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Galicia

GALICIA, literalmente tierra de galos, es el nombre que le puso Julio César a la esquina nordoccidental de Hispania cuando vino a pacificar a sus aguerridos habitantes.El país gallego se encuentra en la esquina más nordoccidental de Spania. Su orografía es suave, aunque muchos de sus ríos poseen valles profundos y hay una gran cantidad de rías -nombre que reciben sus peculiares estuarios- que configuran un paisaje muy característico. Sus costas se bañan en el océano Atlántico al oeste y en el mar Cantábrico al norte, lo que ha propiciado a lo largo de su historia el ataque de al-Mayús (vikingos) y piratas musulmanes; de hecho, a principios del siglo XII, el arzobispo de Santiago, Gelmírez, hizo venir a ingenieros de Génova y Pisa para construir barcos con los que combatir la piratería. Según cuentan, de ellos aprendieron los gallegos el arte de la marinería.
Galicia da cobijo a importantes sistemas concejiles, como el de Compostela, Noya, Pontevedra y Ribadavia, entre otros. Limita al sur con Portucalense, y al este con Asturias, El Bierzo y León

Historia

Orígenes míticos

Atendiendo a la tradición popular, la región ha tenido dede la noche de los tiempos un gran número de visitantes míticos. Es cosa tenida por ciera que Noé no desembarcó en el monte Ararat, como aseguran las Escrituras, sino cerca de Noia, aldea fundada después por una de sus nietas.
Será un descendiente de Tubal (o Thobel) el nieto de Noé, Brigo, el que se instalará e nlas tierras comprendidas entre los cabos de Fisterra y Ortegal. En Bergondo pueden verse aún las ruinas del llamado Pazo do Rey Brigo, y del legendario Brigo proviene el nombre de Brigantia, por lo que podemos asumir que se trata del legendario Gerión de las fuentes clásicas que, muerto por Hércules, es enterrado bajo la torre que lleva el nombre de su ejecutor.
Otros héroes clásicos son mencionados por las fuentes, como Teucro, héroe de la guerra de Troya que fundará Pontevedro (según cuentan Plínio y Estrabón). Diómedes funda Tyde (Tuy), Filotectes, al mando de los grovios, funda O Grove; Ulises, según ciertas tradiciones, recorrió las costas gallegas buscando el camino a Ítaca.
Rufo Avieno, basándose en la narración de un navegante anónimo de origen griego, describe en su Oda marítima la Iberia del siglo VI a.C., dando abundantes datos sobre la región. Según él, los primitivos pobladores eran un pueblo pacífico, navegante, comerciante y constructor de monumentos de piedra: los Oestrymyos. Este pueblo fue arrasado por una invasión de serpientes u hombres serpiente. Los historiadores están de acuerdo en que Avieno se refiere a los Saefes, nombre de la primera de las tribus celtas que en el sigoo V a.C. ocuparon Galicia. Claro que estos hombres serpiente podrían ser los antepasados de os míticos mouros, los seres paganos y sobrenaturales que los romanos y sobre todo el cristianismo empujaron a vivir bajo la superficie de la tierra.
Pero la tradición nos enseña que ni la invasión fue tan fácil, ni los Oestrymnyos tan pacíficos. Al parecer eran grandes hechiceros y tenían su territorio protegido por poderosos conjuros. Uno de ellos era que todo enemigo que pisara la península de Barbaza se convertiría en piedra. Cuenta la leyenda que un príncipe, casualmente llamado Saefes, logró burlar el hechizo entrando en el reino como marido de la Forcadiña, la hija del jefe de los Oestrymnyos, a la que tenía enamorada, y que le había dado un hijo llamado Noro. Sus hombres atacaron a traición y destruyeron a los confiados anfitriones. Pero el conjuro, aunque actuara tarde, funcionó: Saefes quedó trasformado en el peñasco conocido como Home de Sagres, y su lengua mentirosa partida en siete pedazos (las Siete Lingoas). Le rodean sus soldados, convertidos en piedras e islotes para toda la eternidad. El hechizo afectó incluso a su familia: son los islotes de Forcadiña y Noro. 

