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Vieja Religión de los Vascones

Los Vascones son el pueblo vivo más antiguo de Europa Mítica y sus creencias paganas, aún vivas a pesar de la implantación del Cristianismo, hunden sus raíces en la más primigenia de las religiones: la de la adoración de la Madre Tierra.   Los Vascones son un pueblo eminentemente práctico aún en su ferviente espiritualidad. Adoran aquello que ven y sienten, aquello que se manifiesta ante ellos. Y la manifestación más clara es la de la propia naturaleza viva que se muestra en toda su grandeza y poderío en el Saltus Vasconum, donde de poco sirven las oraciones a dioses invisibles y abstractos venidos de tierras lejanas.   Para los vascones todo proviene de la Tierra, vive y muere en la tierra. Los humanos llevan sus tristes vidas en el mundo superficial, pobre emanación de las riquezas y maravillas que alberga el Mundo Subterráneo, donde moran tanto los muertos como los dioses. Incluso el Sol y la Luna viven bajo la Tierra, alzándose por el frío cielo en una eterna persecución diaria, hasta terminar su periplo en los Mares Rojos, por donde entran de nuevo en el Mundo Subterráneo; y el propio cielo no es sino un espacio vacío y limitado: la fría corteza que cierra la existencia entorno a la Tierra.

Estructura

Prohibida, condenada y dispersa, la vieja religión de los vascones sobrevive en los entornos rurales, trasmitida por la tradición oral de sus leyendas y mitos, y por el saber ancestral que las sorguiñas atesoran. No existe, por lo tanto, una organización y jerarquización. Las sorgiñas se reúnen en las determinadas cuevas mágicas donde para llevar a cabo sus ritos y celebraciones en honor de Akerbelz o de Mari. Cada congregación es independiente, aunque suele mantener lazos con sus vecinas. Algunas congregaciones, ya sea por el número de fieles que aún mantienen (Zugarramurdi) o por la cercanía a los grandes nodos de poder (Durango) tienen un mayor prestigio o preeminencia frente a otras.

