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Vascones

Los vascones son el pueblo antiguo de la Península Hispánica que lleva habitando las tierras al Sur del tercio occidental de los Pirineos hasta la ribera norte del río Ebro desde tiempo inmemorial. El territorio que ocupan se viene denominando de esta manera, Wasconia si bien los límites de esta ha ido cambiando según la extensión del mundo cultural de los wascones.   Han pervivido culturalmente durante tantos siglos hasta ahora gracias a una astuta docilidad en su momento al poder de Roma, lo que les garantizó la supervivencia como grupo étnico único vinculado a su territorio original -y consiguiendo expandirse más allá de él gracias al abandono o despoblación de los territorios limítrofes que sí opusieron feroz resistencia al invasor romano. Por otra parte, la dificultad del territorio norte de la Wasconia, el Saltus Vasconum y su poco interés económico para el Imperio -más allá de ganado o soldados- llevó que allí la romanización fuera muy leve y que tras la caída del poder poder romano, el indigenismo resurgiera con fuerza hasta nuestros días, jugando como el elemento bisagra entre visigodos (y árabes) al sur y aquitanos y francos al norte, que les ha permitido mantener sus fuertes rasgos de identidad culturales hasta nuestros días.

Los Vascones ahora

Las ciudades

Los núcleos urbanos de esta época no son más que conglomerados de viviendas rurales, de alrededor de 50 fuegos como máximo. Estas agrupaciones de casas se encuentran en torno a la casa-torre castillo de un Aide nagusiak, o (particularmente en Navarra) alrededor de un monasterio. Aparte de ellos, en las zonas que aún mantienen una estructura tribal persisten las uri, las aldeas primitivas.   Esta situación inmovilista está cambiando con el progresivo auge que toma la peregrinación a Santiago de Compostela. Las diferentes comunidades, sobre todo las del Reino de Navarra y las del Condado de Álava, que están en la ruta jacobea, tienen la oportunidad de vender los excedentes a los peregrinos, siempre necesitados de todo. Así han surgido los primeros centros urbanos, alrededor de mercados de intercambio, que pagan fuertes impuestos al rey o señor, quien a cambio, les concede ciertos privilegios en las llamadas "Cartas" o fueros de población (que no hay que confundir con los fueros rurales, o de señorío). Los fueros vascos más antiguos son los de Estella (1090) y Puente de la Reina (1132).   Durante los siglos XI y XII estas primeras ciudades han estado siendo ocupadas por extranjeros, "francos", gentes del norte, que han decidido quedarse en vez de continuar la ruta. Pero la situación está empezando a cambiar. Los campesinos empiezan a huir de las aldeas señoriales a las villas urbanas, donde la vida es más fácil y pueden ser propietarios, pese a los impuestos que hay que pagar. La nobleza se opone a esta migración, que les quita fuerza de trabajo, e intenta retener al campesino en su tierra. Por otro lado, el rey apoya a las ciudades, ya que le proporcionan más ingresos que los señores feudales. Evidentemente, estos pronto harán algo más que protestar. Vitoria, que será fundada por Sancho el Sabio en 1181, deberá enfrentarse pocos años después a la casa de los Abedaño, a los que derrotará de tal manera que dicha familia deberá emigrar a Vizcaya.   El proceso de urbanización del territorio vasco proseguirá durante todo el siglo XII y XIII, ya sea para fundar centros mercantiles o núcleos defensivos, con guarniciones permanentes que protejan la frontera: Durango se ha fundado en 1150, San Sebastián lo hará en 1180, Valmaseda en 1199, Fuenterrabía en 1203, Motrico y Guetaria en 1204, Orduña en 1229, Zarauz en 1233, Bermeo en 1236, Bilbao en 1300, Portugalete y Marquina en 1355 y Guernika en 1366.

El mundo rural

Los campesinos viven en aldeas agrupadas entorno al jauregui (torre, casa del señor) y cultivan la tierra comunal (auzobasso). Una parte de la cosecha, por supuesto, es para el pariente mayor... Sin embargo, las tierras realmente fértiles escasean, y las cosechas suelen ser escasas. En los campos se encuentran manzanos, viñas, y sobre todo, mijo (arto) con el que se fabrica el pan para los pobres. La escasez de cereales provoca frecuentes hambrunas. La poca producción agrícola da más importancia a la ganadería. Los pastores llevan los rebaños a tierras comunales llamadas parzonerías, y viven en pequeños edificios de piedra (kortak) en los mismos pastos para mejor vigilar el ganado.   Sin embargo, la verdadera riquza de la tierra euskaldune está en las minas de hierro. Al igual que en el caso de los cultivos, en un principio las minas eran explotadas por comunidades de aldeanos-mineros. Los Aide nagusiak empezaron a cobrar tributos por el mineral extraído en sus tierras y por el derecho de paso por las mismas, para finalmente quedarse con la propiedad de las minas.   Hasta el siglo XV el mineral se exportará en bruto, hasta que a finales de la Edad Media los ferrones se hagan un hueco en la sociedad, aunque es de destacar el importante centro ferrero de Vitoria.   Para variar, la ferrería será también propiedad del pariente mayor, que la explota directamente o la arrienda. La obtención del hierro y su transformación en acero sentará las bases para la industria de la fabricación de armas: lanzas y paveses hasta el siglo XV, espadas, puñales y dagas hasta el siglo XVI.