La Galicia celta

Los celtas, a través de un largo periplo de siglos que les trajo desde las riberas del Mar Caspio y la fronteras del Cáucaso, instalándose primero en el corazón de Europa central para posteriormente, empujados por las tribus germánicas, instalare en la franja costera atlántica: la Galia, las islas Británicas e Hispania, legando a GAlicia hacia el año 600 a.C.
Los celtas carecían de jefes y de un poder central, y el concepto mismo de Estado les era desconocido: el mundo celta estaba dividido en multitud de pequeños grupos de diez a cuarenta familias unidas por lazos de parentesco e independientes unas de otras. Residiían en poblados fortificados que en la tradición popular gallega son llamados castros o cróas. Eran recintos de forma circular u oval, rodeados de parapetos concéntricos, terraplenes o murallas de tierra o piedra, generalamente construidos en lo alto de montes de difícil acceso y bien protegidos. Solían estar construidos formando una espiral desde el suelo a la cumbre, dando vueltas alrededor de la colina, terminando en una plataforma circular. Desde sus atalayas controlaban los cultivos, los rebaños, las explotaciones mineras, y daban la alarma en caso de ser atacados. Estos pequeños poblados salpicaban todo el territorio, contándose por miles, y a menudo guerreaban entre sí, aunque no entendían la guerra como una conquista sino como un saqueo en busca de botín: incursiones rápidas par coger lo que se pudiera (mayormente, ganado) y regresar al poblado antes de que el contrario reaccionara. 
Además de la agricultura y la ganadería, conocían la metalurgia, forjando armas de hierro que los ayudaron a imponerse sobre sus vecinos. Eran buenos comerciantes y fabricaban embarcaciones con pieles con las que se aventuraban lejos de la costa. También levantaban monumentos de piedra, pero sobre todo reutilizaron las misteriosas construcciones pétreas de sus predecesores: las arquetas (dólmenes), los túmulos o mamóas y las piedras fitas (o menhires).
Las prácticas religiosas eran llevadas a cabo por los druidas, figuras santas que hacían las veces de sacerdotes, jueces, profetas, astrónomos, astrólogos, médicos, filósofos y políticos, y de la que desciende la tradición arcana de los Vates, integrados posteriormente en la Orden de Hermes en las casas Diedne y Ex-Miscellanea. No en vano, el nombre druida significa hombre saboi o maestro de la sabduría. Estos personajes tenían más poder que los jefes mismos de los clanes, que no podían hablar en su presencia hasta que les concedieran la palabra y que debían consultarles en cualquier decisión a tomar. 
Ciertos aspectos de la cultura celta los hacían particularmente ingratos a los ojos de sus "civilizados" vecinos del sur. Realizaban sacrificios humanos a sus dioses, cortaban las cabezas de sus enemigos e iban al combate vestidos solamente con sus torques y sus largos cabellos, prefiriendo la muerte a la derrota. De ellos dirá Estrabón con desprecio que tenían "insensibilidad animal".
Consideraban un honor morir en el campo de batalla y los cuerpos de los caídos eran dejados en el campo de batalla para alimento de los carroñeros y sobre todo de las aves que llevarían su alma al seno de Lug.
La conquista de Irlanda
El Leabthar Ghabála (Libro de las Invasiones), manuscrito irlandés recogido en el año 1100 dentro del Leabthar Laighneach (Libro de Leinster), escrito en el monasterio irlandés de Terriglass por encargo del rey de Leinster recoge que siendo Breogán el conquistador de Galicia, fundó una ciudad con su nombre, Brigantia, y en esa ciudad una alta torre (la de Hércules). Desde esa alta torre Ith, hijo de Breogán, creyó divisar una isla en el horizonte, y deseoso de comprobarlo, partió rumbo a ella en una sola nave. La isla era Irlanda, pero existía una vieja profecía que decía que, cuando se descubriera  la existencia de la isla, ésta sería conquistada. Por ello sus antiguos habitantes, los Tuatha De Dannan, atacaron a Ith y a los suyos.
Los supervivientes lograron volver a Galicia, trayendo a un Ith moribundo que fallecería poco después. Su sobrino (o hijo) Mil encabezó la expedición de castigo, compuesta por cinco naves llenas de guerreros, que derrotaron a los Tuatha y conquitaron la isla con la ayuda de los poderes mágicos de Aimirgin (o Amergen), hermano de Ith y principal de los druidas gallegos. Esto constituyó la cuarta invasión de Irlanda, según el Leabthar Gabhála. 
La Piedra del Destino
Una leyenda dice que los celtas gallegos ganaron por llevar consigo a Irlanda como talismán la mítica Piedra del Destino, la piedra sobre la que se durmió el patriarca Jacob, teniendo las visiones sobre la que se durmió el patriarca Jacob, teniendo las visiones que se narran en el Antiguo Testamento (Génesis, 28, 18). Al despertar guardó la piedra como un objeto sagrado. Fue llevada por el pueblo e Israel a Egipto y robada por los escasos soldados egipcios que sobrevivieron a la debacle de las aguas del Mar Rojo y que estaban al mando de un tal Haythekes. Temeroso de ser castigado por el faraón si volvía derrotado, este emprendió con los suyos un largo viaje hasta más allá de Tarsis, llegando hasta Galicia donde fundó un reino cerca de Brigantium. ¿Serían estos egipcios los antepasados de los oestrymnyos?. Sea como fuere, coronaban a sus reyes sobre "la Piedra del Destino", nombre con el que llamaban a la piedra de Jacob.
Sobre el paradero de la piedra hay dos versiones:
  1. La que dice que el barco que la trasportaba naufragó, hundiéndose para siempre la Piedra cerca del litoral irlandés.
  2. La que afirma que la piedra permaneció en la capital irlandesa, Tara, hasta que en el siglo V fue llevada por Fergus al monasterio de Scone, en Escocia, siendo venerada como reliquia sagrada.
 

