias, un lugar que aún hoy en día es rehuido por los mundanos, y del que se cuentan todo tipo de extrañas historias, consecuencia sin duda del ataque realizado hace siglos por los magi herméticos. Sin embargo, los tempestiarios conocen bien el lugar y, si hay que hacer caso a las malas lenguas, saben de una o más regiones donde su magia ancestral sigue activa, y es precisamente allí donde se realizan esas iniciaciones.
Aunque casi nadie en la Orden lo sabe, los tempestiarios mantienen una comunicación constante y estable con otras tradiciones de características similares dispersas por Europa, como las brujas del clima de Germania y las tierras sajonas, o el linaje de Muj (del que descendía Myanar), ambos dentro de la Orden de Hermes, o algunos hechiceros transilvanos en los lejanos Cárpatos. Se dice, incluso, que en ocasiones ha habido cónclaves a los que asistían los líderes de estas diferentes tradiciones, aunque solo ellos saben qué temas se han tratado allí.
Tipo
Religious, Cult
Nombres alternativos
Núberos, tempestiarios
Gentilicio
Tempestiario
Localización
Etnias relacionadas


Cover image: by Montedemo

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