Mitología e historias

En tiempos paganos, anteriores a la llegada de los primeros cristianos, el sol (Eguzki, ekhi, iuski...) era considerado una deidad femenina, de gran importancia por su poderío frente a las criaturas de la noche. Contra lo que se pueda suponer, la luna (Illargi, ilazki, iretargi...) también era una divinidad femenina y bondadosa, en muchos lugares considerada con todos los respetos como una especie de abuela. Se creía que influía, mediante las fases lunares, en la vegetación, marcando los momentos propicios para la siembra o la poda. Además tenía la importantísima función de alumbrar por las noches el alma de los muertos que buscaban su camino hacia el más allá.   El cielo (Urtzi, ortz, ostri...) es considerado una divinidad masculina, no tan benigno, pues co él están asociados los fenómenos atmosféricos de la tormenta, el trueno y el rayo. Su furioso hermano menor, Eate, representa al fuego y al viento por igual.   El sol y la luna son hijas de Iur (o Lur), la tierra, fuente de vida, a la que, según la creencia, volvían tras sus recorridos diario y nocturno, respectivamente... En concreto, al ponerse, se introducían en los "mares rojos" (txasgorrieta) para descansar en el mundo subterráneo. Este trío de diosas es la proyección de la Triple Diosa en el mundo vascón.   Y es que los antiguos vascones creían que en el interior de Iur había otro mundo, el Mundo Subterráneo, semejante a la superficie, con comarcas inmensas recorridas por ríos de leche, comunicado con el exterior mediante pozos, simas y cavernas. Por allí salían, a veces, las criaturas del mundo subterráneo, y por allí se meten los humanos empujados por la codicia, el poco seso o simplemente la desesperación. A estas regiones lleva Erio , la muerte, las almas de los muertos (gerixeti).   El saber popular euskaldune distingue entre estos dos mundos: el humano de la superficie, del día, lógico y tangible, al que llamaban Berezko, y el mundo de la noche, la locura, la fantasía, la magia y las criaturas legendarias, al que llamaban Aldetikako.   También la sabiduría popular dice que ciertas enfermedades hay que tratarlas con remedios naturales, porque son de este mundo, y otras solamente sanan mediante la magia, el conjunto o la plegaria, pues son culpa de una maldición, hechizo, o la malicia de seres malignos como Aideko, espíritu responsable de toas las enfermedades, especialmente de aquellas cuyas causas se desconocen.   No hay tradiciones que cuenten quién ni cómo se hizo el pacto que las criaturas del submundo recordaron mucho tiempo después que lo olvidasen los hombres: el día era para los seres humanos, pero la noche era el dominio de las criaturas del submundo, que tenían poder para salir de sus territorios y apoderarse de aquellos que osen desafiar a la oscuridad. El guardián de la noche es el terrible espíritu llamado Gaueko. Su poder terminaba en el interior del etxe (casa), morada de los miembros vivos y muertos de la familia. Pues antaño, los enterramientos se realizaban e el interior de la casa, en la creencia de que los gerixeti protegerían a los suyos.   Además, determinados dioses benignos protegían a los huanos piadosos. Tal es el caso de la divinidad femenina llamada Sorgiñ o Sorsain (literalmente guardián del nacimiento) que presidía los partos y asistía a los enfermos. Sus adoradoras, siempre mujeres, reciben el nombre de sorguiñas, nombre que ahora se ha convertido en sínónimo.   La reina indiscutida del mundo subterráneo es la diosa Mari. Muchos creen que se trata de una adaptación del nombre de María, la Madre de Dios. Y olvidasn que en ciertas partes del país significa literalmente "Señora". Por otra parte, uno de sus nombres es tamién Maya, relacionada con Maju, su marido. El nombre de Mari también está conectado con los nombres Miri (relativo a los maurok), Maide (los maridos de las lamiñak) o Maindi (los maideak maléficos).   A parte de Mari, el otro gran dios del mundo subterráneo es Akerbeltz, literalmente el"cabrón negro". Bajo ese aspecto es el jefe de numerosos seres subterráneos y puede provocar tempestades, pero también tiene una influencia benéfica sobre los animales puestos bajo su custodia. En su honor se celebran determinadas fiestas nocturnas, en las que se le suele presentar como ofrenda huevos, panes (olatak) y monedas para preservarse del mal tiempo o y de la enfermedad del ganado. Dado el carácter benéfico de este dios para el mundo rural, estas fiestas continuaron más o menos clandestinamente mucho después de la llegada del cristianismo.   A pesar de su apariencia, no hay que confundirle con Etsai , el Enemigo, el verdadero demonio de la Vieja Religión, encarnación del Mal, el Engaño y la Corrupción.

Orígenes divinos

La religión vasca se hunde en la noche más remota de los tiempos. Los vascones llevan celebrando sus ritos en el solar ancestral de sus antepasados más remotos. Solo los no-humanos, los jentiles ocuparon esa tierra antes que ellos, aunque los territorios de la Nueva Vasconia y la Gascuña mantienen un sustrato celta importante en los mitos y leyendas que han aportado, así como en sus lugares sagrados.   La antigua religión vasca es de carácter ctónico (subterráneo), teniendo todos sus personajes su morada bajo tierra y no en el firmamento o cielo, que aparece como un paraje vacío por el que Mari y Sugaar-Maju viajan de una montaña a otra o pastorean rebaños de nubes, o por donde se produce la eterna persecución entre Eguzki e Ilargi La tardía cristianización de nuestro suelo, sobre todo de aquellas zonas más alejadas de las vías de acceso romanas, -el Saltus Vasconum- explicaría la supervivencia, con más fuerza y carácter que en los territorios aledaños, de la primitiva religión hasta estadios muy tardíos, si los comparamos con el resto de Europa. Así encontramos restos de asentamientos paganos en las estribaciones de Aralar aún en el siglo XIII y el arquetipo de la diosa Mari ha sobrevivido, aun demonizado por la Iglesia, o convertida en un hada de los cuentos, hasta nuestros días. La similitud de creencias y númenes extendida por una extensa área norteña e incluso mediterránea y atlántica europea, nos induce a pensar en una mismo origen neolítico de tales creencias, particularizado luego en cada zona étnica y anterior a la llegada de los pueblos indoeuropeos, con un sistema de creencias de sustrato notablemente diferente (Dioses no ctónicos sino celestes, personificados por seres humanos con los mismos vicios y virtudes de éstos, patriarcado frente a matriarcado, etc.) Hubo un tiempo en el que la cosmovisión de las primeras culturas europeas en nada se diferenciaba de la del resto de pueblos indígenas de nuestro planeta. Durante un inmenso periodo de más de 35.000 años (del Paleolítico al Neolítico) y según las evidencias del arte simbólico prehistórico y las mitologías arcaicas, una misma cosmovisión en torno a la figura de la Gran Madre Naturaleza fue compartida en todo el continente euroasiático: desde el Cantábrico hasta Siberia, llegando hasta Oriente Próximo y el Valle del Indo.   Esta visión de la naturaleza como una Gran Madre era ya plasmada en el arte prehistórico hace nada menos que 40.000 años (Venus de Hohle Fels) y sobrevivió como figura central de la mitología Europea hasta hace unos 5.000 años, cuando los primeros pueblos militarizados comenzaron a imponer una nueva forma de concebir el mundo que se prolonga hasta nuestros días. Por lo tanto, los europeos mas antiguos entendían a la naturaleza como sagrada y que las primeras sociedades humanas estuvieron basadas en la fraternidad y el apoyo mutuo, y los Vascones -como el pueblo más antiguo de Europa son herederos de tales creencias y tradiciones.