La invasión romana

Sea como fuere, Galicia entra en la historia clásica en el año 137 a.C. cuando Décimo Junio Bruto llega al país de Ofiusa -de nuevo, una referencia a las serpientes-, poblado por celtici (galos). Es tierra de prodigios, que los legionarios recorren sobrecogidos: Junio Bruto ha de cruzar el río Limia, llamado por los romanos "el río del olivido" pues creían que el extranjero que lo cruzara perdería en el acto todo recuerdo de su vida anterior. Para romper esa creencia, una vez en la orilla, Junio Bruto llamó por su nombre, uno por uno, a todos sus centuriones. No había perdido la memoria gracias al poderoso ritual con el que los sacerdotes mercurianos que le acompañaban le protegieron, y al cruzar el río disipó el encantamiento. Así llegará hasta el Finis Terrae, el fin del mundo conocido, "donde el mar se vuelve oscuro" (Mare Tenebrosum) y es testigo de los macabros ritos solares que los Nerios, otra tribu celta realizaban sobre el Ara Solis de Duio.Pese a que recibe el sobrenombre de "Galaico" por su brillante campaña, serían necesarias tres expediciones militares más antes de pacificar completamente la zona: 
  1. la de Craso en el 96-94 a.C;
  2. la de Julio César en el 62 a.C., en la que destruyó el santuario druídico de las islas Cíes
  3. la de Octavio Augusto, que en el trascurso de las Guerras Cántabras (29-19 a.C.) se dedico a pacificar todo el litoral cantábrico, sin olvidarse de Galicia, donde destruye el último reducto de resistencia en el Monte Medulio, en el 19 a.C.
  Doscientos años de guerras contra un pueblo bárbaro y sin jefes, que practicaba la guerra de guerrillas y que rehuía la batalla campal. No es de extrañar que Julio César, exasperado, considerara a los celtas, "pueblos incultos, salvajes y belicosos". La capacidad de oposición y poder de recuperación celtas se debía en gran parte al poder aglutinador de los druidas, capaces de unir una y otra vez a los clanes dispersos (y a menudo enemistados) contra el invasor. Por ello roma, normalmente tan permisiva hacia los cultos extranjeros y sus sacerdotes, perseguiría implacablemente al druidismo, sabiendo que con ello castraría el espíritu guerrero y la cohesión de los celtas. Este es el germen de la eterna desconfianza de la tradición mercuriana a la la druídica dentro de la Orden de Hermes que eclosionará finalmente en la Guerra del Cisma, mil años más tarde, siguiendo la Orden Hermética los mismos derroteros de eliminación y ocultación de la tradición druídica que Julio César aconsejado por los sacerdotes mercurianos. El propio Estrabón se hará eco de esta anulación y se limitará a decir a propósito de los cultos celtas:
"Los galaicos no tienen dioses, y las tribus del norte rinden culto a un dios sin nombre en la noches de luna llena".
La Gallaecia romana
Tras la conquista de Augusto, los romanos fundarán tres ciudades, las tres con el nombre de su primer emperador:
  • Braccara Augusta (Braga
  • Asturica Autusta (Astorga
  • Lucus Augusti (Lugo):
Las tres serán cabeceras de sus respectivos conventi jurídicos que acabarán uniéndose en la provincia Gallaecia, escindida de la Citerior o Tarraconense en el siglo IV d.C. La provincia romana era bastante más grande que el reino de Galicia actual y comprendía todo este, más casi toda Asturias, el reino de León hasta los montes Vetones y la Portucalense hasta el límite meridional del río Duero. 