El feudalismo tribal

El feudalismo vasco no se basa en una relación de vasallaje, como en el resto de Europa, sino en un concepto tribal de familia extensa. Las tierras del señor feudal vasco son las tierras de su linaje, de su casa, pero a ese linaje pertenecen todos, tanto soldados como los campesinos. El señor feudal es el jefe del clan, el "padre" de la gran familia. Por ello se le llama Aide nagusiak que aunque se traduce como "pariente mayor" podría también traducirse (incluso más literalmente) como "pariente amo". Este liderazgo se transmite de padres a hijos, y la herencia incluye la casa fortificada (jauregui) donde tendrá que residir, y alrededor de la cual están las casas de sus parientes menores, los campesinos. Incluye las tierras, los rebaños, las ferrerías para fundir el hierro y los molinos para moler el grano. También el derecho moral sobre sus parientes, (que han de pedirle permiso, entre otras cosas, para casarse) y el derecho a dirimir los pleitos entre ellos (es decir, a administrar justicia), así como dar o negar la autorización para que lleven armas. Siendo señor de todo, a él se le entrega todo, incluso los diezmos de la iglesia, que él luego cede a ésta en su totalidad (o en parte, si lo cree necesario). Esto creará un conflicto entre la nobleza y el clero, en especial en Vizcaya y Guipúzcua, donde los sacerdotes llegan a ser independientes de la jurisdicción episcopal, y no tienen poderes territoriales feudales, como en el caso de los monasterios navarros.   De hecho, en según que zonas y épocas el alto clero y sus representantes estaban algo más que mal vistos, y era costumbre impedir la entrada a los obispos a las villas o el paso por las tierras, y cuando no fue posible esto, a quemar y tirar al mar la tierra por donde han pasado. Esto explica la tardía implantación episcopal en las tierras vasconas.

Las luchas banderizas

Un aide nagusia suele pertenecer a un linaje colateral de otro, al que a su vez debe obediencia, por ser superior en la jerarquía de su linaje. Varios linajes o casas, emparentados entre sí por matrimonio o pactos de ayuda militar (que reciben el nombre de "treguas"), forman un bando. Por eso se llama a los conflictos feudales vascos "luchas banderizas".   Se puede dar a las luchas banderizas un motivo económico: estos señores feudales rurales vascos tienen unas rentas extremadamente bajas, así que la tentación de ir a saquear las tierras del vecino, y sobre todo, robarle el ganado, es muy fuerte. Evidentemente, esto no será la razón oficial y los implicados dirán que es simplemente ver quién vale más en la tierra. Sea como fuere, parece ser que cualquier motivo es bueno para disputar: en Vizcaya, la casa de Mendoza peleará durante generaciones con la de Mendivil debido a que éstos raptaron a la hija de uno de aquellos. Otros motivos pueden ser aún más nimios: perseguir un jabalí etrando en las tierras de otro, construir una casa en un límite territorial no demasiado claro, a veces hablar más de la cuenta o sin pensar...   El procedimiento de estas luchas es siempre el mismo: reunirse un grupo de gente más o menos grande, invadir el territorio del bando rival, quemar sus cultivos, robar sus ganados, destruir sus molinos y ferrerías, y sobre todo echar abajo todos los jaureguiak posibles, ya que es el símbolo del poder del Aide nagusiak. Evidentemente, si entre una correría y su correspondiente represalia un grupo de miembros de un bando se topa con otros de otro... habrá combate seguro.   Las víctimas inocentes de las luchas banderizas están siendo las aldeas tribales, no suscritas a ningún Aide nagusiak que acabarán desapareciendo absorvidas por esta vorágine de conflictos y pendencias.