Cosmología

Para los antiguos vascos, como para otros arcaicos pueblos de la Tierra, ésta ni era redonda, ni giraba alrededor del Sol. Se creía que Lurra (la Tierra) era un lugar plano e ilimitado, que se extendía en todas las direcciones. Sus confines eran infinitos y ni siquiera Eguzki (el Sol) escapaba a la extensión del mundo.   Igualmente se pensaba que en el interior de la Tierra hay regiones subterráneas por las que fluyen ríos de leche y miel, y/o infernales torbellinos de lava incandescente. Inaccesibles para el hombre y habitadas por las almas de los antepasados difuntos, genios subterráneos y otros seres fabulosos, estas regiones comunican con el exterior a través de las simas y cavernas (como la cueva de Amboto y otras muchas). De estos conductos surgen algunos de los fenómenos naturales como las nubes de tormenta y los vientos huracanados. También se decía que alberga tesoros en sus grutas, como pellejos de buey llenos de oro, probablemente por la vieja costumbre de arrojar monedas y objetos valiosos a la entrada de las cuevas en señal de ofrenda y adoración a Ama-Lur .   La superficie de la tierra, se creía, es movediza, unas comarcas ascienden mientras que otras bajan, y muchas montañas crecen como si fueran seres vivos. También se creía que algunas peñas destacadas eran transportadas por gigantes mitológicos.   Cuando anochece, Eguzki se sumerge en los mares bermejos o rojizos del ocaso (Itxasgorrieta), donde regresa a las entrañas de su madre Tierra. Espacio importante lo ocupan los mitos solares, los lunares y los relacionados con el cielo.   La propia tierra es la madre del Sol y la Luna (Ilargi, morada de númenes y almas y fuente de toda vida. Eguzki e Ilargi son auténticas divinidades a las que se saluda con un “agur”, a modo de oración, cuando se introducen en Itxasgorrieta para continuar su rumbo por las regiones subterráneas, junto con los demás astros de Urtzi (el cielo).   La tierra sería entonces, la diosa Lur , que precedió o dio origen al culto a Mari , como su representación o encarnación.

Principios de la fe

Los dioses vascos, si bien imaginados antropomórficamente, no tienen necesariamente que ser o parecer humanos por lo que no comparten con estos sus rasgos ni su comportamiento, de una amoralidad que le coloca por encima del bien y del mal. Son los humanos los que deben adaptarse a sus ambiguas personalidades y esperar de ellos sus gracias y temer sus castigos, como seres desvalidos ante la omnipotencia de las fuerzas naturales. No obstante, hay una serie de preceptos, dictados por la Reina del Mundo, que todos los hombres deben seguir y aceptar si quieren verse recompensados con una morada en el Mundo Subterráneo. Mari odia la mentira, la corrupción y el abuso. Aquel que diga falsedades, actúe en su único beneficio a costa del perjuicio de la comunidad, o explote la tierra sin repararla, deberá enfrentarse a un eterno vagar por el mundo exterior sin encontrar refugio en el Mundo Subterráneo, la Cueva Primigenia, o bien, afrontar un castigo directo de Mari o de cualesquiera otros guardianes de la Tierra.   Son unos principios simples y prácticos que fundamentan la vida en comunidad en un entorno duro y hostil, especialmente en aquellos tiempos en que los primeros moradores de estas tierras vivieron el Terrible Invierno y solo encontraban abrigo en las profundas cuevas bajo las montañas. Quien se hacía merecedor, podía compartir ese espacio con la comunidad, quien no, debería valérselas por sí solo ahí fuera y no albergar ninguna esperanza, a no ser que enmiende su camino.   El principio femenino prevalece sobre los masculino en la Antigua Religión. La Madre Tierra es la madre de todo y de todos. Menores son los dioses o genios masculinos que la fecundan, y muchas veces, de dudosa moralidad. Incluso masculino es el mal en sí mismo, el Enemigo, que enfrenta y desafía el poder de la Mari, en una enseñanza de que solo siguiendo los dictámenes de las madres, hay salvación.