El ciclo Jacobeo

La cristianización mítica de Galicia se produjo en época muy temprana y está vinculada íntimamente con el ciclo de leyendas en torno a la tumba del apostol Santiago. Si bien los Hechos de los Apóstoles (12, 1-2) son bastante parcos al respecto:
Herodes mandó matar por la espada a Santiago, hermano de Juan, [en el año 44 de nuestra Era]
Afortundamente, el ciclo Jacobeo es infinitamente más rico y entrelaza la tradición divina del Apóstol con las tradiciones feéricas celtas persistentes a la romanización. 
El mito Jacobeo
El apóstol Santiago Zebedeo, uno de los más queridos de Jesucristo (y según ciertas creencias, su hermano y aún gemelo suyo) evangelizó toda la Hispania, recibiendo en Muxia una visita milagrosa de la Virgen (que viajó hasta allí en un barca de piedra cuyos restos aún se encuentran en la playa). Ello lo hizo volver a Judea para aceptar el martirio. Dos de sus discípulos, Atanasio y Teodoro, hurtaron su cuerpo decapitado y embarcaron en el puerto de Jaffa en una pequeña nave sin velas ni remos (algunos dicen que también de piedra), que impulsada milagrosamente los llevó siete días hasta la playa fluvial de Iria Flavia, a orillas del Sar. Ataron su embarcación a una piedra que desde entonces adquirió poderes milagrosos, y que recibe el nombre de "El Pedrón) y que da nombre al barrio portuario de Iria Flavia, Padrón. Seguidamente despositaron el cuerpo de su maestro sobre una piedra plana, que s hundió bajo su peso, formando al punto un improvisado sarcófago. 
La Reina Lupa
Reinaba en esas tierras una despiadada mujer, la reina Lupa (o Luparia, según algunos), que tenía su castillo en el Mons Sacer o Illicinus,, hoy llamado Pico o Monte Sacro. En realidad, era la reina de los maléfios mouros, el pueblo feérico de Galicia y sabedora por sus poderes mágicos que la llegada del cuerpo provocaría el destierro de los de su raza, buscó su perdición. Sin embargo, sus poderes nada podían frente a la santidad de los dos discípulos, y temerosa de la ira divina si los atacaba directamente, resolvió eliminarlos mediante la astucia. Cuando fuero na pedirle un lugar donde enterrar a su maestro, simuló recibirlos amigablemente pero les dijo que no correspondía a ella darles permiso, sino al rey Filotro de Dugio (o Duio), según otras tradiciones, un gobernador romano. Y a él los mandó, indicándoles un camino largo para enviar un mensajero más rápido por un camino corto un mensajero con órdenes de que fueran encarcelados. Así se hizo, pero las puertas del calabozo se abrieron milagrosamente permitiendo la huida de los dos discípulos. Filotro y sus soldados les dieron caza, pero perecieron al derrumbarse un puente por el que acababan de pasar los dos discípulos sin ningún problema. De regreso al Monte Sacer, la reina Lupa disimuló su consternación hipócritamente, y los envió al monte Illicinus, donde había dos bueyes lo bastante fuertes para trasportar el féretro de piedra de Santiago hasta su tumba. En realidad sabía que por esos parajes moraba una Serpe, y que los dos bueyes eran en realidad dos toros bravos monstruosos. Pero los discípulos ahuyentaron a la Serpe (algunos dicen que reventó) simplemente haciendo la señal de la cruz, y ante su era presencia amansaron a los toros, que arrastraron el sepulcro hasta un lugar llamado Libredón, donde se negaron tercamente a seguir. Entendiendo que era voluntad del santo ser enterrado allí así lo hicieron. Los dos fieles discípulos se quedaron velando la tumba de su maestro, y a su muerte fueron enterrados junto a él por los creyentes a los que habían convertido. El bosque de Libredón creció tanto en tamaño como en frondosidad, tomando fama de un lugar mágico y misterioso, ocultando así la tumba en espera de que llegaran tiempos propicios...