Ezkerras contra Velas

El principal conflicto de rivalidad entre nobles que agrupan en torno a sí a los aide nagusia de toda la Vasconia tiene a dos poderosos linajes como protagonistas, los Díaz de Haro (antes llamados Ezkerra) de míticos antepasados y antiguos señores de Vizcaya -legitimados por descender de los señores legendarios de la provincia. Este poderoso linaje de la Nueva Vasconia ha jugado a bascular entre los Reinos de Navarra y Castilla para mantener su independencia, y ha pagado caro por ello. En un momento de debilidad castellano, Sancho VI de Navarra atacó y conquistó el Señorío de Vizcaya otorgándolo a la más fiable dinastía de los Vela que ahora son Condes de Álava y Guipúzcua, Vizcondes de Baztán, Señores de Vizcaya y dueños de media Rioja, en continua disputa con los Díaz de Haro, que cuentan con el apoyo de muchos aide nagusia de Vizcaya que no aceptan al Señor de Vizcaya impuesto por el Rey de Navarra contrariamente a sus fueros.   A pesar de su gran fuerza, la posición de la familia Vela es muy precaria en Vizcaya y los aide nagusia vizcaínos esperan el momento en el que alzarse contra los Vela y restituir a los legítimos Ezkerra, probablemente con el apoyo castellano. De hecho, la rivalidad entre los Díaz de Haro y los Vela tiene sus extensiones en el conflicto castellano entre los Castro y los Lara, siendo los Díaz de Haro, con fuertes intereses en Castilla, aliados de los Lara, y los Vela con posesiones en León, aliados de los Castro y del monarca leonés.   En esta enemistad estará el germen de las futuras guerras de banderizos del siglo XIV entre los Gamboinos (o Guevara, descendientes de los Vela) y los Mendoza, descendientes de los Díaz de Haro, que volverán a aglutinar en dos frentes a los aide nagusiak de toda la Vasconia.

Culture

Grupos lingüísticos y dialectos importantes

Romance y euskera

Seis siglos de presencia romana en Navarra dejaron a los vascones, entre otras cosas, un nuevo idioma, el Latín. Las clases superiores de los vascones aprendieron y esta lengua se habló y escribió en las ciudades romanas de territorio vascón: Pompaelo, Andelos, Graccurris, Cascantum, etc. En el sur y suroeste de Navarra, donde, como hemos dicho, ya antes de la conquista romana se habían adoptado lenguas celtas, estas desaparecieron y la romanización fue total. También lo fue en la comarca de Sangüesa (Sangüesa, Liédena, Yesa, Javier, Peña), aunque aquí la romanización parece haber sido más tardía (s. V). En el resto del territorio, aunque en las ciudades se habló latín, se mantuvo en mayor o menor grado la antigua lengua, muy influenciada por el contacto con la cultura latina, que era muy superior, en conjunto, a la indígena.
El wascón contiene gran cantidad de palabras latinas tomadas como préstamo en los primeros siglos de contacto con la latinidad. Muchas de estas son muy antiguas en la lengua: términos como bake, “paz” (del acusativo latino pacem), por ejemplo, reflejan una pronunciación latina arcaica (con pronunciación oclusiva de ce) que no puede ser posterior al s. I d.C., y lo mismo palabras como neke “cansancio”, de necem “matanza”; merke “barato”, de mercem (acusativo de merx lege “ley”, de legem; errege “rey”, de regem; erregina “reina”, de reginam, etc.   Del latín importado por los romanos surgió el romance Navarro, una lengua románica muy parecida al Aragonés y no muy alejada tampoco del Castellano. Cuando los documentos han dejado de escribirse en latín, han empezado a escribirse en este romance, ya que el wascón carece de tradición escrita.