Ética

La religión vasca posée unas normas de conducta sobre lo que es el bien y el mal, que deben ser cumplidas estrictamente por los vascos. Mari condena la mentira, el robo, el orgullo y la jactancia, el incumplimiento de la palabra dada y el faltar al respeto debido a las personas y a la ayuda mutua, así como acceder a las moradas de Mari sin permiso de ella. Los delincuentes son castigados por Mari con la privación o pérdida de lo que ha sido objeto de la mentira, del robo, del orgullo, etc.    También existe en esta religión un cielo y un infierno, aunque era diferente a la concepción del cielo y del infierno de las religiones judeo-cristianas. Cuando una persona fallecía, pasaba a formar parte de los de la noche. En la oscuridad, era guiado por la Luna, que en Vasco se dice Ilargi (illárgui, significa luz de los muertos), por un sendero que le llevaría hasta la gruta o cueva de Mari. El fallecido, en su camino, es protegido de los malos espíritus por el símbolo de Mari, el lauburu, esculpido en su lápida. Al llegar a la gruta de Mari, vivirá con ella y con todos sus antepasados eternamente, en paz, felicidad y abundancia. Este era el concepto del cielo para los antiguos vascos.    Pero aquella persona que no hubiese obrado en el mundo de los vivos, según las enseñanzas de Mari y hubiese hecho el mal al prójimo. Aunque la Luna le iluminase en su camino, estaría vagando y vagando eternamente, en la oscuridad, acechado por los malos espíritus (ya que el lauburu sólo protege a los que han obrado bien), hasta poder encontrar el sendero que le llevase hasta la cueva de Mari. Este era el concepto de purgatorio (estar vagando durante un tiempo buscando el sendero correcto) y el infierno (vagar eternamente en la noche sin encontrar el camino). Como se puede observar, es una religión de claro origen prehistórico, dado que considera a la cueva como zona de paz, acogedora y protectora, el mejor sitio en donde vivir eternamente. Una creencia que proviene de un pasado remoto, en el que los protovascos en las glaciaciones, tuvieron que guarecerse en las cuevas para evitar las frías temperaturas y de esta forma poder sobrevivir. Un miedo a vagar en la oscuridad (el infierno y el purgatorio) que tiene su origen en las frías noches glaciales, ya que todo aquel que no encontrase en el anochecer el sendero hacia la cueva en donde moraba la tribu, moriría de frío. Una lucha por la supervivencia que quedó plasmada en la religión vasca, aunque los vascos hacía miles de años que ya no necesitaban guarecerse en las cuevas para poder sobrevivir del frío glacial.

Culto

El Akelarre

En honor al poderoso fecundador de Lur, Akerbeltz se llevan a cabo determinadas fiestas nocturnas, en las que se presentan ofrendas (huevos, panes (olataki) y monedas, para preservarse del mal tiempo y la enfermedad del ganado, y donde las gentes se entregaban al desenfreno propio de los antiguos matrimonios grupales celebrados celebrados bajo el auspicio del fecundador. Y es que dado el carácter benéfico de este dios para el mundo rural, estas fiestas han continuado realizándose, más o menos clandestinamente, mucho después de la llegada del cristianismo. Reciben el nombre de akelarre, "prado del cabrón", ya que describen el lugar habitual -los prados frente a las cuevas donde se depositan las ofrendas a Akerbeltz y en los que se lleva a cabo la celebración.