El destino de la Rainha Lupa es discutido: el Liber Sancti Iacobi afirma que rompió sus falsos ídolos y se hizo cristiana, pero en el pueblo de Figueirós, cerca de Orense, se cuenta como se revelaron contra su despótico gobierno y asaltando por sorpresa su castillo, lograron darle muerte, arrojando su cadáver desde lo alto de las muralas. En la aldea de Coba cuentan una versión diferente, en la que dos hombres encargados de pagar los tributos la empujaron por un precipicio, al que se había asomado mediante engaños. Se dice que la enterraron bajo la Laxa da Moa, una enorme piedra blanquecina cercana al Pindo -su otra morada. Se dice que tiene más de siete millones en oro a los pies y otros tantos a la cabecera...
La leyenda de la muerte de la reina Lupa refleja la rebelión de los hombres contra los mouros, que a partir de entonces se retirarán al mundo subterráneo, manteniendo en secreto su existencia, y castigando con la muerte a aquellos que alardeen de tener tratos con ellos.
La reina Lupa no desaparece el imaginario gallego, al ser inmortal, revivida a través de la creencia de los suyos, y sigue residiendo en sus dos castillos: el que hay en el Pico Sacro y el que se encuentra en el Monte Pindo. Ambos, cunto con el castillo Lupario (o de Francos) están comunicados por sendos túneles que a su vez, comunican con el fantástico reino subterráneo de los mouros (o según la tradición cristiana, conducen al Infierno mismo). En estos tres sitios es posible encontrarse aún a la reina que ya no puede salir a la superficie de la tierra. Y numerosas son las leyendas de hombres y mujeres que trabajan para ella, haciendo mil y una tareas a cambio de una sustanciosa recompensa. 
La herejía de Prisciliano
En el 378, Higinio, obispo de Córdoba, envió una carta a sus superiores en Roma alertando sobre una herejía que el prelado definía como maniqueísta, y que se extendía por las vecinas Lusitania y Gallaecia, promovida por un tal Prisciliano. Se trataba de un laico de apenas treinta años de origen lusitano, galaico o bético (las fuentes discrepan) del que se decía uqe había sido iniciado por un misterioso monje venido de Egipto llamado Marco de Menfis, al que Isidoro de Sevilla acusaría después de brujo y adorador del maligno. 
La doctrina de Prisciliano no la conocemos por sus escritos ni por los de sus seguidores, ya que fueron quemados y las únicas fuentes con las que se cuentan son las de sus detractores, en especial, el Chronicon de Próspero de Aquitania y los cánones del sínodo de Zaragoza, que lo condenó por herético. 
Según parece, el priscilianismo fue considerado impío no tanto por su doctrina sino por llevar a cabo rituales diferentes a los autorizados por la Iglesia católica, basados en una interpretación ascética y espiritual de las Escritras: 
  • rechzao de la jerarquía eclesiástica;
  • voto de pobreza obligatorio para todos los religiosos;
  • abstención de comer carne;
  • negación de la comuninión en el templo (recogiendo la hostia sagrda para guardarla en casa y consumirla en privado
  • aceptación de la mujer a nivel de igualdad en las prácticas religiosas y el sacerdocio;
  • realizar determinados rituales ascéticos (andar descalzo, retirarse en soledad al monte, recluirse a meditar en silencio) en los veintiún días comprendidos entre el 17 de diciembre y el 6 de enero. 
  • el retiro d e mujeres y hombres a vivir en comunidad en cenobios mixtos.
A nivel teológico la diferencia fundamentales eran la negación de la Trinidad y el carácter divino de Jesús, -que conectaba con las doctrinas monofisitas y el arrianismo- así como su papel de último profeta -que enlazaría, a su vez, con la doctrina de Mahoma.
Sea como fuere, sus ideas lograron numerosos adeptos entre las clases populares (sobre todo muchas mujeres) en toda la Hispania y Aquitania, así como el apoyo de ciertos sectores de la iglesia oficial (que llegaron a nombrarle obispo.