Costumbres funerarias y de homenaje

Preparativos
Cuando en una casa alguien está agonizando es costumbre avisar al vecino que viva en la primera casas por la derecha en dirección a la iglesia. Este vecino debe encargarse de realizar determinados ritos, algunos de ellos prácticos, como avisar al cura y el médico, otros de carácter pagano, como levantar una de las tejas de la techumbre para permitir que el alma abandone el cuerpo. Tras la muerte, ese mismo vecino debe dar la noticia a los animales del difunto, sin olvidarse de las abejas, animándolas así a producir más cera para las velas del velatorio.
El trasporte del difunto
El cadáver tiene que ser llevado a la Iglesia (donde se hará el funeral) por un camino especial, llamado elizabide (de difuntos) o gorputzbide (de cadáveres). Trae mala suerte usar este camino en cualquier otra circunstancia. Por otra parte, es más largo que los caminos normales y suele estar en muy mal estado, así que las gentes que dicen no ser supersticiosas tienen buenas excusas para no frecuentarlo. El colchón del difunto (normalmente un saco relleno de paja) se quema en el primer cruce que se encuentre en dirección al camino de los difuntos, pronunciando una oración. Así todos los que vayan por allí, encontrándose los restos de la hoguera, sabrán que ha muerto alguien en la casa vecina, y rezarán una oración por su alma.
La inhumación
Los enterramientos de adultos se realizan en el interior de la iglesia. Cada familia tiene su espaci, llamado yarieku, donde se cava la fosa común de la familia. Sobre ella se encuentra el jarleku, asiento de piedra que ocupa la "señora de la casa" (Etxekoandre). Los recién nacidos que mueran sin bautizar han de ser enterrados bajo el alero (baratz) de la casa o (en Álava, Liginaga, Uharte, Kortezubi, Aretxabaleta y Sara) en la huerta.   Los forasteros son enterrados (con bastante menos ceremonia) en el patio o prado trasero de la iglesia.
Festín fúnebre
Tras los funerales, los parientes y amigos de la familia (si el pueblo es pequeño, todos sus habitantes) se reúnen en la casa del difunto. Se sirve comida y bebida y un pariente o amigo del muerto habla de él, ensalzando sus virtudes y disculpándole sus defectos. Es costumbre que la reunión se vaya haciendo más distendida a medida que se van consumiendo los barriles de vino y que finalmente termine entre bromas y risas, contando anécdotas divertidas del difunto.   Es creencia popular que el alma del muerto asiste a esta celebración para despedirse de los suyos, y si le ha quedado algo por decir o hacer se lo comunica a los suyos (mediante luces, sombras, ruidos, aunque muy pocas veces como Itzugarri). Evidentemente, trae muy mala suerte no cumplir la petición de una de estas apariciones.   En ocasiones, cuando un alma no ha sido lo bastante buena como para ir al Cielo ni lo bastante mala como para acabar en el Infierno, queda retenido en la tierra, junto a los suyos, a la espera de que muera allí un alma pura que le enseñe el camino del Paraíso.
Ofrendas a los difuntos
Tras la misa de difuntos, la señora de la casa deja una argizaiola (tabla de cera) encendida sobre el jarleku antes de salir de la iglesia, pues la luz es la mejor ofrenda que se le puede dar al difunto que ahora está en el mundo de la oscuridad. Así que se colocan candelas o velas (exkozigor) sobre la argizaiola que representa una figura humana. Normalmente es una representación bastante tosca, pero en ocasiones son verdaderas obras de arte, profusamente labradas. Otras ofrendas, realizadas siempre por mujeres, son unos panes especiales llamados olatak. En ciertos lugares los hacen con una forma especial, normalmente con tres o cuatro puntas. En Liginaga (Zuberoa) es creencia firme que esos panes pierden su poder alimenticio pues su esencia se la comen los muertos. A ese propósito dicen en Aretxabaleta que tras la misa los olatak pesan menos. En varios pueblos de Navarra, como Bera y Lekaroz las ofrenas también podían ser de carne, y en Guipúzcoa es costumbre poner un animal (un carnero o un buen) atado frente al pórtico de la iglesia. En el caso de que la etxeoandre no pueda realizar las ofrendas, cederá el puesto a otra mujer de la familia. Y si ninguna mujer, por la razón que sea, está disponible se encargará de ello la anderesrora, mujer encargada de desempeñar esa función en la iglesia parroquial. Normalmente, la andereserora no es otra que la serorak (el ama de llaves del cura). Hay que tener en cuenta que en casa del sacerdote, ella es indiscutiblemente la "señora de la casa" (en demasiadas ocasiones, en el sentido literal, ya que suelen ser sus barraganas o mancebas). Por ello no es de extrañar que en muchas aldeas rurales cultos cristianos y tradicionales se den la mano y que muchas serorak y bastantes sacerdotes rurales acaben siendo acusados de brujería o idolatría. Los hombres solo hacen ofrendas a los difuntos en una ocasión: cuando una pareja se casa, llevan alguna ofrenda al jarleku. Así el nuevo miembro de la familia es presentado a los muertos. Si se cumplen estos rituales, las almas de los difuntos escapan por las noches del mundo subterráneo, por simas o cavernas, para volver a sus antiguos hogares y velar por su familia. Así que en caso de extrema necesidad, la etxekoandre, auéntica sacerdotisa de este especial culto a los muertos, no vacilará en invocar su ayuda.