Ofrenda a Mari

Otro rito de gran importancia es hacer la Ofrenda a Mari de las entrañas de toda vaca que se sacrifique. Los despojos han de dejarse sobre una peña plana, en descampado, y de no hacerse así, grandes desgracias caerán sobre la familia y los amigos de esta.

Sobresol

Las fiestas del Solsticio de Verano en honor a Eguzki, denominadas "Hijo del Sol". Es habitual la celebración de una gran fiesta que bien puede acabar en bacanal u orgía en las comunidades más vinculadas con la Vieja Religión, donde perdura el recuerdo de los matrimonios grupales, que se celebraban, precisamente, en esas fechas.

El Tronco de Nochebuena

En muchas casas de Vizcaya existe la tradición de quemar en la chimenea por Nochebuena un tronco de madera de roble o haya, sacado de un árbol ya viejo. Este tronco, que recibe precisamente el nombre de "tronco de Nochebuena", ha de arder toda la noche, ya que si el fuego se apaga, grandes desgracias caerán sobre la familia y puede morir alguno de ellos. A la mañana siguiente, las cenizas del tronco se esparcen por los campos, que así dan mejores cosechas. Realizar este ritual, además, aleja del caserío a la siempre sanguinaria comadreja.   El tratarse de una. tradición exclusivamente vizcaína, en la Nueva Vasconia, denota su raigambre claramente celta, probablemente practicada por los antiguos caristios y autrigones.

La Cencerrada

Típicamente vascona es la Cencerrada, que se practica en general por toda Navarra , y que consiste en salir en procesión con cencerros, campanillas y zumbas, armando el mayor escándalo posible, pues es creencia popular que el ruido de estos instrumentos ahuyenta a los espíritus maléficos.

Sacerdocio

La casta de las sorgiñas es la que mantiene vivo el culto a los viejos dioses en forma de conjuros, cánticos, oraciones, bendiciones y maldiciones. También pueden invocar a estas poderosas entidades para obtener algún favor de ellas, ya sea benigno o maligno aunque siempre piden algo a cambio difícil de aceptar o de justificar.   No es una casta cerrada -sorgiña se nace, pero luego se aprende-, pero las generaciones perduran de generación en generación, de abuelas a madres a hijas, trasmitiendo tanto el Don como los conocimientos.   Muchas sorguiñas sin don forman parte también del culto, como asistentes y celebrante y aunque no pueden canalizar igual el poder de los dioses, sí pueden realizar algún conjuro mundano o cuentan con alguna habilidad sobrenatural.

El papel de la Etxekoandre

Además, la herencia matriarcal de la sociedad primitiva de los Vascones otorga a la madre mas anciana de cada casa, la Etxekoandre un papel destacado en la dirección de los ritos y tradiciones domésticas que son numerosísimas: desde la colocación de amuletos protectores, recitación de oraciones para atraer o repeler determinados espíritus, dirección de los Ritos Funerarios, sanación y consejo espiritual. Toda Etxekoandre lleva una potencial sorgiña, dotada de auténticas facultades mágicas o tan solo practicante de la magia popular (o brujería). En Vasconia, los roles de madre y bruja se confunden, aunque luego haya brujas profesionales y sorgiñas con el Don capaces de grandes prodigios.

Poderes divinos otorgados

Las hadas oscuras que forman el panteón vasco han enseñado una serie de poderes a sus seguidoras, que les permite moverse en cualquier aura sobrenatural no divina, al poseer tanto magia feérica como magia cthonica. Pudiendo hacer uso de los poderes de la Brujería popular como de la Magia Feérica. Las más cercanas a los poderes infernales pueden haber aprendido la Magia Cthonica más oscura.

Influencia política e intrigas

En tanto que las sorgiñas se mantienen alejadas de los núcleos urbanos o de poder, refugiadas en los bosques del Saltus Vasconum no suelen ejercer influencia alguna en los poderes mundanos de la Vasconia. No obsatne se sabe de señores y reyes que han solicitado o acudido por el consejo o ayuda de alguna sorgiña.    Las sorgiñas suelen mostar su displecencia hacia los señores que opriman a su pueblo, los que dañen al bosque y los que no respeten las tradiciones (incluyendo los fueros), pero dado el poder de estos, evitan enemistarse frontalmente con ellos.
Tipo
Religious, Organised Religion
Nombres alternativos
La Vieja Religión
Organizaciones bajo su influencia
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