Ante el anatema impuesto por el concilio de Cesaraugusta y el decreto de destierro impuesto por el emperador Graciano en 381, Prisciliano decidió viajar con sus principales seguidores hasta Roma, para defender su causa ante el Papa Dámaso, que e negó a recibirles. Viajaron luego a Milán, pera intentar entervistarse con el obispo san Ambrosio que tampoco les atendió. Finalmente, decidieron dirigirse a Treveris, donde gobernaba el co-emperador Máximo. Allí fueron detenidos e interrogados a petición  de las autoridades religiosas. Evidentemente bajo la tortura acabaron confesando que practicaban maleficios, rezaban desnudos, se entregaban hombres y mujeres a prácticas obscenas y frecuentaban a prostitutas. Pese a que san Martín de Tours habló en su favor, no sirvió de nada y en el año 385 Priciliano y los suyos pasaron por un simulacro de juicio para seguidamente ser decapitados. Fueron las primeras ejecuciones por herejía que realizó la Iglesia Católica. 
Sin embargo, el priscilianismo no murió en Tréveris, ni muchos menos. Sulpico Severo afirma que los seguidores del hereje lo honraron como un mártir y el culto siguió propagándose. Pronto casi todo el tercio superior de la península era priscilianista. Se dice que el cuerpo del mártir hereje fue trasladado a la península, enterrdo en una tumba secreta que se convirtió en lugar de culto y peregrinación para sus seguidores, que realizaban ante ella determinados rituales iniciáticos. Sobre la ubicación exacta la la tumba los eruditos no se ponen de acuerdo: Astorga, donde se encontraba Simposio, uno de los pocos defensoers de Priciliano, Santa Eulalia Bóveda, al sur de Lugo; en el monsterio e Osira, el dolmen de Santa Mariña de Aguas Santas o cerca de las torres de Catoira. Pero la tradición más apócrifa es la que sitúa el emplazamiento de la tumba del mártir de Treveris en Compostela, confundiéndose su cuerpo sin cabeza con el ilustre decapitado apóstol Santiago, o reinterpretándose el posterior hallazgo de la tumba de Prisciliano como la de Santiago.
El sepulcro del Apóstol
El 25 de julio de 813, un emitaño, de nombre Pelagio o Paio observó una lluvia de luces ardientes, como estrellas lloviendo sobre la tierra. Un campo de estrellas, un campus stellae. Anacoreta y santo, Pelagio había tenido ya visiones de ángeles, así que supo interpretar los signos y se internó en el bosque mágico de Libredón, descubriedo que las estrellas caían sobre un "arca marmórica", una especie de mausoleo donde se encontraba una tumba grande con dos más pequeñas a lo lados. El santo anacoreta acudió enseguida ante el obispo Teodomiro de Iria Flavia, que por revelación divina, supo en el acto que se trataba de los restos del apóstol Santiago y de sus discípulos Atanasio y Teodoro, y a su vez mandó aviso al rey de Asturias, Alfonso II el Casto, que mandó levantar una sencilla basílica alrededor de la tumba. El papa León III se apresuró a certificar la autenticidad del prodigio ante todo el mundo cristiano, afirmando que era señal divina para que los cristiano se alzasen en armas y combatiesen al infiel. El propio apóstol "predicó con el ejemplo" realizando una aparición milagrosa en el 844, en la batalla de Clavijo. Allí, espada en mano y montado sobre un caballo blanco, se dedicó a descabezar infieles, ganándose el apelativo de "Santiago Matamoros". El apóstol se convertiría en el patrón de la España cristiana, y la invocación guerrera "Santiago y cierra España" su grito de batalla. 
NI que decir tiene de lo oportuno que fue aquel descubrimiento para infundir moral a una España y Europa cristiana acomplejada ante la superioridad del Islam, ni de las tradiciones legendarias que se recrean a posteriori (probablemente fagocitando algunas de las surgidas en torno a Priciliano), ni del carácter clarmaente tardo-romano de la tumba descubierta (coincidente con la época de Prisciliano), ni que el topónimo Compostela también podría proceder de Compositum Tellus (que significa simplemente "cementerio"). El caso es que la influencia del prestigio de la tumba sería respetada incluso por Almanzor quien tras tomar y hacer arrasar la ciudad de Santiago, ordenó proteger la supuesta tumba el apóostol. 
El carácter santo del sepulcro y de la ciudad que creció a su alrededor se reafirmaría con el papa Calixto II que, en 1119 instituyó el Año Santo Compostelano o Año Jubilar, cayendo todos los años en los que la fiesta del apósto (25 de julio) cae en domingo. Aquel que en ese año visite en peregrinación la tuma del apóstol recibirá la gracia del perdón de sus pecados. 