Ideals

Ideales de género

Sociedad matriarcal

Los primitivos vascones mantenían una sociedad matriarcal, basada en el matrimonio por grupos: conjuntos de hombres y de mujeres se unían entre sí en determinadas festividades. Ante la imposibilidad de saber quién era el padre, el linaje se mantenía siempre por línea materna. Los hijos de las hermanas se consideraban hermanos entre sí, y los tíos maternos (los hermanos de las madres) eran a su vez, los padres. Los miembros de un mismo linaje o clan (los "hermanos" y "padres") no podían unirse con sus "hermanas" y "madres", evitando el debilitamiento racial de la consanguineidad. La pervivencia de estos ritos de fertilidad a través de los siglos daría origen a las supuestas orgías de los aquelarres, y por otro lado, explica la gran importancia de la mujer (la Etxekoandre, la señora de la casa) en la sociedad vasca.   La influencia romana y el cristianismo irán atenuando este matriarcado, pero especialmente quedará roto tras la militarización de la sociedad y la aparición de líderes guerreros buruzagi que comandan a la tribu en las acciones de pillaje y expansión para ampliar o abastecer el territorio del Saltus Vasconum cercado por los Visigodos. Estos hombres irán adquiriendo una mayor preponderancia y se apoyarán en la nueva religión, el Cristianismo, para afianzar y legitimizar su poder y la trasmisión de la herencia por vía paterna.   Así, en la actualidad, encontramos a estos señores de la guerra asentados en una sociedad tribal-feudal donde el jefe clánico, el pariente mayor o aide nagusiak ostenta el poder de la comunidad y marca el linaje.   No obstante la sociedad vascona actual sigue definiéndose por el destacado papel de la mujer, especialmente en la casa, donde la matrona es la dueña y señora y autoridad última, la Etxekoandre, árbitro de la vida familiar, gestora de la economía doméstica y guía espiritual, responsable tanto de la realización de las ceremonias religiosas privadas, como de la realización de rituales, bendiciones y protección del hogar frente a los malos espíritus, aun vivos en las creencias de los vascones cristianos.

Orígenes míticos

Dicen los cronistas más eruditos que los vascos descienden de Túbal hijo de Jafet y nieto de Noé, que fundó personalmente los fueros por los que se rigen, basados en el derecho natural originario previo a la corrupción de los hombres. Según él, los vascos son todos nobles por enlazar directamente con los cántabros, pobladores primeros de la península, y no haber recibido jamás sujeción política.   Otra tradición habla de un patriarca mítico, llamado Aitor que a la manera de Moisés guió a los primitivos vascos a través de Europa hasta la tierra prometida de Euskadi. Algunas fuentes compaginan ambas leyendas haciendo a Aitor hijo de Túbal , heredando de este los derechos naturales de Euskadi.  

Descripción de Estrabón

Estos montañeses llevan todos una vida sobria, solo beben agua, duermen en el suelo y llevan el pelo suelto en melena, como las mujeres, aunque antes de trabar combate se ciñen la frente con una cinta. Comen mayormente carne de cabra y sacrifican a Ares machos cabríos, así como prisioneros y caballos. Hacen también hecatombes de todo tipo de víctimas, al modo de los griegos, como dice Píndaro: De cada especie matar ciento. También organizan competiciones para tropas ligeras, hoplitas y caballería, en las que practican el pugilato, el combate con jabalina y el combate en formación. Durante dos tercios del año se alimentan de bellotas, que dejan secar, muelen y con su harina hacen un pan que se conserva mucho tiempo. También beben cerveza, pero les falta vino, y el poco que consiguen se lo beben enseguida en banquetes entre parientes. Usan mantequilla en vez de aceite. Comen sentados en unos bancos de obra que hacen corridos por las paredes de la habitación, y se sientan allí ordenados según su edad y su rango. Se pasan de mano en mano la comida y, empezando a beber, los hombres bailan al son de flautas y trompetas, a veces haciendo coros y a veces saltando y cayendo de rodillas. En ocasiones, las mujeres participan con los hombres en estos bailes. Los hombres se visten de negro, con unos mantos bastos que les sirven también de manta para dormir sobre lechos de paja. Como los celtas, usan vasijas de cerámica. Las mujeres, en cambio, van siempre vestidas con abrigos y sayas multicolores. En vez de moneda, al menos los que viven en las zonas más remotas, usan el trueque o, si no, unas laminillas de plata recortadas. A los condenados a muerte los tiran por un precipicio y lapidan a los parricidas, pero lejos de las montañas o los ríos. Sus bodas se parecen a las de los griegos. Exponen a los enfermos en la calle, como hacían los antiguos egipcios, para que algún viandante que hubiera padecido la misma enfermedad les diga cómo curarla.[…] Así viven los pueblos montañeses, es decir, los que habitan la costa norte de Iberia, a saber, calaicos, astures y cántabros hasta los vascones y el Pirineo, que todos viven de la misma manera.

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