El reino de los siete años

A partir de su reconquista a lo largo del siglo IX, los territorios gallegos estuveron integrados en el naciente reino de Asturias. Alfonso III planeó sus escisión, al dividir sus posesiones entre sus tres hijos, creando sobre el papel los reinos de Galicia, Asturias y León. Lamentablemente, García, su primogénito no estuvo de acuerdo y en 910 se rebeló contra su padre, apoyado por Munio Núñez, que representaba a lo principal de la aristocracia asturiana, consiguiendo la abdicación del anciano rey y el fin del episodio. 
Ciento cincuenta años mas tarde, el reino de Galicia fue una realidad, cuando Fernando I, a su muerte en 1065 dejó dividido el reino entre sus hijos: Sancho el primogénito, quedó como rey de Castilla, Alfonso, rey de León y García, rey de Galicia. Mientras vivió Sancha, su madre, Sancho simuló aceptar la decisión de su padre, intentando ensanchar sus dominios a dosta de Navarra. Pero en 1067 murió Sancha y Sancho inició la conquista de los reinos de sus hermanos, empezando por León, enferntándose a Alfonso en dos guerras (1068 y 1071) al final de las cuales Alfonso es derrotado y hecho prisionero. Marchó luego a Galicia, conquistando el reino sin apenas oposición, pues logró la captura de su hermano García mediante engaños, tomándolo prisionero en el curso de un supuesto parlamento de paz. Enfrentándose en 1072 a su hermana en Zamora, murió en el asedio de la ciudad.
Muerto Sancho la corona recayó en Alfonso, que gobernó como rey de Castilla y León, y que no juzgó oportuno liberar a su hermano García, legítimo rey de Galicia, que murió en prisión en 1090, y está enterrado en la colegiata de San Isidoro de León.
Nombre(s) alternativo(s)
Galiza, Gallaecia, Ofiusa, Breogania
Tipo
Rolling Hills
Se encuentra dentro de
Organizaciones incluidas
Dueño o gobernante
Organización dueña o gobernante


Cover image: by Montedemo

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